La preocupación y las relaciones sociales

Psicología. Los investigadores clasifican la preocupación como Desorden Generalizado de Ansiedad (DGA) y las víctimas de estos pacientes son por lo general sus familiares, amigos y colegas; aunque existen de otros tipos también

Un juicio muy popular en Estados Unidos acusaba a una madre de matar a su hija pequeñita. Uno de los peores problemas que tenía la audiencia con esta mujer era su comportamiento una vez la niña desapareciera, de hecho, cuando el jurado dictó que la mujer era inocente, su conducta de entonces, indiferente al grave problema y divirtiéndose con sus amigos como si nada ocurriese, la ancló como culpable para una gran mayoría que siguió de cerca el desagradable evento. ¿Cómo puede una madre no preocuparse al máximo cuando la hija desaparece?, ¿cómo considerar normal a una mujer cuya conducta principal era bailar y mostrar completa indiferencia al horroroso problema? Era impensable.

Sin embargo, de comportamientos antagónicos estamos repletos y la preocupación es uno de ellos. Todos nos preocupamos de vez en cuando, especialmente cuando variables externas lo ameritan, no obstante, las herramientas que utilizamos o cantidad de veces que nos preocupamos, especialmente en esos extremos (obsesión o indiferencia), varían hasta el punto de interferir con la salud de nuestras relaciones sociales. Para los psicólogos, la obsesión debe de ser tratada con esta misma interferencia como modelo.

El otro día escribía al respecto, las personas tendemos a lidiar con nuestros problemas de acuerdo a su intensidad y, por lo general, los ignoramos o los reestructuramos; si la intensidad es alta recurrimos al primero, si es baja o dominable, analizamos. Pues bien, la preocupación aunque no igual, también se basa en los mismos fenómenos.

“Conocemos cuatro estilos comunes para manejar la preocupación. Tenemos al metiche, el frío, el quebrantable y el aprovechable, todos los individuos con estos estilos se preocupaban igual de extremo pero manifestaban estas preocupaciones de diferentes formas”, explica Amy Przeworski, psicóloga de la Universidad Western Reserve y una de las autoras.

Los investigadores clasifican la preocupación extrema con otro nombre, le llaman Desorden Generalizado de Ansiedad (DGA) y las víctimas de estos pacientes son por lo general sus familiares, amigos y colegas; aunque existen de otros tipos también. Hay personas con insomnio, preocupadas por la cantidad de basura en el planeta, un evento realmente extraño, otros más comunes nos recuerdan al padre, la esposa o el abuelo que llaman cada cinco minutos para cerciorarse de que todo esté bien o colegas que pasan por la oficina para cosas irracionales.

Los científicos, incluyendo otro equipo en la Universidad del Estado de Pennsylvania, observaron las conductas de personas diagnosticadas y notaron el papel significativo que la enfermedad juega en la relación. A nadie le hace feliz una persona que se preocupe cada dos minutos.

Críticas e indiferencia

“Hay personas que deciden manifestar su preocupación criticando la conducta del otro, acusándolo de ser descuidado e imprudente, otras deciden ignorar completamente el objeto de su miedo. La preocupación, aunque sea similar, impactará la relación interpersonal entre el que se preocupa y su ‘víctima’; también la de los demás a su alrededor. Pensamos que es imperante que no sólo nos enfoquemos en la preocupación sino también en los problemas interpersonales que produce”, dice Przeworski.

Para las ansiedades, incluyendo ésta, los tratamientos cognoscitivos han dado resultado. Existe una variedad de ellos y el 60% de los pacientes con DGA responden de forma exitosa reduciendo el grado de ansiedad. Los psicólogos piensan que este estudio podría reforzar el tratamiento para las personas con este desorden utilizando esta importante relación.

Los seres humanos tomamos muchas formas hacia un mismo camino, muchas veces se trata del menos transitado.


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