El paciente de 42 años en Viena ya no podía hablar o tragar, ni siquiera cerrar la boca. El tumor maligno que cubría su mandíbula y su lengua había crecido demasiado y los médicos entendían que la mejor forma de intervención era un trasplante de lengua. El paciente anónimo estuvo inmediatamente de acuerdo, a pesar de los riesgos de rechazo que existen en todos los implantes de órganos.
Pero hasta el momento (22.07.03), a cuatro días de la larga operación que duró 14 horas, los doctores aseguran que el paciente continúa en buen estado de recuperación y que el cuerpo no ha rechazado la lengua.
“Al examinar su boca notas que la lengua no está hinchada lo cual es una buena señal ya que la hinchazón es el primer indicio de que el cuerpo está rechazando al órgano”, comentó para la BBC Christian Kermer, uno de los doctores encargados de la operación. “Además, ayer martes la lengua ya tenía un color normal y parecía que le pertenecía, que era su lengua. El órgano ya está recibiendo sangre del paciente pero aún existe el riego del rechazo así que estamos pendientes”.
El rechazo es uno de los problemas principales en todo tipo de trasplantes. Con las mismas herramientas que utiliza para defenderse de invasores extraños como virus y bacterias, el cuerpo humano también rechaza órganos de otras personas que son transplantados con el objetivo de salvarles la vida. Para contrarrestar esta defensa personal del organismo, los médicos recurren a medicamentos que promueven la aceptación del nuevo miembro mediante la supresión del sistema inmunológico. Para muchos médicos, estos medicamentos originan otros peligros.
“Debemos sopesar muy bien los beneficios y los riesgos cuando hablamos de trasplantes ya que las drogas que se utilizan para suprimir el sistema de defensa pueden ser más perjudiciales que el mismo transplante. En muchas ocasiones, los supresores causan otras infecciones que el cuerpo no puede detener ya que tiene a todos sus guerreros silenciados por los medicamentos”, explicó Rolf Ewers, director del Departamento de Cirugía Oral y Craniomaxilofacial del Hospital Universitario de Viena.
En el caso de la lengua, los médicos enfrentan además las contradicciones biológicas dentro de la boca. Por un lado, es un lugar donde entra mucho material potencialmente infeccioso, pero por otro lado, la boca es bastante efectiva al momento de mantenerse limpia de forma natural.
“Creo que lo importante en este momento es discernir si el nuevo órgano dotará al paciente con la suficiente movilidad para hablar y tragar. Aunque lo más probable es que pierda el sentido del gusto”, expresó Peter Rowe, director del Comité de Ética de la Sociedad Británica de Trasplantes.
De hecho, la mayoría de las víctimas con daños graves en la lengua tienen problemas para sentir el sabor otra vez. Los implantes que se han hecho hasta el momento sólo se realizaban con el objetivo de reconstruir la lengua parcialmente. Para ello, los médicos utilizan tejido muscular de la espalda o del abdomen del paciente, pero estas cirugías no son ideales y los resultados no satisfacen completamente ni al paciente ni al médico. Los trasplantes de lengua, por el contrario, pueden resolver varias afecciones serias siempre y cuando se resuelva el rechazo. Esta es la primera intervención realizada en un ser humano aunque antes se habían efectuado estas cirugías en animales
El equipo de médico en Viena no ha revelado la identidad del paciente ni tampoco ha informado sobre el donante y las condiciones en que fue obtenida la lengua nueva.
Cuestión de sabores
El gusto es una combinación de sensaciones que están combinadas directamente con el olfato. Todo el que haya pasado por una fuerte gripe puede verificar que es así. De hecho, cuando perdemos el olfato también inutilizamos el 80% del gusto. El gusto y el olfato son, en realidad, sentidos netamente químicos ya que son estimulados por moléculas químicas mientras que la vista y el oído son sentidos físicos estimulados por ondas de luz y de sonido.
La acción de saborear y discernir los distintos sazones y condimentos en la comida comienzan en la boca y la nariz pero terminan en el cerebro. Existe un camino neuronal, controlado por moléculas químicas, que se encarga de enviar las señales eléctricas apropiadas a nuestra materia gris. Este camino comienza en la boca y con los olores que emanan de cualquier bocadillo que vayamos a ingerir. La combinación se disuelve con la saliva desde el primero bocado. La saliva tiene un papel fundamental al momento de diferencias sabores. Dentro de la boca, la temperatura, la textura y el sabor se combinan al interactuar con las papilas en la lengua. Estas papilas no son todas gustativas ya que algunas de ellas se encargan de reflejar la textura de la comida.
Dentro de las papilas gustativas, que muchas se encuentran en la punta de la lengua, existen de 50 a 100 células del gusto que utilizan unos poros para unir el sabor con los receptores celulares. Cuando esto ocurre, las señales químicas son convertidas en impulsos eléctricos en el cerebro que relaciona estoas descargas con los sabores que suele discriminar. Estos sabores son:
Dulce
Amargo
Agrio
Saldo
Umami (sabor y textura de la carne y las legumbres)
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