En 1925 John Scopes fue condenado en Dayton, Tennessee, por enseñar la teoría de la evolución en su clase de biología.
“Cuando la ciencia estaba en la infancia, la religión trató de estrangularla en la cuna”
—Robert G. Ingersoll, Freethought Magazine, septiembre de 1986.
Un movimiento cristiano fundamentalista que crece rápidamente está tratando de derrocar tanto a la ciencia moderna como a la Constitución de los Estados Unidos. Este movimiento está tratando de obligar a las escuelas públicas a enseñar el “creacionismo científico” (la historia bíblica de la Creación) como una hipótesis igualmente válida que las bien establecidas ciencias de la evolución, la biología, la geología, la astronomía y la antropología.
Los creacionistas, mediante fuerte presión política a nivel local y nacional, han obtenido el apoyo de muchos funcionarios del gobierno (incluyendo al expresidente Reagan) a favor de leyes creacionistas. Sus tácticas de presión han causado también que muchos editores de libros de texto de ciencias avanzadas reduzcan en gran manera, o alteren severamente, sus secciones de biología moderna y evolución. Sin mandato legal, algunos distritos escolares están ya utilizando filmes, cassettes y textos creacionistas en sus cursos de ciencias.
En su libro “Los Científicos Confrontan al Creacionismo” la profesora Laurie Godfrey declara: “La enseñanza del ‘creacionismo científico’ como ciencia en las escuelas públicas de América representa una flagrante violación del principio de separación entre iglesia y estado. Lejos de abrir los horizontes educativos a explicaciones alternativas en competencia, los creacionistas científicos construyen dicotomías artificiales que distorsionan y confunden los métodos y las funciones de la ciencia y de la religión. Moldean los ‘hechos’ científicos conforme a sus necesidades. Distorsionan los significados de ‘hechos’ y ‘teoría’. Disfrazada de jerga científica, pero no informada de los desarrollos científicos de los últimos ciento cincuenta años, la argumentación de los creacionistas científicos exige una respuesta” (2, p.14).
¿Qué es el Creacionismo?
La Sociedad para la Investigación de la Creación, la organización dirigente del movimiento creacionista, requiere a sus miembros firmar un documento que especifique que ahora creen y continuarán creyendo en lo siguiente:
“La Biblia es la Palabra escrita de Dios, y porque creemos que toda ella es inspirada, todas sus afirmaciones son histórica y científicamente verdaderas en todos los autógrafos originales. Para el estudioso de la naturaleza, esto significa que el relato de los orígenes en el Génesis es una presentación factual de simples verdades históricas.
Todos los tipos básicos de criaturas vivientes, incluyendo al hombre, fueron hechas directamente por actos creadores de Dios durante la Semana de la Creación tal como se describe en el Génesis. Cualesquiera cambios biológicos que hayan ocurrido desde la Creación han constituido solamente cambios dentro de los tipos originales creados.
El gran Diluvio descrito en el Génesis, comúnmente llamado el Diluvio de Noé, fue un acontecimiento histórico, y mundial en su extensión y en sus efectos.
Finalmente, somos una organización de hombres de ciencia cristianos, que aceptamos a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador. El relato de la creación especial de Adán y Eva como un hombre y una mujer y su subsiguiente caída en el pecado, es la base de nuestra creencia en la necesidad de un Salvador para toda la humanidad. Por lo tanto, la salvación únicamente proviene de aceptar a Jesucristo como nuestro Salvador” (4, p.86).
Adicionalmente, los creacionistas creen que la tierra y el universo observable son muy jóvenes, dentro del rango de sólo seis mil a diez mil años de edad.
¿Es Ciencia el Creacionismo Científico?
El creacionismo es una pseudociencia, un sistema de creencias que afirma tener calidad científica cuando no la tiene. Difiere de la ciencia en varias formas.
La ciencia es un sistema abierto basado en la investigación escéptica, y su recurso definitivo es la evidencia experimental. El creacionismo es un sistema cerrado basado en la fe, y su recurso definitivo es la Biblia. Esto se pone en evidencia por la exigencia de que sus miembros firmen una declaración que afirma que aceptan la Biblia como literalmente verdadera. Es difícil imaginar a los evolucionistas firmando una declaración semejante de que nunca se desviarán de los textos literales de “El Origen de las Especies” de Charles Darwin. El dogmatismo fanático simplemente no es admisible en ciencia.
Los científicos usan el razonamiento inductivo para formular leyes generales a partir de observaciones específicas. Los creacionistas basan sus creencias en la Escritura y utilizan la lógica deductiva para tratar de explicar cómo el universo debe actuar para estar conforme a la Escritura. Cuando los hallazgos científicos entran en conflicto con la interpretación creacionista de la Biblia, los creacionistas ignoran los hechos y distorsionan las teorías. En otras palabras, los creacionistas se han entrenado a sí mismos para evitar la investigación sin trabas y el escepticismo duro que son las marcas distintivas de la ciencia.
