La empatía y la violencia son hermanas en el cerebro

Neurología. Sentimientos opuestos, como el odio y el amor, la empatía y la violencia, comparten recorridos neuronales, hechos que esclarecen un poco más el complicado comportamiento de los humanos.

La voluntaria se acostó en la fría bandeja de la máquina de resonancia magnética funcional sin dejar de llorar. Estaba devastada. Helen Fisher, la antropóloga de la Universidad de Rutgers encargada del experimento, había visto a esta chica meses antes en pleno éxtasis de amor. Había medido los circuitos en su cerebro cuando la joven mujer (y otros voluntarios enamorados) miraban una foto de su amado mientras sus cerebros eran observados dentro del fMRI y zonas se iluminaban en un estupendo mapa neuronal del amor romántico.

Ahora, la chica había sido abandonada. Aquel que una vez activaba neurotransmisores placenteros que llenaban su cerebro de sensaciones de felicidad, ahora sólo le provocaba llanto y odio. No podía pensar en él pero no dejaba de pensar en él.

Fisher sabía que era un poco tortuosa esta fase del experimento, no obstante, la jovencita era la muestra perfecta para estudiar el desamor en un cerebro ya conocido y estudiado, un cerebro que hacía unos meses se encontraba en un estado completamente opuesto al actual.

La joven casi se sale de la máquina cuando la imagen de su ex prometido brilló en la pantalla. Su dolor era palpable y no sólo por el obvio lenguaje corporal que lo acompañaba sino porque su cerebro también se iluminaba en patrones diferentes. Pero un elemento curioso llamó la atención de Fisher: los caminos similares. Cuando la antropóloga comparó los resultados de la resonancia del cerebro enamorado de la chica con los de sus neuronas despechadas, se dio cuenta de que el amor y el odio comparten ciertos recorridos, circuitos nerviosos que pueden provocarte sentimientos completamente opuestos.

Los resultados de Fisher han sido corroborados por otros experimentos realizados en Europa y, realmente, el hallazgo conseguía explicar perfectamente las conductas violentas que pueden desencadenarse cuando le rompen a una persona el ‘corazón’.

“El amor se convierte en odio porque existe un mecanismo que lo propicia y que puede estar más o menos desarrollado en ciertas personas. Podemos elucubrar sobre los caminos evolutivos que tomaron estos sentimientos para que hoy nos conviertan en bombas de tiempo, pero están ahí en el cerebro y juegan peligrosamente juntos”, expresó Fisher en una entrevista con Salon.com.

Ahora, un nuevo estudio en la Universidad de Valencia, España, ha encontrado que la violencia se desprende de la intensa empatía que caracteriza a nuestra especie. “Así como nuestra especie podría considerarse la más violenta, ya que somos capaces de asesinatos en serie, genocidios y otras atrocidades, también somos la especie con más empatía, lo que aparentaría ser la otra cara de la moneda”, explica Luis Moya Albiol, autor principal del estudio e investigador en dicha universidad.

Áreas cerebrales que juegan papeles fundamentales

Para el equipo de investigadores en Valencia, las cortezas prefrontal y temporal, la amígdala y otros elementos del sistema límbico cerebral (que más o menos tiene un papel fundamental en nuestras emociones) como son la insulina y la corteza cingulada, juegan un papel fundamental en todas las situaciones en que aparece la empatía.

“Estas partes del cerebro coinciden de forma sorprendente con las que regulan la agresión y la violencia, como resultado argumentamos que estos circuitos cerebrales, tanto para la empatía como para la violencia, pueden ser parcialmente similares. Todos sabemos que promover la empatía tiene un efecto inhibidor en la violencia, ahora vemos que esto no es sólo una cuestión social sino también biológica. Si estimulamos estos circuitos neuronales en una dirección reduce la actividad en el otro” agregó el investigador.

Los investigadores explican lo que ellos piensan debe ser una educación en empatía, ya que educar bajo estos conceptos enseña al cerebro a ser menos violento. Educar en la empatía es educar por la paz”, explicó Moya Albiol.

Formas antiguas de sobrevivir

Es fácil imaginar por qué poseemos empatía. Es una característica necesaria para animales que viven en un grupo. De la empatía, de hecho, surge nuestra ética en general y las normas morales que establecemos en nuestras sociedades y que evolucionan con el tiempo. Ahora bien, no pensemos ni por un segundo que la capacidad de ponernos en la situación de otro animal es algo exclusivo de los humanos, pues no lo es. De hecho, el estudio en los demás animales permite que conozcamos mejor los mecanismos, tanto genéticos como neurológicos, que están involucrados en estos sentimientos tan esenciales para la supervivencia. Más aún, enfermedades y síndromes modernos, como el autismo y ciertas psicopatías, están caracterizadas por la falta de empatía en los que las padecen. Por lo tanto, el estudio detallado de estos circuitos cerebrales podría brindarnos la solución a un sinnúmero de problemas mentales en millones de personas que no pueden llevar una vida más o menos normal.

Este estudio sobre la empatía y la violencia fue publicado en la edición más reciente de la ‘Revista de Neurología’.


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