II
Con anterioridad mencionaba que el ateísmo es una consecuencia lógica producto del escrutinio y la aplicación de métodos de razonamiento correctos. Bueno, pues es precisamente este análisis lo que le da un verdadero valor al ateísmo. Pensemos acerca de las razones por las cuales la gente creen en las religiones y propiamente en dioses. Hay mucho material a disposición acerca de ello. Digamos algunos de manera lacónica: la gente puede creen en un dios debido a que puede otorgarle una respuesta a las preguntas que desconoce, para no sentirse solo en este inmenso océano de caos, o por miedo a sufrir un castigo por parte de ese ser que cree que rige el universo, etc. Pienso que todas esas son algunas de las razones por las cuales la gente creen en las religiones. Yo he pensado en una que ha sido pasada por alto y que siento es una de las más poderosas razones por la cual la gente aún cree en dioses: y es que «a nadie le gusta estar equivocado». A nadie le agrada la idea de pensar que su conjunto de creencias son erróneas. Y menos a un creyente. En la mayoría de los casos, los ateos son personas que algún tiempo fueron creyentes de alguna religión. Estuvieron sumergidos y empapados en las doctrinas impuestas por su entorno social y/o por la religión de sus padres. Y estoy seguro que casi todos los ateos, tuvieron que soportar una terrible batalla en su interior con su conjunto de creencias para poder aceptar que sus ideas acerca de la religión y de dios eran erróneas. Esto es comprensible: la etapa de transición que se sufre es realmente abrumadora. Son muchos años de pensar y de creer que tenemos la idea correcta de algo, en este caso específico, de nuestras creencias religiosas, y que de repente, todas ellas se cuestionen y se vengan abajo; despojarse de todo ese sofisma tan profundamente arraigado por muchos años, es un golpe muy duro que muy pocas personas pueden soportar. Y el ateo lo ha hecho. Ha soportado ese duro golpe que propina el saber que durante muchos años, lo que creía como una autentica verdad, sin dudas ni miramientos, es incorrecta. Y esta es una actitud de auténtico valor de la cual el ateo puede y debe sentirse orgulloso, el ateo ha aprendido que puede estar equivocado. Y este valor le ayuda no solo en el rol de sus creencias religiosas, sino en cualquier ámbito de su vida, pues sabrá aceptar (por supuesto que con dolor, tampoco es insensible y muchas veces aceptar que se esta errado, duele) con mesura y elegancia que se ha equivocado. El ateo puede decir: “si, tiene usted razón, mi proposición es incorrecta” y cambiará su postura; claro, le podrá costar trabajo aceptar que esta desacertado, puesto que nadie le gustar estarlo, pero sin duda tenderá a ceder su lugar a la razón y al conocimiento. Esto le pasa muy seguido a los científicos que proponen teorías y que muchas veces tienen que acabar aceptando las teorías de otro científico ya que las suyas no soportaron el análisis riguroso de la ciencia y sus métodos. Sin embargo, esta actitud de aceptación del error, rara vez puede ser vista en un creyente. El creyente no duda ni por un minuto, ni le cruza por la cabeza el pensar que su “kit de creencias” puedan estar erróneas. Sino lo contrario, producen en ellos una reacción totalmente opuesta: se vuelven obcecados y se aferran con más fuerza a sus creencias. Y muchas veces pueden ir más allá, pueden ser capaces de injuriar y amenazar si nosotros no cambiamos nuestra idea y nuestra postura. Debemos perdonarlos, ellos no actúan de manera inconsecuente, esa actitud es producto de la falta de criterio y de racionalidad que les fue impuesta por su religión frente a posturas diferentes que puedan poner en tela de juicio sus credos y dogmas. Por supuesto que esto no es saludable, ni para el teísta ni para el ateo. La mayor prueba de esto lo tenemos en las guerras santas que se han producido a lo largo de la historia por cuestiones religiosas, así como de la penosa era con la que tiene que cargar por el resto de su historia la Iglesia Católica que es con la Inquisición. Cuantas mentes inocentes no habrán sido torturadas por el simple hecho de no estar de acuerdo con las creencias que se practicaban en aquella época. Las personas de pensamiento independiente nunca han sido del agrado de las muchedumbres.
