Ayer, oficiales de la NASA llamaron a la Universidad de Stanford para obtener copias importantes de unos estudios realizados en 1990. Los papeles perdidos por la empresa tenían que ver con unos experimentos, patrocinados por la empresa aeronáutica y realizados por la Universidad de Stanford y el Instituto de Carnegie Mellon, sobre ciertas áreas vulnerables en los transbordadores. Según la doctora Elisabeth Paté-Cornell, una de las investigadoras de Stanford, no se extraña que la empresa haya perdido estos papeles. “A mí también se me pierde todo”, comentó para el periódico The New York Times.
Sin embargo, el estudio realizado por estas universidades advertía a la empresa sobre ciertas partes sumamente vulnerables a las colisiones con basura durante el lanzamiento. En pocas palabras, los oficiales ya conocían el riesgo que representaba estas zonas para el éxito o la falla fatal de la misión. El estudio afirmaba que las cerámicas que protege el combustible interno y el sistema hidráulico de la nave podrían ocasionar serios problemas si tan sólo una de ellas era dañada durante el lanzamiento.
Hasta el momento, las autoridades piensan que un pedazo de aislante que se desprendió del tanque de combustible externo, causó daños precisamente en estas cerámicas que fueron catalogadas como el talón de Aquiles del Columbia. Sin embargo, 80 segundos después del lanzamiento y luego de que imágenes mostraran que algunos mosaicos se perdieron con la colisión, los oficiales estimaron que el daño no ofrecía ningún peligro para los tripulantes ya que “siempre se pierden cerámicas durante el lanzamiento y la reentrada”.
Pero esta vez se teme que los mosaicos perdidos eran los que protegían una parte vital de la nave. La misma área a la que se referían los estudios. Más aún, los experimentos realizados en las universidades demostraron que muchas veces se forma hielo que se combina con estos aislantes y pueden hacerlo más pesado de lo que se ven.
“La NASA subestimó el peso del aislante que al parecer venía combinado con hielo. Esta sustancia se aplica como si fuera espuma de afeitar y luego se endurece como un ladrillo. Pero el aislante es de color naranja brillante y en el video del lanzamiento también se observa basura blanca y ligera que choca con el ala izquierda del Columbia. Se piensa que la combinación del hielo y el aislante dieron precisamente en la parte más vulnerable de la nave y la pérdida de cerámicas en esta zona pudo haber provocado todo el desastre”, escribieron para el Times William Broad y David Sanger.
Otro elemento que no se había mencionado aún era el hecho de que el Columbia estuvo 39 días esperando a ser lanzado, dos semanas más de lo normal.
“El transbordador estuvo 23 días de diciembre allí, acumulando toda el agua de las lluvias que cayeron ese mes. Pensamos que el pedazo de aislante que se zafó del tanque externo estaba empapado de agua congelada. Este peso pudo haber dañado aún más las baldosas que protegen las ruedas y el mecanismo de aterrizaje”, informó ayer Marion LaNasa, director de comunicaciones de Sistema Espaciales Lockheed Martin.
Los experimentos realizados en Stanford y Carnegie Mellon observaron varios problemas serios en el lanzamiento de estas naves. Todos tenían que ver con la pérdida de cerámicas en áreas vulnerables como las puertas de los mecanismos de aterrizaje. Una de las investigaciones subrayó que, por lo general, contra estos compartimentos se estrella mucha basura durante los lanzamientos. Por otro lado, estas zonas llegan sobrecalentadas a la Tierra luego de la difícil y ardiente reentrada a la atmósfera y por último, se sugería mucha precaución con estas superficies ya que cubren parte vital y volátil de la nave.
“Allí encontramos helio, oxígeno e hidrógeno, todas sustancias muy explosivas. Si se sobrecalientan pueden terminar con la nave y la misión”, explicó LaNasa.
De acuerdo con reportes publicados por la BBC y The New York Times, si tan sólo un mosaico de estos se despegaba podría producir lo que conocemos como el efecto “zíper” donde la ausencia de una y la entrada del calor termina rompiendo los demás mosaicos del área llegando hasta la piel de aluminio que protege la parte interna de la nave, exponiendo y dañando subsistemas importantes.
Sin embargo, el general Michael Kostelnik, administrador del programa, no tenía conocimientos sobre estos estudios. El general describió el sistema de protección como “muy robusto”. Kostelnik entró a trabajar en la empresa el año pasado. Ese mismo año, cinco miembros del panel de seguridad renunciaron por no estar de acuerdo con los recortes realizados por el nuevo gobierno ya que, según ellos, ponían en peligro las futuras misiones de los transbordadores.
