Genética. La biología evolutiva intenta explicar el origen y el desarrollo de los genomas en los organismos terrestres y, ahora, dos equipos de genetistas han descubierto otra fuerza esencial en la evolución genética: prevenir la formación de proteínas plegadas.
Cuando Charles Darwin exploraba las islas Galápagos, la genética, como la conocemos hoy, aún se encontraba en pañales. Por eso, y por mucho más, es tan impresionante leer El origen de las especies ahora y ratificar así, de forma espectacular, las observaciones y explicaciones del biólogo con el conocimiento que poseemos sobre los genomas terrestres.
De hecho, la biología evolutiva, después de Darwin, puede compararse con una explosión intensamente agresiva que nos ha brindado los genomas decodificados de cientos de animales. Además, la biología moderna sabe mucho más sobre el pasado de los organismos terrestres gracias a comparaciones genéticas. Pero el camino, aunque ayudado por la tecnología, es complejo y las proposiciones, que ahora son más exactas que siglos atrás, muchas veces difíciles de entender. Primero, es preciso que sepamos por qué es importante el estudio de las proteínas. Estas moléculas son el resultado de la acción de los genes y, sin ellas, no es posible que exista ningún animal, incluyendo, por supuesto, a los humanos.
Nuestro genoma es una eficaz máquina de manufacturar proteínas y estas últimas son macromoléculas compuestas por aminoácidos cuyas secuencias son dictadas por los genes que la producen. Las proteínas son, a su vez, esenciales en el desarrollo celular, y ya todos sabemos lo importantes que son las células.
Pero el biólogo que estudia la evolución, como el famoso naturalista del siglo XIX, se interesa en los genes y las proteínas con la meta de encontrar los pasos de su desarrollo a través de las distintas especies terrestres y los elementos que permitieron su nacimiento. Ahora, científicos en las universidades de Harvard y Austin, han descubierto que la evolución genética ha sido moldeada fuertemente por el esfuerzo de los genes en prevenir y tolerar errores en la producción de proteínas.
En otras palabras, el camino que han tomado los genomas de los organismos terrestres está estrechamente vinculado por esa “necesidad”, digamos, de evitar errores que podrían causar enfermedades neurodegenerativas, o de otros tipos, en el ser vivo.
“Por mucho tiempo se ha pensado que la fuerza principal en la selección natural dentro de los genes que codifican proteínas es la necesidad de que las proteínas continúen funcionando”, explicó D. Allan Drummond, de Harvard. “Nuestro estudio sugiere que otra fuerza esencial es igual de importante: la necesidad de evitar la manufacturación de proteínas dobladas y malformadas que causen problemas mayores”.
El mal de las vacas locas
El equivalente en humanos a esta enfermedad conocida como encefalopatía espongiforme bovina tiene un nombre complicado: Creutzfeldt-Jakob, y su aparición popularizó en los medios una palabrita que aún asusta a muchos, “priones”. Estas moléculas, son el resultado de malformaciones ocurridas cuando la proteína se doblaba. Tenga en cuenta que para que las proteínas se vuelvan biológicamente activas, es decir, que funciones, tienen que plegarse; si este doblaje sale mal, la proteína se vuelve tóxica. A pesar de ello, es conocido que nuestro sistema celular comete errores en el 20% de las moléculas. “La adaptación a este proceso tan sorprendentemente descuidado es crucial para comprender la evolución de los genes a través de las especies sobre el planeta”, escribió Steve Bradt para The Harvard Gazette.
La meta es detectar mutaciones a tiempo
Drummond y Claus O. Wilke, de Austin, estudiaron humanos, ratones, moscas, gusanos, bacterias y levadura con el fin de obtener una idea clara sobre los cambios evolutivos entre especies bastante distintas. Asombrosamente, lo que descubrieron fue que la vida es muy similar entre todos los seres vivos. “La mayor parte de los estudios en evolución se ha concentrado en lo que nos hace tan diferentes entre especies, sin embargo, nuestro trabajo se concentra en esas partes fundamentales que caracterizan a todos los organismos, no importa la especie”, dijo Drummond. El experimento tiene implicaciones futuras para avanzar el conocimiento sobre condiciones neurodegenerativas, como la enfermedad de Lou Gehrig. “El trabajo puede brindarnos nuevas formas para detectar mutaciones genéticas que degeneren en la producción de proteínas malformadas y tóxicas que se transformen luego en enfermedades letales”, dijo Wilke.
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