La Luna tiene el corazón derretido

La Luna ha sido una inquebrantable inspiración para poetas y artistas de todo tipo. Pero esta vez, los resultados de múltiples experimentos científicos, podrán generar más metáforas y símiles que las cientos de miles ya conocidas. Resulta que medidas tomadas y analizadas, por más de 30 años, a través de disparos de rayos láser hacia nuestro único satélite, han permitido detectar la presencia de un núcleo parcialmente derretido en el centro de nuestra roca vecina. Los investigadores aseguran que nuestro bello satélite posee un corazón derretido. Esta información puede ser beneficiosa para entender, no sólo el origen de la Luna, sino el estudio del origen de la gravedad y la naturaleza de la aceleración misteriosa que continúa empujando a las galaxias en el Cosmos por más de cinco mil millones de años.

El equipo dice necesitar medidas más exactas para estar completamente seguros de los resultados, sin embargo, esta no es la primera vez que la teoría de un núcleo derretido en el centro del satélite es estudiada. En 1969, cuando los primeros astronautas “alunizaron” sobre nuestra popular roca, varios aparatos fueron instalados sobre su superficie. Entre ellos se encontraban algunos sismómetros que se encargaron de seguir y analizar ondas originadas por “lunamotos”, es decir, terremotos lunares. Estos aparatos reportaron que las ondas generadas por estos movimientos perdían energía cuando llegaban a los 1,000 kilómetros de profundidad, casi en el centro del satélite. Se trataba de una de las primeras pistas de que el centro del satélite no estaba compuesto de roca sólida. Sin embargo, los sismómetros requieren de energía para funcionar y, en 1977, se apagaron totalmente.

El Prospector Lunar, que le costara a la NASA 63 millones de dólares, también ha estado midiendo las características de elasticidad y flexibilidad de la superficie lunar y ha encontrado pistas que sugieren fuertemente que el centro de la luna está formado por rocas fundidas. La nave, que orbita el satélite, obtuvo unas medidas matemáticas, conocidas como los números de Love (en nombre del matemático de Oxford Augustus E. H. Love) que resultan muy elevadas para una roca relativamente pequeña como ella.

Estas mediciones captan la elasticidad de la superficie y el interior de cualquier cuerpo celestial. En este caso, los investigadores miden los cambios en la superficie de cualquier objeto debido a los tirones gravitacionales de otros cuerpos que se encuentran en su cercanía. La Tierra, por ejemplo, tiene un número de Love de .3, esto quiere decir que nuestra superficie cambia y se mueve, más o menos medio metro diariamente, debido a los tirones del sol y la luna. Venus también tiene un número de Love de .3 porque su superficie se mueve cuatro metros diariamente. La Luna, por otro lado, tiene un número de Love inferior, .0266, ya que es mucho más pequeña que estos dos planetas. No obstante, el número es lo bastante alto para sugerir que el satélite no está compuesto en su totalidad de roca sólida.

Los más recientes resultados han sido obtenidos con los disparos de rayos láser hacia el satélite. James G. Williams, director del experimento conducido por los Laboratorios de Propulsión a Chorro (JPL son sus siglas en inglés) de la NASA, explica estas medidas. “Utilizamos rayos láser porque son los más concentrados y pueden hacer el viaje de ida y vuelta, es decir, recorrer los 1,100 millones de kilómetros y llegar de vuelta al observatorio con señales suficientemente fuertes para que puedan detectarse”.

Williams y otros investigadores están tratando de construir detectores mucho más sensibles ya que las señales que llegan a los observatorios en la Tierra son muy débiles. Varias misiones lunares, desde 1969 hasta 1977, tanto estadounidenses como rusas, se encargaron de instalar sobre la Luna estos retrorreflectores que ahora están siendo utilizados para medir distintas características, no sólo del satélite sino del Sistema Solar y del Universo mismo. Los reflectores ubicados en la Luna están hechos de cubos de sílice (arena de cuarzo vidrioso) y alineados directamente hacia el Observatorio McDonald en Texas y otro observatorio en Francia. Desde los observatorios se disparan rayos láser hacia esto retrorreflectores que los devuelven hacia su punto de origen. El viaje de ida y vuelta del rayo láser toma dos segundos y medio o un poco más, dependiendo si la Luna está más cerca o más lejana de la Tierra en el momento de la medición. Según las mediciones realizadas con estos rayos, la Luna nació de una gran colisión.

“Los rayos que utilizamos pueden, en teoría, dejar a una persona ciega”, dice el doctor Jerry R. Wiant, uno de los ingenieros que ha estado trabajando con las mediciones de láser por 32 años. “Por esto contamos con un radar que apaga el sistema, inmediatamente, si detecta un avión en las cercanías”.

El nacimiento de nuestro solitario satélite

Los científicos esperan poder resolver el dilema del origen lunar y de la aceleración misteriosa del universo a través de rayos láser mucho más potentes y reflectores más sensibles. Hasta el momento, los investigadores creen que la Luna tiene un corazón parcialmente líquido de algunos 506 kilómetros de radio a su vez rodeado de otra capa derretida de rocas, mucho más grande, que permite la flexibilidad y la elasticidad de su superficie e interior. Este descubrimiento realza una de las dos teorías más populares sobre su nacimiento. Una de estas teorías dice que la Luna fue producto de una rotación extremadamente rápida de la Tierra que la formó. Sin embargo, la teoría que puede corroborar estos nuevos experimentos, dice que nuestro satélite se forjó después de una gran colisión, entre la Tierra y algún otro objeto celestial, que dejara los restos del choque orbitando el planeta. Estos residuos se fueron uniendo hasta formar la Luna, con su pequeño y derretido corazón. Los experimentos con láser han descubierto hasta el momento que la Luna se aleja de la Tierra y que la forma de nuestro planeta azul ha estado y, continúa, cambiando.


Comentarios

Comments powered by Disqus