Los astronautas debieron sentir que algo andaba mal
El padre de Ilan Ramon, Eliezer Wolferman, se preocupa por los últimos minutos de vida de su hijo. De acuerdo con él, oficiales de la NASA dijeron que por lo menos, tanto el piloto como el comandante del Columbia tenían que saber que algo andaba mal, minutos antes de la desintegración de su nave.
“Un segundo en esa situación equivale a 20 años”, opinó el padre del primer astronauta israelí.
Según los reportes de la NASA, es probable que sólo Husband y McCool estuvieran enterados, minutos antes del estallido, que algo andaba muy mal con el transbordador. “Ellos son los únicos que tienen vista hacia fuera y también sabemos que debían estar ocupados leyendo todo lo que salía en el panel de control. Pensamos que los demás estaban sentados esperando. No tenemos ninguna grabación de que los tripulantes sufrieran la agonía de esperar la desintegración de la nave por minutos o segundos, pero es seguro que los dos hombres volando la nave sí lo sabían”, dijeron oficiales de la NASA en una nota de prensa publicada por la BBC.
Según los reportes, todo pasó en menos de cinco minutos y de forma rápida. A las 8:15 AM el descenso de la nave comenzó sobre el océano Índico. En ese momento, cuatro computadoras se encargan de volar el transbordador hasta tres minutos antes del aterrizaje cuando el piloto efectúa la maniobra sobre el suelo. En ese instante, Husband reporta que “la orientación y el control de la nave son perfectos”. Más tarde, la máquina mueve la nariz de la nave en un ángulo 40 grados, se utilizan las computadoras durante estas maniobras porque son más rápidas y precisas que los humanos. Una vez en esta posición, el ordenador desacelera la nave para que comience el proceso de caída hacia la Tierra, esto sucedió a la 8:45. Siete minutos más tarde los sensores mostraron un ascenso en la temperatura en el ala izquierda. De aquí en adelante las cosas ocurrieron muy deprisa, dicen los oficiales de la empresa.
“Creemos que el comandante y el piloto sabían desde este momento que algo andaba muy mal con la nave y que la computadora estaba tratando de contrarrestar el problema. A las 8:59 la temperatura aumentó mucho más y el ala izquierda comenzaba a rodar la nave hacia ese lado. Los controles hacían todo lo posible por enderezarla pero fue demasiado para la vieja nave. Es probable que todos dentro del Columbia sintieran las vueltas y las curvas del aparato mientras intentaba alinearse y mantener el balance durante la reentrada”, confirmó la NASA.
No todo se perdió con la desintegración del Columbia
A pesar del desastre que acabó con la vida de los siete astronautas del Columbia, una parte de su legado estará lista para su publicación. De acuerdo con las universidades e institutos que patrocinaron los experimentos que realizaron los astronautas en el SpaceHab, por lo menos la mitad de los datos que se recogieron a bordo de la nave durante los 16 días en órbita, fueron enviados y podrán ser utilizados en el futuro.
Sin embargo, los experimentos médicos y de biología fueron los que sufrieron el peor golpe. Los astronautas del Columbia estuvieron tomando pruebas sanguíneas de ellos mismos para evaluar los cambios que resultaban de la microgravedad. Estas pruebas iban a ser comparadas con los resultados que serían tomados una vez estuvieran en tierra. Por supuesto, todos estos análisis se perdieron. También se disolvieron los animales que acompañaron a los astronautas en su vuelo. Los resultados de estos exámenes serían obtenidos una vez los animales en el espacio fueran comparados con un grupo control en la Tierra. Estas investigaciones tenían que ver con el cáncer y otras enfermedades terrestres y todas se perdieron en el desastre.
Pero algunos experimentos sobrevivieron y se han convertido en el legado del SpaceHab. Entre ellos se encuentra uno de los realizados por Ilan Ramon sobre la causa de las tormentas de polvo en el mediterráneo donde se utilizó una cámara llamada Meidex que envió todas las imágenes recolectadas durante el vuelo. De hecho, la mayoría de los experimentos salvados tiene que ver con física y el clima. Otro ejemplo es el ensayo llamado Solse-2, que estudió las capas de ozono en distintas partes de la atmósfera terrestre. Este estudio podrá ser publicado en el futuro.
Por otro lado, un instrumento que está siendo desarrollado por la Universidad A&M de Texas, llamado StarNav y que permite que los astronautas sepan dónde están y hacia dónde se dirigen mediante la lectura de patrones estelares, fue probado en el Columbia y envió casi toda la información necesaria para que sea publicado. Además de estos ensayos, un estudio sobre terremotos también completó los datos y pudieron ser enviados desde el Columbia antes de su desintegración.
Los patrocinadores de los estudios que fueron realizados en el SpaceHab exaltaron la labor de los siete astronautas, especialmente la participación incansable de Ilan Ramon y Kalpana Chawla
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