Nanotecnología. Equipos de científicos en tres universidades estadounidenses han logrado producir unas naves en la escala nano que pueden acarrear las medicinas necesarias a cualquier parte del cuerpo de forma mucho más efectiva.
La ciencia, ayudada por los creativos de Hollywood, ha creado extraordinarias ilusiones para la nanomedicina del mañana. La idea de carruajes a la escala nano, atravesando las venas y arterias del organismo con el objetivo de liberar su importante cargamento donde el cuerpo más lo necesite, un cáncer que crece en el hígado, un tumor que se alimenta del cerebro, ha producido interesantes películas de ciencia ficción y, mejor aún, ha promovido la investigación en este tipo de aplicaciones científicas.
Recordemos primero las dimensiones de la escala que ahora nos concierne. Un nanómetro, por ejemplo, que es la medida con la que trabajan estos físicos, es la milmillonésima parte de un metro. Estamos hablando de material imposible de ver sin la ayuda de un microscopio de efecto túnel con formato de escaneo, un aparato poderoso que permite la visualización más allá del átomo.
Pues bien, esta semana, científicos de varias universidades, como las de California en San Diego (UCSD) y Santa Barbara (UCSB) y el Instituto Tecnológico de Massachussets, (MIT), han anunciado la producción de naves cargo en la escala nano que pueden, precisamente, atravesar el organismo para llevar medicina importante a cualquier región del cuerpo humano. Y, lo más importante, lograron que llegara a la meta sin ser detectado por nuestro sistema de defensa.
Ciertamente, los avances en estos tipos de terapia han sido obstaculizados por nuestro propio sistema protector. Hemos desarrollado un sistema inmunológico que está preparado para detectar objetos extraños y destruirlos, de hecho, por eso es que sabemos que los virus y las bacterias “aprenden”, ya que encuentran formas de burlar nuestro poderoso programa de protección. Desde el trasplante de órganos hasta la terapia genética ha batallado arduamente con este conflicto de intereses: desear curar a un cuerpo que rechaza aquello que lo salvaría.
“Estas naves matrices miden unos 50 nanómetros, es decir, que son mil veces más pequeñas que el diámetro de una hebra de cabello humano”, explicó Michael Taylor, profesor de bioquímica de la UCSD, “además, están equipadas con una selección de moléculas que les permiten encontrar y penetrar células tumorosas en el cuerpo”.
La idea es perfeccionar la técnica para que sea a través de este tipo de tecnología que se envíen las medicinas a los lugares exactos donde se encuentran los tumores y así no dañar el tejido alrededor.
Precisión y efectividad
“El problema con muchas de las drogas que hemos producido contra un sinnúmero de condiciones es que no llegan al lugar exacto en las concentraciones necesarias. Son drogas que prometen en el laboratorio pero que fallan en los pacientes debido a este problema”, explica Sangeeta Bhatia, bioingeniero en MIT. “Estas drogas no poseen la habilidad de evitar los ataques de nuestro sistema de defensa o de discriminar entre el tejido enfermo y el tejido sano”. Sin embargo, los investigadores opinan que si es posible enviarlas en estos buques a la escala nano, será mucho más fácil y efectivo. Pero estas diminutas naves también pueden servir como una herramienta de diagnóstico. Los pacientes pueden ser examinados de forma profunda y detallada por estas cápsulas microscópicas y las enfermedades más letales pueden ser descubiertas a tiempo.
Fortaleza y engaño
Durante el planeamiento de estos aparatos, los científicos tuvieron en cuenta dos elementos importantes y que podían hacer fracasar toda la operación. En primer lugar, habría que formular una combinación que no despertara el interés del sistema inmunológico y, en segundo lugar, tendría que ser una cápsula lo bastante fuerte para que no se rompa en su camino por el cuerpo humano y derrame su contenido como maltrecho buque de petróleo en el mar. Para resolver el primer problema, los investigadores modificaron unos lípidos, que son las sustancias que forman la superficie celular, para que fuesen capaces de navegar por la corriente sanguínea durante horas. Para la fortaleza de la nave, los científicos usaron una proteína llamadas F3 que además se adhiere a las células cancerígenas hasta llegar a sus núcleos.
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