El órgano que crea pensamientos tiene su agenda propia
Neurología
De acuerdo a recientes estudios, el cerebro tiene una forma muy particular e inusual de contrarrestar por las pérdidas que puede iniciar una pesadilla peor a los pacientes que han atravesado por traumas, parálisis y pérdidas de extremidades.
Existe un universo en nuestro cerebro que es independiente a lo que ocurre en nuestro cuerpo. Y aunque este conocimiento puede ser divertido y hasta estrambótico, para pacientes que viven con dolores fantasmas, los “caprichos” del cerebro pueden resultar absolutamente macabros. Póngase en los zapatos de Myra Stewart, una joven de 35 años que sufre un dolor agudo en su pie derecho y ni los neurólogos más reconocidos saben todavía cómo tratarla, ocurre que las medicinas para el dolor no funcionan en ella pues no tienen nervios que la reciban ya que Myra perdió esa pierna y el dolor lo siente en una extremidad fantasma que ha creado y proyectado su cerebro para contrarrestar la ausencia.
De hecho, las extremidades fantasmas no sólo ocurren en personas que han perdido partes de su cuerpo. Los neurólogos también lo han notado entre pacientes que han sufrido derrames cerebrales que paralizan una parte de su cuerpo pero que continúan sintiendo como si todo estuviera igual y el cerebro les sigue comunicando movimientos de la extremidad perdida y hasta la dirección en que la están moviendo mientras el médico observa asombrado que el brazo en cuestión no se ha movido del lado de la señora. Ciertamente, las funciones motoras del cerebro no siempre hacen las cosas en conjunto con las señales que recibe de nuestro cuerpo, como solemos pensar. De hecho, un nuevo estudio de la Universidad de Adelaida y el Instituto Príncipe de Gales para la Investigación Científica, añade más información a la curiosa forma en que el cerebro percibe el mundo independiente de nuestro cuerpo.
“Pensamos que los nervios en nuestro cuerpo que se conectan al cerebro mediante el sistema nervioso son los encargados de enviar señales para que seamos capaces de caminar sin mirarnos los pies o tocar nuestra nariz sin abrir los ojos, sin embargo, los estudios, viejos y recientes, han observado que el cerebro también tiene su propia agenda que muchas veces no está de acuerdo con lo que le ocurre a nuestro organismo”, explicó Janet Taylor, una de las autoras del nuevo estudio.
Los científicos anestesiaron los brazos de varios voluntarios y cubrieron las extremidades para que no pudieran ver dónde estaba o si los investigadores la habían movido. “Aún cuando no tenían recepción de los nervios del brazo, los voluntarios pensaban en cada ocasión que movían las manos y la dirección hacia dónde lo habían hecho, mientras los brazos permanecían inmóviles y anestesiados”, expresó Timothy Miles, otro de los autores del estudio.
La neurología moderna ha descubierto cualidades del órgano mayor que aún no nos acostumbramos a comprender a cabalidad. No siempre existe una conexión innata entre el cerebro y la experiencia y el órgano productor de pensamientos parece tener su forma propia de organizar lo que percibimos.
Los libros de Sacks y Ramachandran
Si es usted de las personas que desean conocer un poco más sobre los caprichos del cerebro, entonces no lo piense más y salga a una librería a buscar los libros de Oliver Sacks y Vilayanur S. Ramachandran. El primero es autor del best-seller “El hombre que confundió a su esposa con un sombrero”, cuyas anécdotas son tan inverosímiles como el título. Por otro lado, el neurólogo Ramachandran es el autor de “Fantasmas en el cerebro”, un libro sobre experiencias y anécdotas en el mundo de los traumas cerebrales y cómo el cerebro aprende a contrarrestar por las pérdidas y los daños. Ambos médicos son escritores y por eso los libros no se leen como cátedras de medicina más bien experiencias inusuales con experiencias médicas únicas que no se ven siempre.
No es tan fácil ver después de la ceguera
Todos pensamos que una persona ciega de nacimiento o desde muy pequeño saltará de alegría cuando le devuelvan la visión. Pero no es así. Y no sólo los neurólogos se han interesado en el tema sino que también los filósofos han estudiado este tipo de percepción. De hecho, el primer caso registrado ocurrió en 1728 cuando el cirujano británico William Cheselden operó las cataratas de un inteligente niño de 13 años y quedó asombrado de su reacción. El niño parecía más ciego que cuando no veía y tuvo que acostumbrarse al espacio y al tamaño haciendo la conexión del tacto primero y luego la vista. “No existe una conexión natural entre nuestros sentidos y el cerebro, es más bien una unión aprendida con la experiencia”, escribió Sacks en su nuevo libro “Antropólogos en Marte”.
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