El gen del pensamiento racional

Es indudable que en un punto clave de nuestro camino evolutivo, el Homo sapiens tomó una ruta distinta. La selección natural durante la evolución presionó el desarrollo rápido y profundo de ciertas características exclusivas a nuestra especie. Ni siquiera los chimpancés, que son nuestros familiares vivos más cercanos, poseen un poder cerebral tan agudo como el del ser humano. Sin embargo, la ciencia de la evolución aún no tiene muy claro los elementos que estuvieron involucrados en la producción y el desarrollo del cerebro humano. Hasta el momento, los científicos de estas áreas se han concentrado en el estudio de la estructura cerebral, con sus diferencias y similitudes entre las distintas especies, pero no se había encontrado aún evidencias genéticas de la creación y el desarrollo del cerebro humano, tan distinto al de las demás especies.

Pero la genética puede que tenga la llave para abrir la puerta evolutiva del poder neuronal del Homo sapiens, una cualidad que lo ha puesto en una posición especial frente a las demás especies en el planeta. El estudio de los genes y de los genomas de distintos animales, no sólo ha descubierto la similitud entre los seres vivos en la Tierra sino que ha descubierto y analizado esas características que nos hacen distintos al gorila y a los simpáticos bonobos.

Las semejanzas genéticas no deben sorprendernos. No es muy distinta la forma en que funciona el corazón del monito en la jaula a la del señor que maneja el tractor en el campo. La gran diferencia está en las habilidades neuronales entre ambos. Los seres humanos hemos desarrollado áreas cerebrales que nos permiten realizar actividades que ningún otro animal es capaz de efectuar. Los ejemplos son innumerables y absolutamente obvios. El lenguaje y el pensamiento racional abstracto son dos de las muestras más poderosas y dos de las diferencias más notorias entre el Homo sapiens y las demás especies de primates. Y, para los estudiosos de la evolución de las especies, el camino hacia esa diferencia es sumamente importante para entender el desarrollo del ser humano como especie.

Esta semana, los investigadores del área comenzaron a pavimentar un nuevo camino en el estudio evolutivo del cerebro. En un experimento genético que involucró a varias especies en los distintos eslabones evolutivos, se ha observado por primera vez un gen que puede estar directamente involucrado con la creación y el desarrollo de la corteza cerebral, la región neuronal que se encarga del razonamiento abstracto. Esta área del cerebro es mucho más grande en los humanos y cuenta con unas células enormes llamadas “spindles” que no son comunes en los demás primates. Más aún, de acuerdo con la nueva investigación, la región está colmada de cambios genéticos acumulados de una especie a otra.

La primera sospecha de que un gen tenía que ver con los cambios en la corteza cerebral surgió de unos estudios anteriores. El doctor Christopher Walsh, del Centro Médico Beth de Israel, descubrió que las personas que tenían mutaciones en un gen conocido como ASPM, sufrían de microcefalia, una reducción notable de la corteza cerebral. Esta asociación originó la nueva investigación, realizada en el Instituto Médico Howard Hughes, en Estados Unidos, donde el doctor Bruce Lahn de la Universidad de Chicago, junto a otros investigadores, descubrió el papel del gen a través del tiempo. Para realizar tan interesante experimento los científicos decidieron comparar la estructura y las mutaciones del gen en distintas especies. “Tanto en primates cercanos al Homo sapiens, como en otras especies que presentan menor complejidad en su sistema nervioso central tales como las vacas, los gatos, los perros y las ratas, para nombrar algunos.

Los científicos observaron los cambios o mutaciones y las diferencias que se presentaban en el gen de acuerdo con el lugar que ocupa el animal en la cadena evolutiva. Entre los primates observados estuvieron el chimpancé, el gorila, el orangután y el mono lechuza, entre otros. Este último es el más primitivo entre los animales observados y los cambios genéticos advertidos en el gen ASPM de este animal, con el bonobo, el orangután, el gorila y el chimpancé, son muy pobres en comparación con el cambio genético acumulado entre el chimpancé y el ser humano.

La acumulación de cambios entre el chimpancé y el ser humano es impresionante. Creemos que este gen está involucrado directamente en la regulación de la velocidad en que las células nerviosas son producidas en la corteza cerebral. En nuestro trabajo”, explicó Lahn, “hemos buscado la evolución de una gran cantidad de genes en un vasto número de casos y sólo hemos encontrado cambios de adaptación muy débiles por lo que fue muy impresionante constatar que este gen muestra señas inequívocas y fuertes de evolución de adaptación, más que ningún otro gen que hayamos estudiado”.

Los investigadores no encontraron estas señales entre otras especies como las vacas, los perros, las ratas y los gatos. Sólo el ser humano ha acumulado tantos cambios. También confirma que la selección natural fue presionada para que actuara de forma rápida y profunda en los cambios genéticos acumulados en el cerebro humano.

¿Qué hicieron?

El estudio utiliza a un gen para demostrar el camino evolutivo especial que tomó nuestra especie. El gen, conocido como ASPM, se encarga de regular el crecimiento neuronal en la corteza cerebral de los seres vivos.

¿Cómo lo hicieron?

Los investigadores estudiaron las mutaciones acumuladas en este gen en distintas especies. Desde el ser humano, en el tope de la complejidad cerebral, hasta las ratas y los perros los cuales son menos complejos. De acuerdo con los impresionantes resultados, los seres humanos tomamos un camino muy exclusivo luego de que nos separamos de nuestro ancestro vivo más cercano, los chimpancés.

¿Cuál es la importancia?

Este estudio no sólo confirma la importancia del estudio genético para confirmar la teoría de la evolución y descubrir cómo nos desarrollamos y qué nos hace distintos a las demás especies, sino que demuestra que la evolución humana tomó un camino acelerado y profundo que nos diferenció para siempre de los demás seres vivos sobre el planeta.


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