La timidez puede ser un problema grave. Algunas personas con una variante extremadamente desarrollada de esta condición se encuentran imposibilitadas a salir de la casa y a enfrentar situaciones tan simples como comprar algo en la farmacia o ir al médico. Sus miedos y fobias a situaciones nuevas los mantienen encerrados en la casa incapaces de socializar o enfrentar las ocurrencias básicas del día.
Hace un par de años, una pastilla contra la timidez fue anunciada en la prensa. El 27 de noviembre de 2002, la BBC publica que un fármaco antidepresivo llamado, Escitalopram, eran capaz de sacar a los tímidos de sus caparazones y permitirles vivir una vida relativamente normal. Sin embargo, las críticas no se hicieron esperar. Muchos psiquiatras y psicólogos pensaban que no era necesario tomar una píldora para curar la timidez y que las personas afectadas con la condición sólo debían poner un poco más de su parte para integrar nuevas y fuertes conductas a su repertorio de miedos, ansiedades y fobias. Un sinnúmero de proyectos de autoayuda, de nueve y doce pasos, nacieron entonces para ayudar a las personas tímidas a controlar sus reacciones nerviosas hacia situaciones que no les son familiares. Sin embargo, en una sociedad habituada a resolver sus problemas con Prozac, Viagra o Xenical, una píldora para resolver la timidez era una esperanza lógica y de sentido común.
Pero la píldora no ha ganado la popularidad deseada y la timidez continúa en manos de profesionales que tratan de usar una combinación de medicamentos y terapias para sacar a las personas de este agujero negro social. Esta semana, un estudio longitudinal realizado por un equipo de investigadores en la Universidad de Harvard y publicado en el diario científico “Science”, asegura que la timidez tiene una base física en el cerebro y que ellos la han encontrado en la amígadala.
Los investigadores examinaron, hace más de veinte años, decenas de niños que habían sido diagnosticados con timidez crónica mediante pruebas de personalidad. Todos los niños fueron examinados a los dos años de edad, o los “terribles dos”, como le llaman algunos psicólogos y casi todos los padres a esta etapa de descubrimientos y travesuras. Dos décadas más tarde, a los 22 años de edad, los sujetos fueron examinados nuevamente, esta vez los investigadores utilizaron tecnología de punta, como máquinas de positrones, para escanear el cerebro durante algunos exámenes.
“Nuestro estudio sugiere que ciertas cargas cerebrales que se disparan durante o en el momento del nacimiento pueden darle una personalidad extrovertida o introvertida al niño. Lo interesante es que comprobamos diferencias luego de un lapso veinte años y de todas esas experiencias”, explicó el doctor Carl Schwartz director del equipo de investigación.
Las pruebas realizadas a los adultos mostraron una actividad distinta en la región del lóbulo temporal llamada amígdala. Esta sección del cerebro, que se encuentra debajo de la superficie del área frontal y media del lóbulo mencionado, ha sido relacionada directamente con el intercambio de información emocional y sentimental respecto a las personas a nuestro alrededor.
“Escaneamos los cerebros de los voluntarios que habían sido tímidos a los dos años de edad mientras les enseñábamos fotos de personas que ellos conocían; lugares familiares como sus hogares o el sitio donde estudiaban, junto con otras fotos de sitios y personas desconocidas. También hicimos lo mismo con personas que nunca fueron diagnosticadas con timidez. Descubrimos que en las personas que eran tímidas desde pequeñas la amígdala se activaba más de lo normal. Las personas que nunca fueron diagnosticadas con timidez no mostraban esta actividad en la región”, dijo Schwartz para la BBC.
Los investigadores opinan que una amígdala que se desarrolle de forma distinta puede contribuir a que la persona resulte más inhibida o tímida cuando es presentada con situaciones o rostros nuevos.
“Hemos descubierto que las diferencias individuales en el temperamento están asociadas con diferencias persistentes en la respuesta de la amígdala luego de más de veinte años de experiencia de vida. Esperamos que la investigación nos ayude a realizar diagnósticos tempranos para fortalecer esta debilidad en los niños y prevenir problemas en la adultez”, concluyó el neurólogo.
La amígdala y la timidez
Científicos en la Universidad de Harvard han descubierto una relación interesante entre las personas tímidas y diferencias en la actividad en la región cerebral llamada amígdala. Este lugar, que forma parte del sistema límbico o emocional, está encargado de enviar información emocional y sentimental sobre gente, lugares y objetos familiares o desconocidos en el mundo de la persona.
Mediante pruebas realizadas con personas diagnosticadas con timidez a los dos años y escaneos cerebrales realizados veinte años más tarde, los médicos identificaron cierto aumento en la actividad de esta región en los cerebros tímidos. “Cuando realizábamos las pruebas, donde les mostrábamos personas familiares y desconocidas, la amígdala de los jóvenes tímidos en la infancia se encendía más en la pantalla cuando éstos observaban rostros o lugares desconocidos. Mientras que cuando veían rostros familiares todo continuaba normal. No obstante, el grupo control no mostró ninguna actividad extra cuando observaban lugares o caras desconocidas”, aseguró el doctor Carl Schwartz, director de la investigación.
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