Investigación. Gracias a modernas técnicas moleculares, un equipo de científicos en la Universidad de Harvard ha conseguido desvelar el enigma detrás de la coagulación en el torrente sanguínea.
El cuerpo se rompe, es inevitable. La piel se abre, los huesos se quiebran, los órganos dejan de funcionar. De hecho, una de las metas principales de la investigación científica es detener el deterioro, lograr mejores formas para reparar el organismo y comprender maneras varias de prevenir el detrimento corporal. Entre estos daños es la pérdida de sangre, sustancia vital para nuestro funcionamiento, sin este líquido, estamos fritos.
Es interesante observar lo bien que trabaja la sangre, lo vemos casi a diario, especialmente si tiene usted hijos pequeños o es deportista. La piel se abre e, inmediatamente, esa sustancia viscosa y roja que nos compone por dentro comienza a destilar por la herida. Sin embargo, la sangre es un líquido complejo y sus componentes moleculares han logrado formas varias de regular su coagulación, de decirle al cuerpo cuándo detener la pérdida de sangre en la herida y regular su coagulación. Es un proceso complejo que, ahora, los investigadores han conseguido desvelar.
“El cuerpo humano tiene una capacidad increíble para sanarse de las heridas y los moratones del diario vivir”, explicó en EurekAlert Wesley P. Wong, investigador principal del Instituto Rowland de la Universidad de Harvard. “Un aspecto central de esta respuesta al daño es la habilidad de detener el sangrado, un proceso conocido como hemostasia. Aún así, regular esta hemostasia en un complicado acto de balanceo”.
Los investigadores explican cómo pequeños sensores moleculares, así como los que pone usted a sus puertas automáticas para que abran cuando sienta su movimiento, que se encuentran en el sistema de circulación sanguínea, regula la proteína que regula la coagulación sanguínea.
Ahora bien, la importancia de este conocimiento es inmediatamente aparente. Existen distintas dolencias que se originan en un problema del cuerpo a la hora de coagular la sangre, sin hablar de los traumas varios que causan hemorragias letales en los pacientes que llegan a las emergencias. Conocer cómo el cuerpo controla este complejo proceso proveerá a los investigadores con métodos para regular ellos mismos este sistema de acuerdo con las necesidades del paciente.
“El sistema del cuerpo está tan bien afinado que regula la sangre en la corriente, manteniendo el tamaño óptimo para responder apropiadamente a los traumas”, aseguró Wong.
Nuevas técnicas moleculares
Como bien lo dicen los investigadores, este proceso está muy bien sincronizado. Si el cuerpo tiene demasiada actividad de hemostasia esto originará la creación de más coágulos de sangre, lo que puede resultar en trombosis, pero, si lo contrario ocurre y la actividad disminuye, la persona puede sangrar hasta la muerte. Para regular el estado equilibrado de la hemostasia, el factor von Willembrand (VWF) entra en acción. Así se llama la proteína de coagulación sanguínea y es en el dominio A2 de esta proteína donde los científicos, utilizando técnicas modernas para observar la actividad a nivel molecular, han encontrado sensores de fuerza que actúan sobre la circulación y forman parte de un sistema grande de retroalimentación mecánica que depende de estos sensores moleculares para establecer el control de estos complejos factores.
Enzima que corta en dos
Los investigadores se adentraron en las zonas moleculares de nuestro sistema sanguíneo y comenzaron a probar cambiando las cosas a ver cómo estos sensores reaccionaban. De esta forma se dieron cuenta que estas moléculas que sirven como sensores reaccionan inmediatamente a cualquier cambio en la tensión sanguínea, así, se doblan y se desdoblan, al desdoblarse, la molécula permite que una enzima la corte en dos. “Es en estos cortes donde encontramos la disminución de la hemostasia y también permiten que los coágulos de sangre se reduzcan de tamaño. Estas observaciones y análisis nos permiten formar una idea mucho más completa de cómo el cuerpo está programado para sanarse y curarse de las heridas”, explicó Timothy A. Springer, coautor del estudio y profesor de patología en Harvard.
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