Elena G. de White: ¿Profeta de Dios o epiléptica de lóbulo temporal?

Nota editorial por: Ferney Yesyd Rodríguez

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Nota del editor de Sindioses.org

Durante el siglo y medio de existencia de la Iglesia Adventista se han hecho múltiples intentos para entender la causa de las visiones de la señora Elena G. de White, mujer de gran importancia en la formación de este movimiento.

El médico adventista en retiro, Molleurus Couperus, es el doctor que de forma más detallada ha analizado el caso de la señora White, y como resultado publicó un artículo titulado “Importancia de la Herida en la Cabeza de Elena G. de White (1985)”. Tal escrito, es una obra exhaustiva y detallada, por lo que resultó algo extensa y bien referenciada (prueba de su profundidad y seriedad) que constituye un intento científicamente honesto para explicar como fue posible que esta religiosa pudiese de buena fe creer que las visiones que tenía eran fruto de la comunicación directa de Dios con ella.

Personalmente creo que Elena G. de White era una persona sincera, y que en ningún momento intentó engañar a sus correligionarios (difícilmente podría afirmar lo mismo de otros profetas, como sería el caso de José Smith, fundador del mormonismo), pues ella desconocía la naturaleza de su enfermedad, y en caso de habérsele sugerido una explicación racionalista sería poco probable que la aceptara, dado su fuerte adoctrinamiento cristiano desde la infancia. Primero en la Iglesia metodista y luego en el movimiento millerista.

A la luz de la neurobiología actual se puede afirmar con un alto grado de probabilidad que las visiones de la señora Elena G. de White son resultado de una actividad eléctrica anormal en su cerebro. Para la época del nacimiento del adventismo, el siglo XIX, la neurobiología no tenía el cúmulo de descubrimientos del presente, pero ahora las cosas han cambiado, los datos son reveladores y aplastantes… a pesar que la inmensa parte de los adventistas lo ignoren y otros lo deseen ocultar.

Como bien lo afirma el científico colombiano Rodolfo Llinás “el cerebro vivo, o sus tormentas eléctricas, son descripciones que representan aspectos distintos de una misma cosa: El estado funcional de las neuronas… Propongo que el estado mental, represente o no (como en los sueños o en lo imaginario) la realidad externa, ha evolucionado como un instrumento que implementa las interacciones predictivas y/o intencionales entre un organismo vivo y su medio ambiente.” [1] En la década de los 1950’s el científico Wilder Penfield “estimuló eléctricamente la corteza del lóbulo temporal (compleja estructura que sirve de base a numerosas funciones, que incluyen el proceso auditivo, el lenguaje y el reconocimiento facial), los pacientes informaban sentir eventos visuales o auditivos tales como “oír una sinfonía” o “ver a mi hermano” y cosas por el estilo”. [2]

Precisamente la corteza cerebral del lóbulo temporal fue la región lesionada en la señora White. Esto se debió a un accidente que tuvo a la edad de nueve años cuando una compañera de escuela la agredió hiriéndola con una piedra lanzada a su cara, lo que le produjo inmediatamente tres semanas de inconciencia, y que después generó la epilepsia de lóbulo temporal responsable de las subsiguientes visiones que tendría la fundadora religiosa.

Si bien es cierto que la gran mayoría de los adventistas creen que el origen de tales visiones no se puede buscar en la neurología, hay un pequeño grupo de adventistas que opinan lo contrario. Los racionalistas por su parte, estamos convencidos que las visiones de la líder adventista se deben a una situación poco peculiar que ocurría en su corteza cerebral, pero no tan infrecuente como para ser un caso único. Teniendo en cuenta una gran cantidad de casos médicos documentados y analizados, consideramos altamente probable que Elena G. de White tenía sus visiones como producto de ataques complejos parciales enmarcados en la epilepsia de lóbulo temporal.

En este punto es necesario comentar que epilepsia nos es sinónimo de convulsión, porque existen tipos de epilepsia que no cursan con convulsiones. Esta aclaración se hace ya que muchos adventistas argumentan que la señora Elena G. de White no presentaba convulsiones, sino que quedaba quieta, con la mirada fija y con la respiración lenta, y en algunos casos podía adquirir una gran fuerza, como cuando sostuvo una Biblia de gran peso durante un tiempo prolongado.

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A pesar de varias estudios sobre el caso de Elena G. de White que tuvieron en cuenta la zona de la lesión, la sintomatología postraumática y la sintomatología conductual, los oficiales del legado White (la institución que guarda, traduce y emite la obras y recopilaciones de la señora White) se han negado a aceptar cualquier explicación naturalística sobre las visiones de su líder religiosa. Quizás porque esto le resta peso a sus escritos cuando afirma “El señor me mostró”, “se me ha mostrado”, o cuando relata que ciertas de las palabras por ella luego escritas fueros dadas por un ángel, su guía, o incluso el mismo Jesús. De hecho el legado White ha formado un comité de médicos en la institución hospitalaria insignia de la Iglesia Adventista, El Hospital de Loma Linda, en California, denominado “Comité de Salud Elena G. de White” para declarar que es imposible que cualquier tipo de epilepsia de lóbulo temporal fuese responsable de sus visiones.

Esto último me parece desafortunado, ya que en la ciencia no se pueden sacar primero las conclusiones y luego hacer encajar los datos a la fuerza o limitar el campo de la investigación científica (Algo similar ocurre con los afiliados al “Instituto para la investigación de la creación (ICR)”, o el también adventista, “Instituto de investigaciones de Geociencias (GRISDA)”

Volviendo al trabajo del médico Molleurus Couperus, debo comentar que este fue presentado a tres insignes neurólogos no adventistas para que lo evaluaran, dado que entre los neurólogos existen desacuerdos sobre los rasgos de conducta y personalidad que permiten diagnosticar la epilepsia de lóbulo temporal. Dos de ellos lo avalaron, uno de los cuales, por razones prácticas no quiso mencionar su nombre, el otro médico ha hecho una investigación muy amplia sobre el tema y aparece citado en el documento de Couperus. El médico que descartó la hipótesis fue el Dr. Thomas Babb, profesor residente de neurología en la UCLA.

El lector notará la seriedad de la hipótesis planteada por el doctor Couperus por las referencias de la literatura médica consultada, tales como Handbook of Clinical Neurology, Natural History of Posttraumatic Epilepsy, The Traumatic Amnesias, Bulletin of the Los Angeles Neurological Society, Pathology of the Central Nervous System, A Textbook of Epilepsy, Annals of Neurology, Advances in Neurology, entre otras. Además se presenta una abundante referencia de textos de la señora White para corroborar su diagnóstico, especialmente en lo concerniente a sus síntomas post-accidente y sus rasgos conductuales y de personalidad.

El trabajo del Dr. Couperus, fue presentado por primera vez en la revista Adventist currents en junio de 1985. Para la presentación que haremos en este sitio lo hemos dividido de la siguiente manera:

Referencias:


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