Un hogar en el cerebro para la moral

La neurología está llena de palabras raras y confusas, pero esto no debe desalentar el interés en una de las ciencias más atrayentes en el dificultoso estudio del complejo cerebro humano. Por mucho tiempo la neurología se ha concentrado en el estudio de las estructuras cerebrales y su relación con las distintas funciones del cuerpo y la mente. Sin embargo, la aparición de la resonancia magnética ha avanzado el estudio cerebral y ha llevado a los neurólogos a descubrir sistemas más específicos dentro de la materia gris.

Recientes estudios publicados en distintos diarios de este campo han desplazado el interés por las estructuras hacia los circuitos neuronales y su importancia en la aparición de los sentimientos y la conciencia humana, que nos diferencian notablemente de otros animales. Los nuevos experimentos permiten tener una idea del lugar donde surge el sentimiento de moral y hasta de libre albedrío en los seres humanos.

De acuerdo con la reportera Sandra Blakeslee del periódico The New York Times, la mejor y más apropiada metáfora para aprender sobre circuitos cerebrales es imaginarnos un arbolito de navidad con millones de extensiones de bombillitos. “Cuando la persona piensa en un perro”, escribe Blakeslee en el diario, “un conjunto de bombillitos se enciende, pero si la persona piensa en un perro muy querido que murió el año pasado, además del primer conjunto de bombillitos, otros más se encienden también. Si la persona piensa en un gato, un conjunto distinto de luces se encenderá pero con algunos vínculos a las luces del perro ya que ambos son animales. Sin embargo, si la persona piensa en un atardecer, un grupo nuevo de luces se encenderá”.

Cada lucecita del arbolito representa una neurona en el cerebro. Cuando la persona completa el pensamiento todas las neuronas permanecen en silencio, es decir, que ya no hay una actividad notable de flujo sanguíneo o ninguna luz se enciende en el arbolito. “Se quedan esperando que la persona piense de nuevo”, expresó Blakeslee.

Los estudios con estos nuevos circuitos han encontrado nuevas regiones cerebrales donde se originan los sentimientos sociales, la conciencia y un sinnúmero de emociones humanas, como la vergüenza y hasta el reconocimiento de expresiones faciales en otras personas. Los neurocientíficos aseguran que han encontrado el lugar donde se produce el sentimiento de moral en el individuo.

Las nuevas protagonistas en la neurología se llaman: células spindles, ínsulas, cingulate anterior y la corteza frontoinsular. No es necesario que nos aprendamos los nombres pero sus funciones en nuestros cerebros son altamente importantes. Además, son las regiones que diferencian nuestros cerebros de la materia gris de los demás mamíferos. De hecho, sólo los grandes simios, los bonobos y otros primates, poseen estas regiones cerebrales y, cuando las tienen, son diminutas en comparación con las observadas en el cerebro humano.

Estas neuronas que forman estos circuitos aparecieron probablemente hace unos 10 a 15 millones de años en un ancestro común de los simios y los humanos. Creemos que dieron un salto evolutivo hace 100,000 años y que han desarrollado mapas emocionales para el cerebro sentimental del ser humano. El cingulate anterior, por ejemplo, que es el área más antigua, es un sistema de enseñanza que toma toda la información de los circuitos emocionales humanos y luego las envía a todas partes de la corteza cerebral para que el cerebro decida que acción tomará”, explicó Antonio Damasio, neurólogo del Centro Médico de Iowa y autor del libro “Buscando a Spinoza: alegría, pena y el cerebro sentimental”.

El lugar que sirve como la estación emocional para toda la información que llega desde los distintos circuitos dedicados a las emociones se encuentra al final de todos esos caminos neuronales en dos conjuntos celulares conocidos como ínsulas. Sin embargo, ha sido en la ínsula derecha frontal donde los científicos han encontrado más actividad emocional. Todas estas regiones están conectadas a través de las enormes células spindles y otros circuitos neuronales que se encargan de reproducir y de percatarse de todo tipo de sentimientos y emociones. Estas células y el área insular derecha controlan y ordenan las emociones, poseen un mapa sentimental de lo que ocurre en el cuerpo internamente y lo que pasa en el mundo externo. La enigmática región se activa cuando miramos al ser que amamos, cuando percibimos injusticias y decepción o cuando sentimos incertidumbre frente a ciertas recompensas. También cuando nos avergonzamos y, si se trata de una madre, cuando escucha a un bebé llorar. En esta área también encontramos otra región en donde se almacenan los recuerdos autobiográficos y donde hacemos conciencia de que somos una persona, un ser humano con nombre y pasado y que nos desplazamos en el espacio-tiempo que caracteriza el universo en que vivimos. La conciencia y la moral se alojan en estos lugares.


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