Quiénes somos

Glenys Álvarez

Glenys Álvarez

Soy dominicana. Estudié psicología clínica en el Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC). Más tarde obtuve una licenciatura en Literatura Inglesa en la Universidad de Fordham en Manhattan, Nueva York. Y desde hace más de una década he ejercido el periodismo científico en mi país.

Fui criada católica, en un país católico dentro de una familia, exacto, católica. Por suerte, mis padres hoy ya no son religiosos, ni yo tampoco. En mi experiencia, la curiosidad, la lectura, las ganas de pensar y de conocer los mecanismos que conforman el Universo, son ingredientes que pueden llevar a cualquier cerebro al ateísmo, sin embargo, durante años he visto, como es usual entre humanos, todo tipo de creyentes y de ateos.

Para mí ya es imposible creer, por un sinnúmero de variables que pueden encontrar en los variados temas que toco en “La lupa herética”. Soy atea y escéptica. No ando buscando que la gente deje de creer pero sí deseo que el ateísmo quede establecido como algo completamente normal entre humanos, que nuestra forma de pensar sea tan conocida por todos como lo son tantos aspectos de Jesús, que ni siquiera sabemos sin son verdaderos o no. Más aún, es preciso afianzar el laicismo en el mundo ya que es evidente que cualquier gobierno que se aleje de ese ideal nos hace daño a todos. Por último, creo que promover el conocimiento científico es la mejor forma de estudiar el mundo y una de las tantas maneras que podemos contribuir al progreso y a una mejor supervivencia, y no sólo de nuestra especie. Más allá de eso, cada cual que explique los infinitos y singularidades con el personaje de su fantasía preferida; mi posición es esperar por una explicación racional.

Mis años de periodista de la ciencia me han educado, además, en el aspecto de la transmisión de información. Defiendo una posición más relajada, no obstante, menos diluida de los temas científicos. Mi deseo es retirar todas las analogías y metáforas que tengan que ver con seres sobrenaturales de las noticias científicas y explicar los temas, especialmente cuando tienen que ver con la cosmología y la cuántica, como realmente son, sin vincularlos al pensamiento mágico. Llamémosle Higgs a la subpartícula, es lo menos que podemos hacer para honrar al físico que la descubrió.

Marcelo Huerta San Martín

Marcelo Huerta San Martín

Soy argentino, nacido en José C. Paz, provincia de Buenos Aires, en enero de 1970. Durante mucho tiempo viví en la ciudad de San Miguel, sede de cuanta reunión de la jerarquía católica argentina revista alguna importancia; hoy soy un capitalino transplantado en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Dudo mucho que los astros hayan tenido algo que ver en que naciese en una familia de creencias religiosas muy leves; contra mi voluntad, fui bautizado, pero no siguió a ése ningún otro rito católico. En mi infancia me vi rodeado de creencias extrañas según fueran llegando al hogar paterno o al menos a las publicaciones de supermercado que allí pululaban: recibí y acepté confiadamente el poder de las pirámides, el espiritismo y los relatos más chapuceros sobre OVNIs, y yo me los creía todos. Eso sí, de la religión dudaba: aunque una abuela rezadora (más por temor que por devoción, creo) pretendiera enseñarme padrenuestros, mi abuelo, no muy instruido aunque inteligente, me instaba a no creer en otra cosa que en las fuerzas de la naturaleza.

Mi adolescencia no fue mucho mejor. Aunque el campo de mi credulidad se estrechaba, pasé a convencerme de las infinitas bondades de la hipnosis y acepté diversas ideas de la new age como la visualización creativa y el control mental Silva (aunque leyera la Biblia muy críticamente). Finalmente el leer publicaciones en las que la ciencia tenía un lugar respetable y se cuestionaban los supuestos falsos empezó a abrirme los ojos. Algunas novelas de ciencia ficción en las que se reflexionaba sobre la ausencia de Dios en el mundo visible fueron, extrañamente, el vehículo de una mayor reflexión. También contribuyó un libro interesantísimo de John T. Sladek, “Los Nuevos Apócrifos”, en los que se destripaban las más heterogéneas creencias acientíficas. Andando el tiempo y las navegaciones internetianas, encontré grupos de ateos y escépticos, especialmente la interesante lista de correo [escepticos]. Tiempo después encontré, entre otras, la página de Hernán Toro. Y cuando algunas supersticiones y pseudociencias todavía tenían alguna parcela de mi mente, gracias a una mención precisamente en [escepticos], se produjo el gran encuentro con el libro que más sacudió mis puntos de vista sobre el mundo: El mundo y sus demonios de Carl Sagan.

Me gusta mucho leer ciencia ficción, y a veces, cuando me alcanza la voluntad para ello, intento escribir algunas muestras de ese género. Soy analista de sistemas y programador, a veces diría yo que demasiado: en ocasiones programo en mi casa, por gusto. Disfruto las películas de ciencia ficción con buenos argumentos (hay algunas, no crean), la música (en un amplio espectro que incluye tanto la música clásica como la celta y algunas novedades pop), y, por supuesto, Les Luthiers (raramente pasa un día sin que los cite, para fastidio de mis circunvecinos).

Ferney Yesyd Rodríguez

Ferney Yesyd Rodríguez

Soy colombiano, nací en Bogotá en 1979. Soy licenciado en biología y en el momento trabajo en docente de biología con jóvenes de educación básica y media. En cuanto a mi ideología debo confesar que no siempre fui racionalista, de hecho fui criado en un hogar que era miembro de la Iglesia Adventista del Séptimo Día y a los 16 años creía que no sería mala idea ser ministro protestante.

Llegué al ateísmo de una manera que jamás imaginé. Cuando llevaba el segundo año de universidad decidí revisar concienzudamente las bases teóricas de la evolución biológica, lo hice no pensando en volverme evolucionista, por el contrario quería encontrar defectos en lo que creía una ideología del diablo para apartarnos del creador.

Tuve la fortuna de poder comparar la literatura creacionista y evolucionista de primera mano. En este primer paso a mi incredulidad me fueron útiles los libros: “Fósiles e Historia de la Vida” de George Gaylord Simpson, “El Pulgar del Panda” de Stephen Jay Gould y “La verdadera historia de los dinosaurios” de Alan Charing.

Recuerdo que al crecer en mi las dudas sobre la fiabilidad del creacionismo (por 1997) me le acerqué a un pastor de mi denominación pero que no me conocía sobre que responderles a mis compañeros de universidad sobre las objeciones provenientes de los evolucionistas (no le dije que en realidad las dudas eran fruto de mis lecturas) y me sorprendió su respuesta: “No des píe a discusiones, simplemente ora y lee la Biblia, pídele al Señor que fortalezca tu fe y no leas esos libros”.

Luego vinieron las dudas sobre la autenticidad de las revelaciones de la profetisa de la Iglesia Adventista, la señora Elena G. de White y a esto le siguieron mis dudas sobre el cristianismo y el teísmo. Para esta parte final de mi descreimiento me fueron útiles las obras de Carl Sagan “El mundo y sus demonios” y los artículos del incrédulo colombiano Hernán Toro en su página web.

Hablando de otros tópicos soy amante de las caminatas a bosques altoandinos, y la observación de aves silvestres (aunque últimamente mi trabajo no me deja tiempo), me encanta Los Simpsons, soy melómano, mi banda favorita es Aerosmith.


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