La santa del erotismo y el mártir intolerante

El 15 y el 17 de octubre los cristianos católicos celebran a dos de sus más connotados santos: Teresa de Ávila e Ignacio de Antioquía. Mostraremos un perfil más humano y menos inmaculado de estas dos figuras.

Primero las damas. Teresa de Jesús nació en un 28 de marzo de 1515 en Ávila, España, su nombre de aristócrata fue doña Teresa de Cepeda y Ahumada (título que nunca perdió) y era hija de un judío converso que se pasó al cristianismo para evadir la expulsión del reino ibérico.

Teresa es reconocida por sus poemas y versos de amor divino que algunos analistas consideran cargados de erotismo y sensualidad. Entre muchos destaca, para fines de este artículo y para apoyar ese argumento un par de fragmentos que rezan:

Ya toda me entregué y di
y de tal suerte he trocado,
que es mi amado para mí,
y yo soy para mi amado.
Cuando el dulce cazador
me tiró y dejó rendida,
en los brazos del amor
mi alma quedó caída.
Y cobrando nueva vida
de tal manera he trocado
que es mi amado para mí,
y yo soy para mi amado.
Hirióme con una flecha
enherbolada de amor,
y mi alma quedo hecha
una con su Criador,
ya no quiero otro amor
pues a mi Dios me he entregado,
y mi amado es para mí,
y yo soy para mi amado.

Poema “Sobre aquellas palabras”

Vida ¿qué puedo yo darle
a mi Dios, que vive en mí
si no es perderte a ti,
para mejor a Él gozarle?
Quiero muriendo alcanzarle,
pues a Él sólo es el que quiero,
que muero porque no muero.”

Poema “Vivo sin morir en mi”

Otras frases eróticas conocidas de la religiosa eran: “la bandera del Señor erguida,” la cual se transformó “en la torre más alta,” y mientras, “¡los árboles se llenaban de savia!”

Se dice que Teresa de Ávila era una bella y enamorada mujer a la que al menos se le conoce un objeto de su pasión: el sacerdote Gracián de la Madre de Dios al que ella identificaba con el varón del Cantar de los Cantares [1]. Sin embargo en sus memorias deja en evidencia los remordimientos tan típicos de la moralidad cristiana al calificarse a sí misma como “una malvada mujer”, la “más malvada entre las sucias” y era “digna de la compañía de demonios infernales”. [Teresa 1, 48, 53, 71, 85, 139, 164, 174].

Mi opinión y que no pocos comparten es que Teresa de Jesús (o de Ávila da igual) es la representación de una sexualidad reprimida por la religión. La monja al menos no lastimó a nadie con sus devaneos libidinosos, cosa que no podemos decir de Ignacio de Antioquía.

El Obispo antisemita

Ignacio fue obispo de Antioquía (hoy en Turquía) en el siglo II, murió devorado por dos leones en el Coliseo Romano y por eso se le considera mártir del cristianismo en su época más primitiva. [2]

El prelado en cuestión vivió en una época convulsa, para entonces existía no una iglesia sino varias que luchaban entre sí, entre ellas la de Ignacio (a la postre la que ganó) quien fue activo protagonista de incendiarios panfletos donde se desacreditaba a los adversarios al punto de advertir a sus feligreses con cosas como “Os prevengo contra las bestias en figura humana” y cosas por el estilo refiriéndose a otros cristianos.

Sin embargo de lo más llamativo de Ignacio de Antioquía y en general de los líderes cristianos de aquella época fue su marcado desprecio hacia los judíos, postura que alimentó al tradicional antisemitismo (deicidas) y después al nazismo.

Cuando alguien venga a predicaros de cosas de judíos, no le escuchéis”, exhorta Ignacio, porque las doctrinas del judaísmo son “falsas y erróneas”, “astucias”, “consejas de viejos, que de nada sirven”, “falacias que son como columnas funerarias y cámaras sepulcrales”. Decía el religioso, citado en este caso por el historiador Karlheinz Deschner.

El santoral católico define a Ignacio como “Nuestro santo estaba lleno de fuego de amor por Dios.” Sin duda, y también de odio hacia los judíos y hacia los cristianos con opiniones apenas diferentes a las de él y su secta. Las cartas y enseñanzas de este religioso y de otros más fueron la base de persecuciones y asesinatos a gran escala de opositores una vez el cristianismo católico se subió al carro del poder por obra y gracia del emperador Constantino.


Notas:

Libro recomendado por Sindioses.org:

La Historia Criminal del Cristianismo I, de Karlheinz Deschner.


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