La demencia y la capacidad para avergonzarnos

Neurología. Un equipo de investigadores en la Universidad de California en San Francisco presentó los resultados de un experimento donde han aislado la región cerebral que se encarga de que nos dé vergüenza.

La pavorosa transformación inicia sutilmente; sólo los amigos y familiares se percatan. Conductas inapropiadas, olvidos infundados y esos pequeños cambios en la personalidad. La persona parece haber perdido el juicio para evaluar sus propias acciones; el comportamiento se asemeja al de un niño pequeño egocéntrico y malcriado, sin ninguna consideración hacia el otro ni una pizca de la capacidad que poseemos todos para avergonzarnos cuando actuamos de manera inapropiada.

La condición es conocida como demencia frontotemporal. Un desequilibrio en la producción de una proteína en las neuronas, conocida como Pick, causa la muerte neuronal en las áreas frontales y temporales del cerebro, induciendo así una notable reducción en ambas. Los síntomas de este desorden neurodegenerativo, que puede atacar a personas hasta de 20 años, dependerán de la zona en estas regiones que sea atacada primero; algunos pacientes pierden la capacidad para hablar y comprender el lenguaje, no obstante, la gran mayoría padece de cambios en la personalidad; para los seres queridos de estos pacientes, uno de los elementos más chocantes es, precisamente, la inesperada conducta inapropiada; es difícil adaptarse a la brusca interacción social que se desata, aseguran.

No obstante, estas tragedias del mundo humano han ayudado de forma colosal al estudio y avance de la neurología. Los casos clínicos de traumas, enfermedades, derrames, problemas genéticos y desórdenes neurodegenerativos han permitido que los neurólogos puedan realizar estudios comparativos entre estos cerebros con daños específicos en ciertas áreas y los saludables. La observación de las conductas junto a sofisticados equipos de resonancia magnética, cada vez nos devuelven una visión más rica del órgano que vive en nuestras azoteas.

Pues bien, ahora, un equipo de investigadores en la Universidad de California en San Francisco ha usado personas con diferentes grados de este tipo de demencia para identificar qué parte del cerebro es esencial a la hora de que sintamos vergüenza. Este sentimiento, por supuesto, está atado a normas culturales que hemos aprendido desde pequeñitos; al crecer afrontamos nuestra presencia ante los demás y buscamos la forma de proyectar la imagen con la que deseamos ser vistos e identificados. Los niños pequeños no tienen ese problema, se comportan como quieren donde sea, igual ocurre con pacientes con distintos problemas estructurales en el cerebro que tampoco parecen darse cuenta de que existe un mundo más allá de ellos, sus deseos y sus intenciones. Por lo tanto, existe una parte biológica en el cerebro que es alimentada por esas normas y que nos obliga a limitarnos y a sentir vergüenza propia (no la ajena, esa es la otra de la que hablábamos ayer, vaya cerebro complicado que tenemos, ¿no?)

El experimento era simple, los voluntarios sólo tenían que cantar y luego verse cantando, pero sin la música. Un karaoke, una máquina para medir signos vitales y expresiones faciales, un equipo de resonancia magnética y dos grupos de voluntarios, unos con problemas neurodegenerativos, otros no; conformaron los elementos. Los investigadores los grabaron cantando My Girl, la canción de Temptations, luego los participantes tenían que verse en la grabación con la música editada, es decir, cantando sin el acompañamiento.

“Medíamos el nivel de embarazo de cada voluntario a través de sus signos vitales, como sudor en las manos, latidos del corazón y presión arterial, también por las expresiones faciales. Además, la resonancia magnética nos enseñó un mapa neuronal donde un pequeño tejido cerebral, como del tamaño del pulgar y que se encuentra en la parte frontal del hemisferio derecho, es esencial para sentir vergüenza”, explicó Virginia Sturm durante la Reunión Anual 63 de la Academia Americana de Neurología.

Unos verdaderos “sinvergüenzas”

Los resultados del experimento mostraron que el grado de embarazo de cada persona dependía de la integridad de esta región conocida como “corteza cingulada pregenual anterior”. Sturm asegura que esta zona cerebral predijo siempre el comportamiento: mientras más pequeña la región, menos avergonzada se mostraba la persona. Estudios anteriores ya habían elaborado una concisa clasificación de los síntomas de los pacientes con demencia frontotemporal de acuerdo a las regiones cerebrales que perdían tamaño, lo que facilitó alcanzar las conclusiones.

“Mientras más deteriorada estaba esa corteza cingulada, menos avergonzadas se mostraban las personas. Además, elaboramos otra prueba en donde sometimos a las personas a un susto para medir la reacción emocional a un inesperado sonido explosivo en medio de un momento apacible. Las personas con demencia frontotemporal saltan y se asustan como los demás, por lo que no se trata de toda pérdida emocional sino de complejas emociones sociales, como la vergüenza. De hecho, hemos visto que personas con daños degenerativos en los lóbulos frontales tienden a comportarse de forma inapropiada en eventos sociales”.

Todavía sin cura ni tratamiento efectivo

Desafortunadamente no hay cura para la demencia frontotemporal y los pacientes mueren de dos a diez años después del diagnóstico. Los investigadores esperan que al elaborar un mapa más preciso del desorden, puedan algún día controlarlo. Por el momento, algunos estudios genéticos han identificado posibles causantes del desequilibrio de la cantidad de proteína producida por las neuronas pero aún están inconclusos.

Sin duda, conocer mejor el cerebro, sus funciones y conexiones nos ayudará a elaborar diagnósticos más tempranos, a buscar formas de prevención y, por supuesto, de tratamientos contra las enfermedades cerebrales que nos aquejan. Más aún, problemas de aprendizaje y del lenguaje también podrán ser resueltos por estas vías.


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