Russell Crowe es mucho más popular entre las mujeres que toman la píldora que las que no. Pero no es culpa del actor si no de su rostro. Un nuevo estudio, realizado en Gran Bretaña en las universidades Stirling y St. Andrews y patrocinado por la Asociación Británica de Psicología, ha demostrado que las mujeres que toman la píldora tienden a preferir hombres con aspecto de macho, viriles y masculinos. Mientras que las que no usan el anticonceptivo prefieren a los hombres de rostros más suaves que denotan un alto grado de sensibilidad.
Este no es el primer estudio al respecto. En 1999, el diario científico Nature, publicó otros experimentos realizados también por la Universidad de St. Andrews cuyas conclusiones fueron algo controvertidas en su momento. El primer experimento utilizó un grupo de mujeres en distintas épocas de su ciclo menstrual y de ovulación. A estas personas se le enseñaron las caras de distintos hombres y se les pidió que eligiesen con cuáles les gustaría tener sólo una aventura y a cuáles elegirían como pareja a largo plazo. Los resultados sorprendieron a los psicólogos evolutivos que realizaron las encuestas y analizaron los resultados.
De acuerdo con este estudio, las mujeres son atraídas por hombres que lucen masculinos sólo en el momento en que se encuentran más fértiles. No obstante, en el momento en que están menos fértiles, todos los sujetos del estudio eligieron a hombres con rasgos suaves y menos viriles. Los primeros son vistos como más fuertes y saludables genéticamente mientras que los segundos se perciben como más cooperadores con la familia y más amables con la cría.
“En términos evolutivos”, sugirió David Perret de la Universidad de St. Andrews y uno de los encargados del estudio, “esto quiere decir que es natural para una mujer ser infiel para asegurar los mejores genes. Es decir, la mujer elige al hombre cooperador para que críe a sus hijos pero prefiere que el padre biológico sea el hombre viril y masculino”.
Sin embargo, estas estrategias evolutivas no tienen que ver con el sentido ético de la sociedad actual. En otras palabras, la estrategia evolutiva animal, que lleva millones de años elaborando una mejor táctica de reproducción y vida, no tiene mucho que ver con las normas sociales en que vivimos.
“No estamos promoviendo, con estos estudios, ningún tipo de estrategia en particular. En el presente, las variables que juegan en el proceso de elección de pareja ya están muy contaminadas con la moral, la estética y las normas impuestas por cada sociedad. No obstante, estos estudios nos ayudan a comprender los mecanismos que utiliza nuestro sistema biológico para ayudarnos a sobrevivir”, advirtió Nick Neave, psicólogo evolutivo de la Universidad de Northumbria.
Estos estudios corroboran los nuevos experimentos realizados en St. Andrews y Stirling esta semana.
“Hemos descubierto que existen mecanismos biológicos que influyen en la elección de una mujer a la hora de escoger a su pareja. No creemos que esto se dé puramente en nuestra sociedad, pero sí ha sido la estrategis utilizada por los animales en el proceso de evolución”, explicó Tony Little, director del nuevo estudio.
Durante el estudio sobre los efectos del anticonceptivo, los científicos descubrieron que las mujeres que toman la píldora prefirieron, en todo momento, a los hombres con rostros viriles, mientras que las que no toman el anticonceptivo eligieron como parejas a hombres con rostros más suaves y femeninos.
“Creemos que la píldora influye en esta decisión porque bloquea el proceso natural de ovulación. En el estudio anterior, las mujeres sólo preferían a los hombres viriles en la semana en que estaban más fértiles. Sin embargo, cuando están tomando la píldora, la preferencia se vuelve permanente. Como no pueden embarazarse, creen que estos machos pueden convertirse en sus parejas estables, pero al dejar de tomar la píldora es posible que no deseen estar más con la pareja que han elegido”, explicó Little.
Las mujeres que eligieron a los hombres con rostros más femeninos y suaves no estaban bajo la influencia del químico. “Estamos seguros que estos efectos se pierden en el contexto social moderno”, aseguró Paula Nicolson de la Universidad de Sheffield. “La biología puede explicaros muchas cosas sobre el comportamiento humano pero no podemos utilizarla como la única arma de investigación, especialmente en estos tiempos donde la ética, la moral y otras variables juegan un papel decisivo en las decisiones que tomamos para vivir”, concluyó.
Las funciones de la testosterona
Las hormonas y las feromonas son protagonistas biológicas de la conducta amorosa de los animales. En estudios realizados en Japón y Escocia se descubrió que durante la semana principal y más fértil del ciclo de ovulación en la mujer, hay una hormona que parece encantarlas con su olor. No obstante y curiosamente, el olor de esta misma hormona disgusta a las mujeres cuando no se encuentra en esta semana fértil. Esta hormona es el resultado de la testosterona en el hombre. Esta misma sustancia es la que se encarga de conferirles rostros más masculinos a los hombres que poseen un alto grado de ella. Desde el momento de la concepción, la cantidad de testosterona en el hombre determinará sus rasgos faciales y le suministrará con una mejor habilidad para combatir las enfermedades. También las características faciales de los hombres son determinadas por el nivel hormonal que tenga. Por lo tanto, los hombres con rostros más viriles representan una mejor alternativa para producir hijos que también cuenten con estas habilidades para combatir enfermedades, no obstante, sus caras también denotan, en las mujeres, cierta irresponsabilidad y espíritu aventurero que las predispone en el momento de elegirlos como parejas a largo plazo. Por otro lado, los rostros más femeninos, suaves y con características sensibles, son escogidos para criar a los hijos y como compañeros de por vida. La píldora, de acuerdo con los estudios, bloquea el ciclo de ovulación de la mujer y desarticula esta estrategia evolutiva. Altos niveles de testosterona en los animales varones también está vinculada a mayor incidencia en la agresividad y la dominación.
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