Neurología. La propuesta implica esperanza para los afectados con la condición ya que asegura que la enfermedad no se debe a un problema estructural del cerebro sino que se trata de una desregulación.
Esta semana en Nueva York, 150 coches para bebés fueron exhibidos en el Parque Central. Cada uno de ellos representaba a esa persona, entre cada 150, que nace con el desorden cerebral llamado autismo, una condición catalogada como de “espectro” porque la forma en que afecta los cerebros es distinta y los afectados varían en la intensidad y en los síntomas que presentan.
Mucho se ha hablado y estudiado del autismo, también inventado. Desde que la condición fue definida, las teorías sobre sus orígenes y el mecanismo que la produce han variado significativamente. No obstante, todavía los neurólogos y especialistas que investigan sobre la enfermedad no saben a ciencia cierta qué problemas y daños la ocasionan.
“Se pensó por un tiempo que podían ser las vacunas, porque las madres se daban cuenta de que algo andaba mal con el bebé en la edad, precisamente, de vacunarlos; pero ahora, con medios para el diagnóstico temprano de la condición y otras pruebas, los médicos conocen bien que las vacunas no afectan para nada la salud del bebé, por el contrario”, explicó para El Caribe la neuróloga Amy Armantrout, de la Universidad de Pittsburgh.
Ahora, un equipo de científicos del Colegio Universitario de Albert Einstein en la Universidad Yeshiva en NuevaYork, proponen una teoría distinta, basada en interesantes estudios y experimentos, que aseguran que la condición no es un problema estructural del cerebro sino de desregulación del sistema, lo que implica, además, que podría ser reversible.
Los científicos hablan de una región conocida como el “Locus Coeruleus”, un conjunto de neuronas en el tallo cerebral que procesa señales sensoriales que llegan de todas partes del órgano, también se encarga de controlar la temperatura del cuerpo. Locus Coeruleus quiere decir en latín el sitio azul, y las neuronas allí han sido responsabilizadas por acciones como las de correr cuando nos sentimos amenazados por algo y otras respuestas al pánico, entre otras.
Para el equipo científico, las evidencias descubiertas hasta el momento apuntan en esta dirección. “El sistema del Locus Coeruleus noradrenérgico (LC-NA), está involucrado, no sólo en producir fiebre sino también en controlar el comportamiento, es el único que realiza ambas funciones”, explicó Dominick P. Purpura, profesor de neurociencias en Einstein.
Los investigadores piensan que el sistema atraviesa por una desregulación debido a varios elementos que entran en juego, como factores ambientales, genéticos y epigenéticos. El estrés durante el embarazo, aseguran, puede ser uno de ellos.
Todo comenzó con una fiebre
Las anécdotas a nivel científico cobran vida cuando su acumulación da cabida a estudios y experimentos de confirmación de lo que éstas exponen. En esta ocasión, los relatos de padres con niños autistas comenzaron a mostrar una característica en común, al parecer, cada vez que estos niños sufrían de fiebre, los síntomas del autismo disminuían y el niño parecía actuar de forma normal. Entonces, en el 2007, un estudio publicado en el diario Pediatría, observó esta conducta con más rigurosidad, utilizando en un estudio grupos de niños autistas con fiebre y otro que no la padecían, para luego producir un análisis comparativo. Los resultados revelaron que los niños autistas presentaban conductas distintas cuando padecían de fiebres. “En una nota positiva, estamos hablando de una región cerebral que está irrevocablemente alterada. Lo que nos permite tener esperanzas de que, con terapias novedosas podamos, eventualmente, ayudar a las personas con autismo”, dijo el coautor del estudio, Mark F. Mehler, director de neurología del Instituto para Desórdenes Cerebrales y Regeneración Neuronal en Yeshiva.
Mensaje de esperanza y precaución
Para los especialistas de la Universidad de Yeshiva, el sistema LC-NA en los niños autistas se ve estimulado por la fiebre que lo restaura, temporalmente, a su función regular. Entre las funciones que caracterizan a este conjunto de neuronas se encuentran también algunas involucradas en conductas complejas como el foco de atención que es la habilidad de concentrarse en pistas que son relevantes en el momento y de cambiar este foco de una tarea a otra, un problema (pobre atención enfocada) que caracteriza a todos los autistas. “Lo que es único del locus coeruleus es que se encarga de activar a casi todos los centros de alto mando cerebral que están involucrados en tareas cognitivas complejas”, explicó el doctor Mehler. “Si esta parte cerebral no estuviese implicada en la enfermedad, sería imposible detectar un cambio de conducta durante un episodio de alta temperatura, tampoco sería posible si el autismo fuera un problema de daños en la estructura cerebral”, añadió. El mensaje, explican los científicos, es uno de esperanza pero también de precaución. “Aunque nos acercamos a comprender mejor lo que es el autismo, todavía es muy temprano para saber la clave de eliminarlo”.
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