Conducta animal: De acuerdo con investigaciones recientes, los demás animales sobre el planeta muestran patrones estereotípicos comparables con las personalidades humanas.
El estudio de la conducta animal en general nos ha reintegrado cabalmente al reino terrestre del que somos parte. La decodificación y los numerosos análisis de los genomas trazan los mapas del pasado, alejándonos y acercándonos de las distintas especies en el árbol genealógico del planeta, sin embargo, es en el estudio de la conducta de las otras criaturas con las que compartimos la Tierra, donde descubrimos comportamientos tan similares que propician la comparación y esclarecen nuestras propias acciones.
Los investigadores de estos temas se están haciendo preguntas como: “si los gansos comienzan a perseguir algo en una cacería salvaje, ¿qué tipo de ganso es el líder del grupo?, ¿cuáles lo siguen con el afán de la competencia y cuáles simplemente quieren complacerlo? Análisis como éstos han dado resultados sorprendentes, las personalidades varias en las que tendemos a clasificar a las personas a nuestro alrededor, es decir, los estereotipos, también es posible hallarlos en los demás animales, no sólo en los primates. Divas, líderes, solitarios, aburridos, seguidores, comediantes, atrevidos y agresivas, los tipos son tan variados como las personas que habitan cualquier vecindario y, no sólo eso, estas características pueden ser descubiertas tanto en un chimpancé como en un pez y los animales tienden a morir con la misma personalidad con la que nacieron. Así como con los humanos, es casi imposible cambiar quien realmente eres.
“La gallina aventurera de hoy es la que verás cruzando la calle mañana”, escribió para The New York Times, la periodista científica Natalie Angier. “Los científicos ya cuentan con modelos de computadora donde pueden estudiar qué tipos de personalidades son establecidas y mantenidas en una población específica y están explorando los ganancias y los perjuicios de mantener estos diferentes estilos personales”.
Angier cita, por ejemplo, los estudios realizados por J. Chawick Johnson, en la Universidad del Estado de Arizona, con peces araña. Hay algunas féminas en estas especies que sencillamente tienen un apetito voraz y devoran todo lo que encuentran. Esta conducta las convierte en adultas grandes y fecundas, sin embargo, también conlleva un grave problema, el apetito es tan intenso que estas hembras tienden luego a comerse a los machos antes de que las fecunden, y allí muere entonces toda la posibilidad genética de subsistir, en un bocado pierden las posibilidades que le brindaba su alta fecundidad.
Lo mismo ha ocurrido con estudios en gansos. Dentro del grupo se han encontrado los líderes y los seguidores y, curiosamente, los investigadores no encontraron ninguna correlación entre características estándares como el tamaño, el dominio social o que el individuo sea macho; de hecho, cuenta Angier, en este estudio realizado en la Universidad de Wageningen en los Países Bajos, la única característica que podría relacionarse con los líderes era la audacia, la disposición de acercarse a investigar objetos desconocidos. “Los gansos no son estúpidos, los seguidores saben que el ganso más audaz es el que consigue nuevos alimentos y si quieres consejos sobre dónde se come mejor, la idea más inteligente es seguir al que sabe de eso y tiene el mejor récord en el grupo”, explica la periodista.
Más aún, heredamos predisposiciones pequeñas que pueden hacer a nuestro sistema nervioso más propenso a los estímulos externos e incrementar nuestra sensibilidad hacia ellos. Otras personas carecen de ciertos receptores cerebrales y pasan por la vida como si nada los afectara. Estas diferencias también se dan en los demás animales, no sólo en los humanos.
“Hay personas hipersensibles que se asemejan a ciertos puercos y ratones que hemos estudiado en el laboratorio. No se trata de antropomorfismo, simplemente compartimos demasiada biología con los demás animales como para no compartir con ellos también, los mismos tipos de personalidades”, dijo el doctor David Sloan Wilson de la Universidad del Estado de Nueva York en Binghamton.
Preocupados por el antropomorfismo
El estudio animal en biología tiene como objetivo alejarse lo más posible del antropomorfismo, la idea de asignar cualidades humanas a seres no humanos, sin embargo, investigadores en el campo exponen que en estos casos, las conductas que han descubierto y estudiado sencillamente corresponden a las mismas que estudiamos en la psicología humana. “Algunos de los patrones de comportamiento de los que estamos hablando son similares a lo que llamamos personalidad en la literatura de la psicología humana. ¿Entonces, por qué no llamarlo personalidad en los demás animales también?”, expresa Max Wolf del Instituto Max Planck en Alemania.
Angiers también cita a la investigadora Alison M. Bell, de la Universidad de Illinois en Urbana, quien estudia la personalidad en peces espinosos. Ella asegura que estos comportamientos que son clasificados como personalidad en peces, insectos y otros animales, son patrones que pueden ser medidos y estudiados en pruebas de laboratorio. “No estamos siendo anecdóticos sólo para que parezca bonito, estamos observando diferencias consistentes en estos comportamientos”.
El estudio en cautividad
No es lo mismo observar la conducta de una persona libre que estudiar a un individuo encarcelado, cuya conducta es regida por las normas de un espacio mucho más reducido de lo normal. Lo mismo opinan muchos investigadores sobre el estudio de los animales en cautiverio. Las personalidades, dicen ellos, que pueden surgir de la vida en este hábitat distinto, es posible que sean muy distintas a las que encontraríamos en los animales salvajes. Para confirmar la certitud de este punto, Angier cita la investigación realizada por Catherine A. Harborn quien estudió durante dos inviernos a un grupo de 125 herrerillos recién atrapados. Los investigadores clasificaron la personalidad de cada ave en el laboratorio en una prueba que se enfocaba en dos cualidades claves: neofobia, que es el miedo a lo nuevo y la disponibilidad del animal de explorar el medio en que se encuentra. Para ello, pusieron ranas de plástico entre la comida de las aves a ver cuánto les tomaba asimilar lo nuevo y disponerse a comer.
“Todas las aves se notaban agitadas al principio, sin embargo, a algunas sólo les tomaba unos cuantos segundos lanzarse a comer a pesar del juguete de plástico mientras que otras se mantuvieron alejadas del alimento por varios minutos.
Después de las pruebas de laboratorio, los científicos liberaron a los herrerillos y comenzó la parte más dificultosa, el rastreo y la observación de todos ellos, que ya estaban etiquetados. Sin embargo, los resultados fueron claros, la personalidad de los animales en cautiverio se mantuvo afuera, los que no tenían miedo a las cosas novedosas tomaban más riesgos una vez libres en la naturaleza, los otros fueron siempre cautelosos.
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