¿Qué nos dice la ciencia de la evolución sobre las “razas”

En blanco y negro”, foto de Alfonso Cervantes (12 de octubre de 1999)

¡Lo principal que nos enseña la evolución sobre la raza es que no hay distintas razas biológicas de seres humanos! Lo que llamamos “razas” humanas son categorías definidas por razones históricas, sociales y culturales; pero esas categorías no corresponden a divisiones “naturales” de la especie humana.

Aclaremos una cosa: el concepto social de “raza” todavía tiene importancia social en la vida humana; por ejemplo, puede ser una importante forma de identificación cultural de grupos sociales oprimidos y opresores (en un sentido social positivo, como el movimiento de orgullo negro, o en una dirección social negativa, como el KKK y otros supremacistas blancos). Además, todavía se usa para oprimir y discriminar económica, social y culturalmente a grandes grupos. Por eso la lucha contra el racismo y la opresión nacional sigue, y hay que seguir luchando concretamente por la implementación de “igualdad racial” y por la emancipación de los pueblos oprimidos. Es incorrecto decir que la “raza ya no importa”.

Pero esto se debe a la realidad social de la raza. Desde un punto de vista biológico, el concepto de distintas razas de seres humanos carece de sentido.

Puede que esto sorprenda a algunos lectores porque nos han condicionado socialmente a pensar que cada persona pertenece a una “raza” por diferencias superficiales como el color de la piel y la textura o el tipo del cabello. Mucha gente sabe que no hay una “raza” superior o inferior; mucha gente también sabe que todos los seres humanos pertenecemos a una sola especie (todas las poblaciones humanas de todo el globo se pueden cruzar y reproducir).

Pero a pesar de eso, muchos creen que las “razas” son categorías biológicas naturales, ¡o que son como las razas de perros! Eso es completamente incorrecto. No importa cómo se definan las categorías (ni si son 5 ó 500), cuando se comparan poblaciones humanas al nivel molecular y genético, ¡todas esas categorías “raciales” se van a pique! Eso se debe a que los tipos y la cantidad de variación genética que existen dentro de poblaciones humanas y entre ellas… ¡no corresponden a ninguna de las categorías sociales que definimos como las grandes “razas” humanas!

Bueno, sí hay algunos patrones de variación genética entre poblaciones regionales de seres humanos, pero esos patrones no respetan las categorías “raciales”. Por ejemplo, la variación genética que se encuentra en una población de un continente puede parecerse más a la de una población que está al otro lado del mundo que a la de una población vecina. ¡Además, no hay un solo gen (ni un solo alelo, que es una forma alternativa de un gen) que sirva para distinguir claramente una “raza” de otra!

Hay ciertas diferencias bien conocidas en poblaciones de distintas regiones geográficas del mundo en la frecuencia de distribución de ciertos alelos genéticos, por ejemplo, los que dan resistencia a ciertas enfermedades. (Se sabe que los alelos de hemoglobina que causan anemia falciforme pero protegen de malaria son más comunes en grupos cuyos antepasados recientes son de las partes de África y Asia donde es común la malaria; pero esto no siempre se correlaciona claramente con lo que llamamos “raza”).

La mayoría de las diferencias reconocibles entre amplios grupos humanos tienen que ver con características muy superficiales, como color de piel o tipo de cabello: nadie negará que en promedio es fácil distinguir entre personas de familia bantú, japonesa y sueca. Pero eso es “en promedio” y no hay un miembro “típico” de ninguna de las grandes “razas” humanas en ninguna parte del mundo, ni siquiera con respecto a rasgos superficiales como color de piel o tipo de cabello o de cuerpo.

Por ejemplo, los “africanos” abarcan todos los colores imaginables de piel: todo tono imaginable de piel oscura, piel clara (norafricanos y egipcios de apariencia caucásica) y piel amarilla (los KoiSan del sur); igualmente tienen todos los tipos de cuerpo; en África viven los pigmeos, que son los seres humanos más bajos (en promedio) y los masai, que son los más altos (en promedio).

De modo similar, los “europeos” abarcan gente de piel clara y cabello rubio (el escandinavo promedio), pero también gente de piel oscura y cabello oscuro (del sur y el este) que se parece más a las poblaciones del norte de África y del Medio Oriente que al sueco promedio. Los “asiáticos” tampoco encajan en un solo estereotipo: hay una amplia variedad de gente, como turcos, indios y japoneses, y abarcan todo color imaginable de piel y todo tipo de cuerpo.

Los “hispanos” o “latinoamericanos” abarcan chilenos que parecen canadienses de piel clara, amerindios de piel oscura de las zonas tropicales y negros de la costa de Brasil o de Centroamérica.

O sea que donde quiera que miremos encontramos una extensa variedad de colores de piel y de tipo de cuerpo. (Unos se deben a la “mezcla” de migraciones e invasiones recientes; otros son más antiguos, como la mayor frecuencia de piel oscura en las zonas tropicales y la mayor frecuencia de piel clara en las zonas templadas y árticas, que posiblemente surgieron como adaptaciones locales a ciertas condiciones ambientales en los primeros tiempos de la expansión humana por el planeta. Esto se explora más adelante en este recuadro). Pero en la actualidad la variedad es tan grande que no tiene sentido hablar de un “africano” típico, un “europeo” típico, un “asiático” típico o un “hispano” típico, ni siquiera con respecto a las características más superficiales como el color de piel.

