Neurología. Un equipo de científicos japoneses ha utilizado la resonancia magnética funcional para observar sentimientos de celos, rivalidad y desazón en el cerebro cada vez que las personas desean algo que los demás poseen.
Nadie desea sentir envidia. De todos los vicios de la humanidad, esta característica no sólo te hace sentir dolor y ansiedad por desear lo que no posees, sino que proyecta inseguridades y sentimientos de inferioridad frente al objeto que produce tantos celos y rivalidad. Y este deseo malsano llega en grados. Es decir, es posible apuntar que existen personas más envidiosas que otras, de hecho, hay individuos cuyas motivaciones e impulsos para vivir están basados en desear lo que no tienen, una actividad que va en detrimento con una saludable salud neuronal.
En estos tiempos de genética, neurología y biología en sus máximas expresiones, es posible indagar sobre los orígenes evolutivos de una característica humana (cuáles ventajas ofrecía u ofrece para la supervivencia o la reproducción del individuo) y las mutaciones genéticas responsables por el desarrollo de circuitos neuronales que plasmen estas conductas en el repertorio del homo sapiens. Y ha sido, precisamente, lo que han realizado los investigadores con la envidia en el Instituto Nacional de Ciencias Radiológicas en Japón. La investigación involucró máquinas de resonancia magnética funcional para observar al cerebro en acción y un guión repleto de drama, para que los participantes sintieran las emociones estudiadas.
Y así fue. Los familiarizados con estos experimentos que usan la resonancia saben que los especialistas observan la sangre correr y acumularse en distintas regiones cerebrales de acuerdo a la conducta o el pensamiento del voluntario examinado. “Las máquinas de resonancia magnética tienen sus limitaciones, sólo podemos deducir que estas regiones activadas por el oxígeno en la sangre están vinculadas con lo que estudiamos. Hasta el momento, ha sido una de las más usadas tecnologías en la neurología”, explicó para el diario The New York Times, Hidehiko Takahashi, autor principal del estudio que fue publicado por el diario científico Science.
Y no sólo observaron al cerebro verde de la envidia, sino que obtuvieron otro retrato neuronal de un activado sistema de recompensa justo cuando supieron que el objeto de su envidia había fracasado. Ciertamente, nuestras neuronas controlan mucho más de nuestras vidas de lo que nos permitimos creer.
“Los infortunios de las personas que envidiamos nos saben a miel y existen regiones específicas en el cerebro que se encargan de procesar esa miel”, escribió Takahashi. Es lo que ha sido denominado en psicología con el término alemán schadenfreude, que se refiere al placer que sentimos cuando vemos a otras personas sufriendo. Especialmente si son personas que nos ponen las neuronas verdes de la envidia.
La envidia en el reino animal
Hace unos meses publicamos el segundo estudio que confirmaba que el amor y el odio comparten circuitos cerebrales. La publicación, de un equipo alemán, confirmaba los estudios realizados con años de anterioridad por la antropóloga Helen Fisher, de la Universidad de Rutgers, quien había explicado los crímenes pasionales y la obsesión perniciosa que inspira el amor, con procesamientos vinculados en el cerebro. En esta ocasión, los investigadores también han descubierto un vínculo entre sentir la pena de la envidia y el placer del schadenfreude. “El cerebro tiene una forma ya básica de funcionar, vemos por ejemplo sistemas básicos de hambre y sed, mientras más hambrientos y sedientos estamos, mayor será el placer que sentiremos al comer y al tomar agua. De la misma forma, mientras más envidia sentimos por alguien, mayor será nuestra alegría al verlos caer, está todo en el cerebro”, explicó el neurólogo Matthew D. Lieberman, de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA). Hace unos meses también, publicamos una imagen de investigaciones en perros que mostraban este sentimiento en los caninos también. De hecho, el primatólogo Frans de Waal también ha descubierto envidia en otros primates.
Dolor, placer, dopamina
Por supuesto que los investigadores distinguen entre los celos y la envidia. En esta última la persona no es amenazada con perder algo debido a otro individuo ya que la amenaza nace sola dentro del patrón cerebral del afectado. “La envidia es corrosiva y fea y puede arruinarle la vida”, explicó a la periodista científica Natalie Angiers, Richard H. Smith, profesor de psicología en la Universidad de Kentucky. “Si eres una persona envidiosa no podrás disfrutar de lo que te ofrece la vida porque estás ocupado en desear lo que tienen los demás”. Los investigadores japoneses ahora ya tienen nombres para las regiones que provocan estas sensaciones. “Cuando los voluntarios leían sobre una persona por la que sentían envidia, regiones vinculadas con el dolor eran activadas, como la corteza anterior cingulada en los nódulos dorsales cerebrales y áreas adyacentes. Por otro lado, cuando los voluntarios leían sobre el fracaso de la persona envidiada, centros de placer activados por la dopamina, por ejemplo, el estriato ventral, eran activados.
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