El Cuerpo Gobernante de los testigos de Jehová ha vuelto a cambiar el entendimiento del concepto “generación” de que hablaba Jesús a los discípulos que le preguntaban sobre el fin del sistema. Antes Brooklyn entendía en líneas generales que “generación” se refería a gente que convivía dentro de un limitado espacio de tiempo no superior a la duración de una vida humana. Posteriormente entendió el término “generación” como “toda la gente inicua que no escucha la admonición de Jesús sobre el fin del sistema de cosas”. En la actualidad entiende por “generación” el resto ungido que aún vive, cuya inmensa mayoría está bien entrada en años. Este último concepto de generación ya lo barajaba Brooklyn más de ochenta años atrás. Es de observar que, si algunos de estos ungidos actuales apostatan de sus creencias, son inmediatamente suplidos por otros ungidos, evidentemente más jóvenes. Este reemplazo bien pudiera prolongarse por muchos años. Así, sea que la generación se refiera a la gente inicua o al resto ungido, la duración de tal generación del llamado “tiempo del fin” puede suponer un ilimitado periodo que incluso se extienda por siglos.
Analicemos imparcialmente los versículos 33 y 34 del capítulo 24 del evangelio atribuido a Mateo, de los que se ha extraído el entendimiento del término “generación” y cuanto con él se relaciona, y veamos qué podemos deducir de los mismos. Mateo 24: 33 y 34 dice, según la versión del Nuevo Mundo: “Así mismo también, ustedes, cuando vean todas estas cosas, sepan que él está cerca, a las puertas. En verdad les digo que de ningún modo pasará esta generación hasta que sucedan todas estas cosas”.
¿A qué generación se estaba refiriendo Jesús? Evidentemente, a la que “viera todas estas cosas”. ¿Y qué generación era ésa? La de los oyentes de Jesús. En efecto, él se refería a “ustedes”, es decir, a los que le estaban escuchando, sus discípulos, los que acababan de preguntarle sobre el tiempo en que “sucederían todas las cosas” que habrían de venir sobre la tierra. En modo alguno podía referirse Jesús a la generación de gente inicua que no le estaba escuchando en aquel momento. Tampoco podía referirse a supuestos ungidos de un futuro lejano. Claramente se refería a “ustedes”, a los discípulos ante él presentes. Y si se refería a la generación de los que le estaban escuchando, ello implicaría un tiempo limitado, pues aquellos discípulos, que, supongamos anduvieran entre los 20 y los 50, durarían a lo sumo entre 20 y 60 años más, si nos atenemos a la duración de 70 u 80 años de la que habla la Biblia. Así, pues, el término “generación” entraña un tiempo limitado. No puede referirse a muchas generaciones de gentes, sean buenas o malas gentes, sean ungidas o no lo sean, sino que se refiere a una sola generación: la que estaba presente ante Jesús, la que le escuchaba en aquel preciso momento, cuyas edades oscilaban entre sí, pero que en conjunto el más joven de aquella generación difícilmente duraría 60 años más a partir del tiempo en que Jesús relataba aquello.
“Pablo […] aunque no estuvo presente cuando Jesús dijo lo que dijo, creyó discernir por espíritu que el hijo del hombre no tardaría en llegar, y eso en el propio tiempo de Pablo, el cual esperaba encontrarse con su Señor en las nubes.”
La expresión “todas estas cosas” no incluía la llegada o presencia del hijo del hombre, porque el versículo anterior dice claramente que “al ver todas estas cosas, él estaría cerca, a las puertas”; pero si está cerca, a las puertas, es que aún no ha llegado. La frase “todas estas cosas” se refería a guerras, etc., menos, evidentemente, a la llegada del hijo del hombre, ya que dos versículos después leemos que “nadie sabe el día y la hora”. Es decir, primero suceden “todas las cosas” y después, a una hora que nadie sabe, se presenta el hijo del hombre. Pero el Cuerpo Gobernante enseña al revés. Enseña que primero se presenta (está presente) el hijo del hombre (desde 1914) y después comienzan a suceder “todas las cosas”. Claro que aduce como explicación que el hijo del hombre “está presente desde 1914”, pero “no llega en su gloria hasta después de que sucedan todas las cosas”. Pero entonces ya son (en el tiempo del fin) dos presencias o dos llegadas del hijo del hombre y no una, como indica el evangelio.
Resumiendo, pues, podemos destacar estos cuatro puntos: Primero, habrían de acontecer “todas las cosas” predichas por Jesús y relatadas en el evangelio de Mateo. Segundo, todo eso acontecería dentro de una generación o espacio de tiempo cuya máxima duración pudiera estimarse en 70 u 80 años. Tercero, los que estuvieran al tanto de “todas estas cosas” sabrían que el hijo del hombre estaría cerca, a las puertas. Y cuarto, se presentaría por fin ese hijo del hombre, sin saber exactamente cuándo.
Ahora bien, los discípulos que escuchaban a Jesús esperaban todas estas cosas, incluso la llegada del hijo del hombre, durante su propia vida, pues así lo entendieron. Y así lo entendió el autoproclamado apóstol Pablo, quien, aunque no estuvo presente cuando Jesús dijo lo que dijo, creyó discernir por espíritu que el hijo del hombre no tardaría en llegar, y eso en el propio tiempo de Pablo, el cual esperaba encontrarse con su Señor en las nubes.
Hasta el polémico Apocalipsis que tardíamente se le colgó al apóstol Juan dice que el tal hijo del hombre “vendría pronto”. Y “pronto” es pronto, desde el punto de vista humano. Porque se dijo esto para los hombres, no para los ángeles o los dioses, que duran una eternidad y el “pronto” para ellos puede ser de miles de años. Aparentemente los cristianos del siglo I entenderían que ese “pronto” rezaba ya en su tiempo. Pero resulta que esos cristianos no conocieron el escrito del Apocalipsis, o al menos no lo reconocieron como inspirado, pues Eusebio de Cesarea, escribiendo su Historia de la Iglesia en el siglo IV, hace observar que la inspiración divina de ese libro bíblico estaba en entredicho; así que mal pudieron aplicar la expresión “pronto” los cristianos de siglos precedentes, si es que hubo tales cristianos. Escribe Eusebio: “Referente… al escrito que llaman Apocalipsis, nos consta que no aparece en absoluto en los escritos apostólicos”.
Mal puede aplicarse la llegada o presencia del hijo del hombre a generaciones de siglos posteriores al primero de nuestra era, y menos a una específica generación de dos mil años después. Fue a aquélla precisa generación que escuchaba a Jesús, y no a otra, a la que aplicaban las palabras de “no pasará esta generación hasta que sucedan todas las cosas”. Así, pues, fue aquella generación del primer siglo la única que, como está escrito, esperaba (si el relato no es ficción) la presencia o llegada del hijo del hombre después de que hubieran sucedido todas las cosas que de antemano anunciaba a sus discípulos aquel que era considerado como tal hijo del hombre.
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