Algo más importante es que si vamos más a fondo, si examinamos la variación molecular y genética presente en el ADN de todas y cada una de las poblaciones humanas, encontraremos que siempre hay más variación genética general entre los individuos de una población que entre dos poblaciones geográficas, o entre dos grupos “raciales”, en cualquier parte del planeta.De hecho, el consenso de los antropólogos, los biólogos moleculares y los genetistas de población es que el concepto de “razas” biológicas en los seres humanos por regla general no tiene sentido porque prácticamente toda la cantidad de variación genética presente en la especie humana entera se encuentra en cualquier población humana en cualquier parte del mundo. Por ejemplo, como señala el genetista de población Richard Lewontin, si todos los seres humanos del mundo se extinguieran menos los de la tribu kikuyu de África oriental, esa tribu preservaría por lo menos el 85% de toda la variabilidad genética de la especie humana en su totalidad.

La definición de raza biológica (también llamada raza geográfica o subespecie) es una población de individuos variables genéticamente que se cruzan entre sí pero que mantienen constantemente una proporción relativa (o “frecuencia relativa”) de ciertas formas específicas de genes (alelos) que es diferente a la de poblaciones de la misma especie que viven en una zona geográfica diferente.

Las poblaciones humanas a veces difieren en la frecuencia relativa de ciertos alelos (de los genes que vienen en múltiples alelos). Por ejemplo, ciertas poblaciones humanas en promedio tienen una frecuencia general mayor o menor de los tipos de sangre A, B, AB o O; otras tienen una frecuencia más alta que otras del alelo de hemoglobina falciforme que protege de la malaria; unas tienen una frecuencia más alta de un alelo que facilita la digestión de la leche que la mayoría de las poblaciones humanas (en que los adultos no toleran la lactosa). Pero esas diferencias regionales en la proporción de ciertos alelos no corresponden perfecta ni sistemáticamente con las categorías “raciales”. Por ejemplo, los afroamericanos, cuyos antepasados eran principalmente de regiones de África occidental donde predomina la malaria, en promedio tienen una mayor frecuencia del alelo de hemoglobina que causa anemia falciforme (y protege de la malaria) que los estadounidenses caucásicos, cuyos antepasados europeos vivían en regiones donde no había malaria. Pero, en promedio, la frecuencia de este alelo en los afroamericanos es menor que la de las poblaciones africanas que siguen expuestas a la malaria. Asimismo, entre las diferentes poblaciones de “negros” de África hay poblaciones de las montañas (donde el mosquito transmisor de la malaria no puede vivir) que tienen una frecuencia del alelo de célula falciforme mucho menor que los afroamericanos y que las poblaciones de negros africanos de las zonas tropicales donde la malaria es un gran problema. Pero mucha gente colocaría a todos esos grupos en la misma “categoría racial”.

Desde un punto de visto biológico, repito, no hay un africano “típico”, un “negro africano” típico, un “afroamericano” típico o un “negro” típico, igual que no hay “blancos” típicos, “asiáticos” típicos ni “hispanos” típicos. Lo mismo se aplica a cualquier otra categoría racial que se quiera definir.

No hay razas biológicas humanas por una sencilla razón. La única especie humana que existe en la actualidad, Homo sapiens, seguramente empezó (como todas las especies) como una pequeña población que evolucionó de una especie anterior (probablemente Homo ergaster,la versión africana de Homo erectus, o una especie homínida muy similar); pero también sabemos por el registro fósil que Homo sapiens, tras evolucionar hace unos 200,000 años, se extendió a una gran variedad de hábitats desde hace unos 50,000 años. O sea que en un tiempo relativamente corto se extendió de África a todos los hábitats y zonas climáticas: el Medio Oriente, Europa, Asia, Australia y cruzó del norte de Asia a las Américas hace por lo menos 12,000 años.

La evidencia científica indica que nuestra especie no ha tenido modificaciones biológicas significativas en los últimos 100,000 años. Lo que sí ha cambiado mucho es la cultura humana, nuestra capacidad de desarrollar, transmitir y ampliar el caudal de conocimientos y experiencias transmitidos de generación en generación por medios culturales no genéticos; esto hizo que fuéramos la primera especie del planeta capaz de cambiarse y de cambiar el mundo que la rodea (rápida y dramáticamente) por medios culturales, pasando por encima y superando el mecanismo mucho más lento y limitado de la evolución biológica.

El hecho de que los rasgos biológicos que nos hicieron diferentes —la combinación de locomoción bípeda (que nos dejó las manos libres) y el período de desarrollo posnatal del cerebro (que permitió una mayor cantidad de aprendizaje social con una concomitante mayor coordinación y comunicación social)— nos dio una capacidad sin precedentes de adaptarnos a cualquier entorno imaginable por medio de adaptaciones y modificaciones culturales, en vez del medio más lento y limitado de la evolución biológica; este hecho, repito, es mucho más importante que la variación genética de los individuos.