Hay que aprender, como versa el adagio, “a cuestionar únicamente las creencias que creemos son verdaderas”. Sino se hace, se corre el riesgo de sufrir de intolerancia. De aquí se desprende otro punto a favor del ateísmo procedente de esa facultad de poder aceptar que se puede estar equivocado. El ateo aprende a ser tolerante. El ateo aprende a ser tolerante frente a la creencia de los demás. Gilbert K. Chesterton declaró que “la tolerancia es la virtud de un hombre sin convicciones”. Personalmente no lo creo. Nietzsche preguntaba, en El Anticristo, si no eran las convicciones más dañinas que las mentiras. No nos desviemos tanto: estoy seguro que el ateo piensa y esta convencido de estar en la posición correcta respecto a la creencia en dioses, como lo esta el creyente de poseer la verdad absoluta de su creencia en dios. Pero el ateo no provocará una lucha encarnizada (y hablo en sentido literal, el ateo no derramará sangre) por imponer sus ideas al creyente. Y aclaro, el ateísmo enseña a ser tolerante, más no indiferente. La diferencia es que el ateo no andará haciendo demagogia barata yendo a casas y ofreciendo la alternativa de que el ateísmo es el camino a seguir, de que es la salvación, etc. Dudo mucho que existan ateos así. A menos que usted aluda el tema, el ateo no mencionara que es ateo y no deseará convertirlo al ateísmo y esto no implica que el ateo se indiferente, si lo pilla a usted hablando de Jesús o de Alá como las verdades inmutables, es muy probable que haga algo al respecto, pero no realizará un hostigamiento debido a que sabe que el ateísmo es una alternativa a la cual uno mismo debe llegar sin imposiciones de ningún tipo. El ateo opta por tomar esa frase que dice “vive y deja vivir”, quien desee discutir y descubrir la verdad acerca de sus creencias religiosas, el ateo estará gustoso de ayudarlo y muy seguro es que lo demolerá. Si a usted no le interesa en lo más mínimo la búsqueda de la verdad e incluso se irrita porque alguien le cuestione sobre su religión, el ateo dará un paso al costado y seguirá su camino. Es una tontería y total pérdida de tiempo debatir con alguien quien declara por su propia voz que no esta interesado en la razón y en la búsqueda de la verdad. Incurriríamos en el mismo error que cometen ellos contra nosotros. Esto no representa indiferencia u “otra clase de intolerancia”; sino lo contrario, si usted insiste a pesar de que ellos se desisten, caerá en el mismo pecados en el cual ellos inciden: la estupidez.
Otra de las cosas buenas del ateísmo es que usted sabe donde está parado. Esto viene a colación por el hecho de que la creencia en dios, en casi todos los creyentes se debe a que es una herencia dada por los padres a los hijos y así sucesivamente. No es en realidad algo que el creyente haya meditado o que se puso a pensar: “si, todo esto que esta hecho, debe tener un creador”; sino lo contrario, “hay un creador , que debió hacer todo lo que esta hecho”. Obviamente estas dos proposiciones no son iguales, y se ve cual aplica inmediatamente al religioso. Muchas veces el verdadero problema de discutir con un teísta, es que este desconoce como defender sus ideas debido a que no tiene ni la menor idea de su origen. El teísta desconoce a profundidad el origen de sus creencias. Solo sabe que es algo que cree desde que tiene conciencia para creer, y nada más. Aparte de que no sabe argumentar ni en el nivel más rudimentario posible. El ateo no tiene este problema. No es necesario que el ateo sea un erudito en filosofía o lógica para que pueda confrontar y salir con gran éxito de un debate acerca de su posición ateísta. Claro que tiene nociones de todo ello: sabe un poco de filosofía, un poco de lógica, sabe realizar buenos argumentos y sobre todo ha realizado todo ese análisis de la creencia en dioses por si mismo, sin que nadie le haya dicho nada, ni impuesto nada. Usted decidió por cuenta propia realizar sus investigaciones, documentarse y hacer sus propias conjeturas. Esto ya representa una enorme ventaja contra el teísta que no sabe de su religión impuesta mas lo que le han dicho sus padres o por lo poco que ha podido llegar a conocer a través de todo su grupo religioso. Puede darse usted cuenta de esto: si tomamos como ejemplo a los cristianos, podrá observarse que la mayoría de ellos no ha leído la Biblia completa. Probablemente solo sepan los pasajes que han oído de la boca de su clérigo, pero hasta ahí. El ateo no necesariamente debe de leer toda la Biblia para tener que volverse ateo, pero es más fácil encontrar ateos que ya la hayan leído que toparse con cristianos que también la hayan leído.
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