El creacionismo también difiere de la ciencia porque no es explicable en referencia a las leyes naturales. Cuando la “evidencia” a favor del creacionismo se ha sujetado a las pruebas del método científico, se la ha encontrado inválida. Los creacionistas responden que las pruebas científicas mismas son erróneas, lo cual es absurdo, considerando el éxito que la ciencia ha logrado en dominar la naturaleza. Los creacionistas, además, no han hecho nunca descubrimientos ni avances científicos radicales. Sus “trabajos” no son publicados en revistas científicas reconocidas donde serían sujetos a revisión y pruebas imparciales. La prestigiosa Academia Nacional de Ciencias estudió el creacionismo y concluyó: “Es, por lo tanto, nuestra inequívoca conclusión que el creacionismo, con sus relatos del origen de la vida por medios sobrenaturales, no es ciencia” (5, p.91).
La raíz de la controversia entre creación y evolución es el hecho de que la evolución contradice a la lectura literal del Génesis. Los creacionistas, sin embargo, no presentan el problema de esta manera. Afirman que la evolución ofende sus “sensibilidades científicas”. Esta afirmación es descabellada, si se consideran los absurdos científicos que abrazan en sus creencias creacionistas.
El tema de si el creacionismo es ciencia surgió porque los creacionistas afirman que sus ideas constituyen ciencia genuina en lugar de religión fundamentalista. Al llamar “ciencia” al creacionismo esperan evadir la ley basada en la Primera Enmienda que prohíbe la enseñanza de la religión en las escuelas públicas.
¿Qué Hay Sobre la Igualdad de Tiempos?
Una educación científica que imparte conocimientos de hechos no es una campaña política, es una experiencia de aprendizaje. La ciencia no se determina por el voto de la mayoría en las urnas, sino por los méritos de cada caso. Si permitimos que el creacionismo entre al salón de ciencias sobre la base de igualdad de tiempo, tendremos que permitir que también se enseñe cualquier otra teoría chiflada que tenga los suficientes adherentes como para iniciar un grupo de presión.
El método de los dos modelos también implica que la opinión científica informada está igualmente dividida en la cuestión de los orígenes. Enseñar que ése es el caso cuando en realidad no es así, y cuando la evidencia a favor de la evolución es claramente abrumadora, equivale a confundir deshonestamente a los estudiantes. Semejante acción es inmoral y traiciona la confianza pública. Es el colmo de la ironía que los creacionistas profesen hacer esto en interés de aumentar la moralidad en la sociedad (la evolución, en su opinión, promueve la amoralidad).
Cualquiera que defienda la “doctrina de lo justo” en la educación científica revela falta de comprensión de lo que es la ciencia. La ciencia no trabaja en base a lo “justo” sino en base al mérito. Con la rápida expansión del conocimiento científico, es sencillamente ineficiente malgastar tiempo y recursos en teorías erróneas que los científicos no toman en serio. La Academia Nacional de Ciencias advirtió: “Incorporar la enseñanza de tales doctrinas (del creacionismo) al programa de ciencias sofoca el desarrollo de patrones de pensamiento crítico en la mente en desarrollo, y pone en serio peligro los intereses de la educación pública. Esto podría eventualmente entorpecer el avance de la ciencia y de la tecnología cuando los estudiantes ocupen sus lugares como dirigentes de las generaciones futuras” (5, p.26).
¿Es legal?
Enseñar el creacionismo en nuestras escuelas públicas implicaría un enredo excesivo del gobierno con la religión. ¿Cómo evitarían los maestros las referencias religiosas? ¿Cómo va a responder el maestro a las preguntas sobre la creación sobrenatural o explicar la ocurrencia de un diluvio mundial, etc.? La respuesta creacionista es obvia porque su única fuente de información se halla en textos bíblicos, no científicos.
Sin un Dios y un marco religioso, el creacionismo es simplemente una variedad de afirmaciones contradichas por todas las evidencias disponibles. Con Dios y referencias a la Biblia, es religioso y por lo tanto constitucionalmente impedido de enseñarse en las escuelas públicas.
La religión, incluyendo varias historias creacionistas, debería enseñarse solamente en un adecuado contexto propio y no ser mal clasificada como “ciencia” ni ser introducida a la fuerza en el programa de ciencias de las escuelas públicas.
¿Qué Debemos Hacer?
Ya es hora de tomar en serio a los creacionistas como una fuerza política peligrosa. Esto significa que ya es tiempo de educarnos en cómo combatirlos, sin disculpas. Debemos informar a nuestros hombres y mujeres del Congreso y a los educadores con influencia que la enseñanza del creacionismo simplemente no es aceptable en los programas científicos de nuestras escuelas públicas.
Referencias y Lecturas Selectas:
Futuyama, Douglas. “La Ciencia a Juicio. El Caso a favor de la Evolución”. Nueva York, Pantheon Books, 1983.
Godfrey, Laurie (editora). “Los Científicos Confrontan al Creacionismo”. Nueva York, W.W. Norton & Co., 1983.
Kitcher, Phillip. “Abusando de la Ciencia: el Caso Contra el Creacionismo”. Boston, M.I.T. Press, 1983.
La Follette, Marcel (editor). “Creacionismo, Ciencia y la Ley. El Caso de Arkansas”. Boston, M.I.T. Press, 1983.
Academia Nacional de Ciencias, “Ciencia y Creacionismo”. National Academy Press, Washington D.C., 1984.
Ruse, Michael, “Defensa del Darwinismo. Una Guía a las Controversias Evolucionistas”. Londres, Addison-Wesley, 1982.
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