Además, solo en los primeros momentos de la historia de nuestra especie (y solo temporalmente) las poblaciones locales permanecieron aisladas unas de otras por mucho tiempo. Algunas de las pequeñas diferencias del color de piel promedio de poblaciones de distintas regiones pueden deberse a cierto grado de adaptación biológica a las condiciones locales en las primeras épocas de la historia humana. Por ejemplo, en todo el globo las poblaciones modernas cuyos antepasados vivían en zonas tropicales (donde se recibe más radiación ultravioleta de la luz solar) tienden a tener la piel más oscura (más pigmento de melanina) que las poblaciones cuyos antepasados vivían en las zonas templadas más cerca de los polos (que reciben menos luz solar y menos radiación ultravioleta). Se ha sugerido que eso fue una adaptación de las poblaciones locales a las condiciones locales porque la piel oscura protege de la destrucción del ácido fólico por la radiación ultravioleta (y el ácido fólico es un nutriente importante en los años reproductivos y previene defectos genéticos como la espina bífida), mientras que la piel clara hace más fácil producir vitamina D (importante para el metabolismo del calcio y la formación de un esqueleto fuerte en zonas de insuficiente luz solar). Por lo tanto es posible (aunque no es absolutamente cierto) que las diferencias promedio de color de piel en poblaciones geográficas surgieron en los comienzos de nuestra historia debido a las ventajas reproductoras de cada color de piel en cada región según la cantidad de luz solar. (Esta propuesta se explica en detalle en un artículo de Jablonski y Chapman en la revista Scientific American, octubre de 2002).

Pero así y todo, la mayor cantidad de variación genética presente en la especie humana es la variación que existe entre los individuos de cualquier población humana. En el tiempo relativamente corto desde que apareció el Homo sapiens moderno (hace unos 200,000 años), ninguna población humana ha vivido en completo aislamiento reproductor el tiempo necesario (la gran cantidad de generaciones) para que se acumulen suficientes diferencias genéticas y se formen distintas razas geográficas.

Unas poblaciones tienen una distinta frecuencia relativa de genes que vienen en distintas formas (por ejemplo los genes que codifican el tipo sanguíneo), pero no es posible predecir la “raza” a partir de esas diferencias. Como señala Richard Lewontin: “Los kikuyu de África oriental difieren de los japoneses en frecuencia génica, pero también difieren de sus vecinos los masai… las definiciones sociales e históricas que colocan a las dos tribus de África oriental en la misma ‘raza’ y ponen a los japoneses en otra ‘raza’ son arbitrarias en el sentido biológico”.

Por eso es que inclusive en el campo de la medicina (donde puede ser importante observar las diferencias étnicas aparentes de un individuo para no pasar por alto ciertas diferencias históricas de susceptibilidad a enfermedades como la anemia falciforme) la apariencia subjetiva de “raza” no es tan valiosa como un análisis individual y puede llevar a errores. En cualquier caso, la historia personal y familiar y el análisis de los factores sociales que afectan desproporcionadamente la salud de grupos definidos socialmente (como los múltiples efectos de la pobreza en la salud de los habitantes de los ghettos o la preponderancia de trastornos alimenticios en las adolescentes de clase media y alta) es mucho más útil para predecir qué servicios médicos se necesitarán que una evaluación subjetiva de la categoría racial en que aparentemente “cae” una persona.

Es importante recordar que a lo largo de la historia de nuestra especie los grupos humanos han inmigrado y emigrado continuamente de distintas zonas, se han reproducido entre sí continuamente, y ha habido una corriente ininterrumpida de genes entre distintas poblaciones que con el tiempo ha cubierto todo el globo. Las migraciones, en gran escala y en pequeña escala, han caracterizado la historia de nuestra especie, y continúan, lo que garantiza nuestra unidad biológica y un constante intercambio y enriquecimiento entre culturas.

Los vergonzosos e ignorantes conatos de preservar la presunta “pureza racial” de una “raza” (que fomentan los nazis, la Nación Aria, el KKK y demás supremacistas raciales) son, además, absurdos y ¡sin la menor base científica! Aparte de que la biología comprueba claramente que no hay grupos humanos o “razas” innatamente “superiores” o “inferiores”, muchos reconocemos, y celebramos, el hecho de que la pesadilla de los supremacistas (la “mezcla de razas”) ¡esencialmente ya ha sucedido! Somos y siempre hemos sido una sola especie mundial, variada pero biológicamente indivisible.

[El libro reciente The Emperor’s New Clothes: Biological Theories of Race at the Millennium, de Joseph L. Graves, y partes de La falsa medida del hombre, de Stephen Jay Gould, y de No en nuestros genes, de Lewontin, Rose y Kamin, explican más a fondo por qué el concepto de raza biológica no se aplica a los seres humanos].

Este artículo se publicó por vez primera en “El Obrero Revolucionario” Número 1183 del 19 de enero, 2003.


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