Telequinesia y telepatía

Imagen cortesía de la JREF

El mundo del esoterismo, de la metafísica, de las paraciencias, abarca una amplísima gama de creencias de las que las religiones no son más que una parte muy pequeña. Todas ellas tienen una característica común, ni hay pruebas de ninguna de ellas, ni ninguno de sus creyentes o practicantes tiene el menor interés ni en buscar, ni en pedir, ni en dar esas pruebas. En todas ellas se pone la fe, la creencia, por encima de las pruebas que pudieran demostrarlas. En general ese mundillo, bastante amplio por cierto, suele estar integrado por varias clases de personas. Las que simplemente creen que esos fenómenos se producen, pero que es a otras personas a quienes les suceden. Las que dicen estar convencidas que ellos tienen dones o poderes especiales, a esas personas sí que les suceden algunas de esas cosas, aunque no todas. Las que saben que no es cierto pero les interesa propagar la idea de su certidumbre buscando algún tipo de beneficio personal, o económico. Las que entienden que sí es cierto, y que ellos poseen ese tipo de poderes y los regalan a quienes puedan tener necesidad de ellos. Las que entienden que es cierto y hacen de eso su modus vivendi como si practicaran cualquier otra profesión remunerada.

En el mundillo del esoterismo ni todo el mundo cree de mala fe, ni todo el mundo actúa de buena fe. Cuando a algún famoso se le sorprende, se descubre que no emplea más que trucos, falacias y falsedades, para el crédulo siempre queda una salida mental que a mí no deja de sorprenderme. En lugar de deducir, con lógica, que todos los que se dedican a eso actúan de mala fe, mientras no se demuestre lo contrario, deducen que sí, que es cierto que esa persona en concreto actuaba de mala fe, pero que alguno habrá que no lo haga, de esa manera en lugar de reconocer su error, y que han sido engañados y sorprendidos en su buena fe, colaboran en la expansión de la idea, dando credibilidad a algo que no tiene el menor fundamento y de lo que no existe ni una sola prueba.

Es mucha la gente que cree de buena fe dando credibilidad a fenómenos que nadie ha demostrado, pero de los que han oído hablar como misterios que se producen, aparentemente sin explicación, aceptando cualquier explicación mágica, que de buena o mala fe quieran darles.

Quienes manejan el cotarro del esoterismo saben como presentar las cosas de forma que parezcan misterios, muchos de ellos ya resueltos, la inmensa mayoría sólo son trucos, trucos que el neófito ignora, pero solamente trucos al fin y al cabo, y otros aun misterios sin resolver, dando explicaciones de lo más absurdas, pero creíbles, para una mente crédula que actúa de buena fe.

En el mundo del esoterismo incluyo lógicamente las religiones, participan de las mismas características generales del esoterismo, aunque se dediquen a una única parcela más bien escueta. Por más que las religiones, en particular la religión cristiana con sus múltiples variantes, se declare enemiga del esoterismo, no impide que comparta con él la mayoría de sus características. Si se declara enemiga es precisamente por que al compartir las mismas características, el resto de las creencias esotéricas le restan clientes potenciales y reales. Para evitar eso no duda en calificar de idolatras, supersticiosas, y paganas al resto de las creencias esotéricas. Todas las demás son falsas menos la suya. Sabe que comparte con ellas las mismas características de explotar basándose en mentiras la credibilidad y la buena fe de la gente, sabe que le quitan clientes, así que no duda en condenarlas.

Sirvan los párrafos anteriores como introducción a lo que ha motivado este texto. La supuesta existencia real de la telequinesia o de la telepatía.

Ni la telequinesia (movimiento de materia a distancia, con el poder de la mente), ni la telepatía (transmisión del pensamiento a distancia) han sido nunca demostradas, aunque sea frecuente ver a supuestos magos haciendo juegos de desaparición de objetos que más tarde aparecen sin explicación aparente. Objetos que se mueven y se trasladan sin que aparentemente el supuesto mago los toque. En realidad sólo son trucos desconocidos por quien los presencia, pero solamente eso, trucos.

Mucho se ha hablado de la una y de la otra, mucho se ha argumentado a favor y en contra, pero quizá la prueba más evidente de que ninguna de las dos tienen existencia real sea que no hay nadie que haya fundado ninguna empresa basada en ninguna de las dos. Ni hay empresas de transporte basadas en la telequinesia, ni empresas de transmisión del pensamiento basadas en la telepatía. En su lugar si que existen infinidad de empresas basadas en el transporte tradicional, y empresas telefónicas basadas en la transmisión de la palabra como expresión del pensamiento.

Los defensores de ambas ideas dicen que existen, que son reales, pero en cuanto se les pide que demuestren su existencia con hechos reales y bajo control, se echan atrás, argumentan que no controlan el como, el cuando, y el porque se producen, dicen que aunque intentaran demostrarlo no podrían porque no controlan como hacerlo, que es algo que se da fuera de su control.

