Neurología. Hace casi ya treinta años, investigadores estadounidenses descubrieron algo formidable y misterioso. El cerebro contiene receptores especiales para interactuar con drogas derivadas del opio. Los científicos no podían comprender por qué la materia gris de todos los seres humanos había evolucionado receptores para unos químicos de una planta que sólo se conocía en el Oriente. ¿Cuál era el propósito de la existencia de estos receptores?
En 1975, John Hughes y Hans Kosterlitz, descubrieron una molécula muy similar a la morfina a la que llamaron Enkefalina o “dentro de la cabeza” y su estructura ayudó a explicar por qué el cerebro había desarrollado estos receptores. Evidentemente no había sido para recibir inyecciones de morfina o de heroína sino que el mismo órgano manufactura sus neuroquímicos que le ayudan a salir de varios trances estresantes. Desde entonces, estas moléculas han sido clasificadas en varios tipos y denominadas Endorfinas por un equipo de la Universidad de John Hopkins encabezado por el doctor Solomon Snyder.
“El nombre es una mezcla de las palabras, endógena, que significa “producido por el organismo”, y morfina”, dijo Snyder para el periódico The New York Times.
El descubrimiento de las endorfinas y su función en el organismo se hizo muy popular en corto tiempo. Para ese entonces, el ejercicio vigoroso, como correr, hacer aeróbicos y montar bicicleta, se estaba poniendo muy de moda y muchos artículos en la prensa hablaban del bienestar del ejercicio y lo mucho que producía una sensación de complacencia y satisfacción cuando las personas se ejercitaban por largas e intensas sesiones. El término “runner´s high” (algo así como el bienestar del corredor) se comenzó a usar luego que varios análisis de sangre, de personas que habían ejercitado intensamente, mostraron que la mayoría poseía un alto nivel de endorfinas. Desde entonces, todo el que se siente bien luego de hacer ejercicios lo atribuye a estas populares sustancias. Sin embargo, las investigaciones realizadas no muestran ninguna correlación entre el ejercicio y las endorfinas. El doctor Snyder dice que la historia no es más que una buena leyenda urbana de la medicina.
“El que se encuentren altos niveles de endorfinas en la sangre de la gente que ejercita no nos dice nada sobre el cerebro. Las endorfinas no pasan de la sangre del organismo al cerebro y para saber si en realidad existe una alta actividad de ellas en el cerebro habría que analizar la materia gris durante o inmediatamente después del ejercicio y esto ha sido casi imposible ya que las técnicas que poseemos para lograrlo son muy invasoras. Tendríamos que usar resonancia magnética en el cerebro o tomar muestras de la espina dorsal”.
No obstante, los investigadores han utilizado otro camino para explicar la euforia que causa el ejercicio. Este nuevo camino no tiene nada que ver con las endorfinas sino con la adicción. Por décadas, la ciencia ha estado buscando el camino cerebral que traza los comportamientos adictivos en las personas y en algunos animales como las ratas. Ciertos experimentos realizados con estos animales comprobaron que el ejercicio puede convertirse en una adicción.
La doctora Virginia Grant nos explica algunos de sus experimentos. “Hemos tomado grupos de ratas en distintas jaulas. A todas sólo le damos comida por una hora en el día, las demás 23 horas restantes, las ratas tenían que buscar algo que hacer. A un grupo le pusimos ruedas para correr dentro de sus jaulas, a otro grupo no le pusimos nada. Descubrimos, para nuestra sorpresa, que el grupo que no tenía nada que hacer se adaptó a comer y a dormir sin hacer mucho más. Sin embargo, las ratas que tenían la opción de correr en las ruedas lo hicieron, de tal forma, que corrían hasta más de 25 kilómetros al día. Tanto así que dejaron de comer por correr y en dos semanas estaban todas muertas del hambre. La conclusión es clara, las ratas se volvieron adictas a correr”.
Ahora, unos investigadores en Estocolmo pueden que tengan la respuesta a este dilema del ejercicio como adicción. El doctor Stefan Brene del Instituto Karolinska en Estocolmo afirma haber descubierto qué hace que algunas personas sientan el bienestar y la energía del ejercicio y otras no. Para el equipo, todas estas actividades tienen un camino en común, la liberación de dopamina en el cerebro.
“Hemos descubierto un solo camino en común para todas las adicciones, ya sea heroína, morfina, cannabis, cocaína, anfetaminas, no importa, la ruta que se crea en el cerebro no tiene nada que ver con los efectos que causa la droga en la persona. La adicción es algo aparte y ajena a la actividad que la produce. Todas estas drogas y actividades precipitan una señal química en la materia gris que llega al “nucleus accumbens” que se encuentra en la parte frontal del cerebro. Esa señal causa siempre lo mismo: el flujo de dopamina en el cerebro. Creemos que la dopamina es lo que hace que los ratones sigan corriendo y que el adicto a la heroína recurra a lo que sea para buscar su dosis. El fin es activar esta región en el cerebro que libera la dopamina. Esta sustancia es la que causa el sentimiento de bienestar en algunas personas que se vuelven adictas al ejercicio”.
Según los descubrimientos, este sentimiento no se produce en todas las personas porque hay cerebros más propensos a correr la ruta adictiva hacia la dopamina que otros.
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