Este es un país católico”

Savita Halappanavar fue al Hospital Universitario de Galway, en Irlanda, porque sentía un terrible dolor de espalda. Tenía 17 semanas de embarazo y después de examinarla los médicos le informaron que el feto que llevaba dentro no tenía ninguna probabilidad de sobrevivir y que ella estaba teniendo un aborto, una pérdida. Lo siguiente no fue como lo ordena el sentido común y humanitario, o los dos: finalizar el proceso que la naturaleza había iniciado y cuidar la salud de la madre, sino, esperar hasta que el corazón del feto dejara de latir. Cuando sucedió, tres días después, los médicos procedieron a limpiar el cuerpo de la madre, del feto y de los residuos de tejidos. Pero la mujer ya había desarrollado septicemia y aunque fue llevada a cuidados intensivos murió cuatro días después.

Desde el momento en que le informaron que el feto era inviable, Savita, una dentista hindú de 31 años, empezó a pedir que le hicieran un aborto. El equipo médico le contestó “este es un país católico” y que era ilegal practicar un aborto mientras el corazón del feto siguiera latiendo. Ella insistió, apoyada por su esposo, en que ella era hindú y no tenía nada que ver con la religión católica.

Se supone que en Irlanda, en 1992 la Corte Suprema reglamentó que era posible realizar abortos cuando existía “un riesgo real y substancial” para la salud de la mujer embarazada, pero 20 años después, el gobierno irlandés no ha pasado todavía una ley para tal efecto. En el 2010 la Corte Europea para los Derechos Humanos acusó a Irlanda por violación de lo que debía ser crear un protocolo serio a seguir para saber si una mujer calificaba para un aborto legal. Una comisión de expertos fue creada y debía presentar sus resultados a mitad de año pero falló en dos ocasiones. Mejor dicho le echaron humo.

El esposo ha declarado desde su casa en la India que no tiene intención de iniciar un proceso legal pero que sí quiere que el caso se conozca, para que nunca se vuelva a repetir una situación así. Tal vez cuando salga del tremendo dolor por sus pérdidas cambie de opinión y decida pedirles cuentas a los que mataron a su esposa, porque eso fue lo que sucedió.

Cuando empieza el proceso de aborto espontáneo, el cuello del útero se dilata, exponiendo el cuerpo de la mujer a infecciones. Si se está en un hospital la posibilidad de acoger múltiples microbios se dispara. En el caso que nos ocupa, lo primero que deberían haber hecho los médicos era volar a la sala de cirugía para luego iniciar una ronda fuerte de antibióticos. Si aún así Savita hubiera muerto habría sido otra cosa. Pero negarle a una persona llena de vida el derecho a vivir en aras de un feto que no era compatible con la vida es un asesinato.

Y todo porque un grupo de hombres solos, decide, legisla, prohíbe y al final impone su visión distorsionada y retorcida sobre lo que debería ser una decisión única de las mujeres, su propio cuerpo. Igual, para quienes se empeñan en las prohibiciones, es bueno saber que el 50% de los fetos son eliminados de forma espontánea en el inicio del embarazo porque con seguridad portaban alteraciones cromosómicas incompatibles con la vida. Más adelante en la gestación, el porcentaje de pérdidas espontáneas es de casi el 20%. ¡Habrá que enjuiciar a la naturaleza por matar tantas vidas!

El aborto debe ser legal, universal y financiado por el estado. Si una mujer lo busca sus razones tendrá y no corresponde a nadie contrariar esa decisión.


Josefina Cano nació en Pasto, una ciudad lejana y olvidada de Colombia, donde hay más iglesias que escuelas y hospitales. Educada en una familia católica y en un colegio de monjas, pronto al final de la niñez inició su camino de escepticismo para acabar siendo atea practicante. Estudió biología en la Universidad Nacional de Colombia, donde realizó también su maestría en la Facultad de Medicina, con una tesis que fue laureada. Ejerció como docente hasta que salió del país para trabajar en investigación de las células cancerosas en Suiza, Canadá, Brasil (se doctoró en Genética Molecular en la Universidad de Sao Paulo). En Nueva York trabajó en el Albert Einstein College of Medicine. Ahora se dedica a la divulgación de la ciencia en su blog Cierta ciencia.


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