En definitiva, que cuando se piden pruebas reales les pasa como a los creyentes cuando se les piden pruebas de su dios, saben de antemano que no las hay ni las conseguirán, así que inventan mil excusas para darse a sí mismos una salida airosa sin demostrar nada de nada.

A mí particularmente me encantaría que tanto la telequinesia como la telepatía existieran. Menudo engorro me evitaría cada vez que tengo que hacer un viaje. Me encantaría pensar en hacerlo y que sólo con la fuerza de mi pensamiento ya estuviera hecho. Menudo adelanto sería no tener que coger el metro, el autobús, el coche, el tren, el barco, el avión para hacer desplazamientos.

Menudo ahorro de energía y de tiempo, menuda comodidad pensar en hacer un viaje y que ya estuviera hecho, os aseguro que viajaría mucho más que ahora y de una forma mucho más barata y cómoda. Le encuentro miles de aplicaciones practicas a la telequinesia, todas ellas de gran utilidad, aunque algunas de ellas podrían ser contraproducentes. Si la telequinesia existiera realmente acabaría en poco tiempo con toda la industria del transporte tradicional. No tendría sentido seguir gastando tiempo y energía en ir de un sitio a otro si se pudiera hacer por telequinesia.

¿Qué sentido tendrían las empresas de transportes en esas condiciones? ¿Cómo a nadie se le habrá ocurrido jamás fundar una empresa de transportes telequinésicos? ¿Os imagináis lo que podrían hacer un Ben Laden o un Bush pudiendo transportar sus armas y sus misiles a cualquier sitio nada mas que con la fuerza de su pensamiento? Y ya puestos a imaginar, e incluso a desbarrar un poco, ¿os imagináis lo que seria el pensamiento del Ben Laden luchando por llevar sus misiles o aviones, para que exploten en alguna torrecilla norteamericana, y el pensamiento de Bush luchando para que los mismos misiles y aviones caigan en Afganistán o en Irak? En fin que quien imagina que la telequinesia existe no alcanza a ver las consecuencias de lo que esta diciendo. Como ejercicio mental de credulidad no deja de ser un bonito juego, pero como realidad casi es mejor que no exista.

Lo mismo pasa con la telepatía, me encantaría que para hablar con la persona o personas que yo deseo no tuviera que usar ni cartas, ni teléfonos, ni Internet, ni ningún otro medio de comunicación. Me encantaría poder hacerlo sólo con mi pensamiento. Me pregunto por que quien dice poseer esos poderes no ha montado una empresa de transmisión de pensamiento, con lo útil y barato que resultaría, en vez de tener que gastarse la cantidad de dinero que gastamos en teléfono todos los meses. Me surgen algunas dudas al respecto de la telepatía, pero estoy segura que ya encontraría la forma de solventarlas.

Me imagino mi pensamiento recorriendo libremente el espacio y me pregunto si, tendrían acceso a él todas las personas que quisieran escucharlo. ¿Habría manera de limitar la captación de ese pensamiento sólo a las personas que yo se lo mandara? En el caso de que todos pudiéramos comunicarnos sólo con el pensamiento, ¿Cómo sabríamos cuales son los pensamientos que provienen de quien se quiere comunicar con nosotros, que son los que nos interesan? ¿Tendríamos acceso a los pensamientos de todos los demás humanos? ¿Hasta dónde llega un pensamiento? ¿Llegaría más cerca o más lejos dependiendo de la intensidad con que pensáramos? ¿Cómo calcular la distancia a que llegaría nuestro pensamiento? ¿Llegaría más lejos si pensamos en una mosca que si pensamos en un elefante? ¿Podríamos dejar de pensar para evitar que nuestros pensamientos fueran captados por los demás?

Mención aparte merece el mundo del ilusionismo, el ilusionista, el que hace trucos con naipes, o cartas, con cuerdas, el que ante miles de espectadores trocea una mujer, separa sus trozos antes de volver a unirlos sin que sufra el menor rasguño no trata de engañar a nadie, el espectador sabe que hay truco, el ilusionista por supuesto que también lo sabe, el verdadero misterio estriba en la habilidad del ilusionista para que su truco no se note, pero ambos, tanto el espectador como el ilusionista saben que son trucos.

Hay muchas formas de engañar el cerebro del espectador, los ilusionistas lo saben, saben como engañarnos, saben que nos están engañando, sabemos que nos engañan, el verdadero espectáculo estriba en que sus trucos no se noten, en presentarnos las cosas como si fueran reales, pero estableciendo un acuerdo tácito entre ilusionista y espectador. “Tú sabes que uso trucos, yo sé que trucos estoy usando, el reto consiste en ver si lo descubres. Pero si lo descubres, por favor, no lo cuentes, deja que sigamos llevando un poco de ilusión y divertimento a quienes lo puedan necesitar.”

No estoy contra de quien usando trucos deja a la sagacidad del espectador el descubrirlos. Estoy contra quien abusa de la buena fe de las personas presentando como cierto, lo que sólo son falsedades, falacias, y mentiras.


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