No creo en Ganesha, tampoco en Jesús. Las razones de mi ateísmo

Para muchas personas resulta sorprendente saber que uno es ateo. Frente a la noticia muchos creyentes cuestionan al incrédulo queriendo saber por qué se niega a dios, mientras creen saber que su dios existe.

Lo primero que hay que aclarar es que el ateo no es un “negacionista caprichoso”. Muchas personas califican a los ateos como aquellos “que no creen en nada”. Tercos, dirán los teístas, que se enfadaron con dios o la religión por cualquier razón. Tales imaginarios sobre los ateos son demasiado simples y esconden la verdadera razón del porque los ateos, o mejor los ateístas, no creemos en deidades.

No creo en Ganesha, tampoco en Jesús. Ganesha es una deidad hindú que ha sido durante siglos adorada por millones de personas en Asia. Ganesha, ese dios al que los hindúes se encomiendan antes de empezar cualquier empresa, ha recibido adoración por más siglos que el carpintero de Galilea, y sus seguidores en la actualidad se cuentan por millones.

La primera razón por la que no creo en Ganesha ni en Jesús es porque la religión es una cuestión subjetiva de aceptación cultural.

No creo en Ganesha porque no nací en la India ni en una familia hindú. La gente usualmente pasa por alto que la religión “verdadera” que actualmente sigue es producto del contexto social en el que el individuo crece. Si hubiese crecido en la India con seguridad el culto al dios con cabeza de elefante y cuatro brazos me resultaría tan común como las procesiones que veo cada julio a la Virgen del Carmen o a las imágenes del niño Jesús en muchos hogares de Colombia.

Algunos podrán decir que nacieron católicos pero ahora están en la religión “verdadera”, sea esta la evangélica, la adventista o la menonita. En realidad los cambios mentales de una variable de cristianismo a otra son pocos, pues se sigue creyendo en Jesús como dios. Cosa diferente, y muy poco vista, es que los creyentes de la Virgen María y de Jesús cambiaran su adoración por Ganesha y Vishnú. El contexto cultural de una Latinoamérica católica es compatible con el adventismo o el pentecostalismo, por eso estas religiones crecen más aquí que en la India o en Egipto. Pero haber nacido en una cultura determinada no hace que ese dios, que en nuestra cultura se cree por cierto, sea más verdadero que otro. Tampoco la cantidad de tiempo que lleva adorándose un dios lo hace más real. De ser así los dioses hindúes serian más reales que Jesús de Nazaret.

Imaginemos que un domingo ponemos una imagen de Ganesha en un parque público y empezáramos a rendirle culto. Llevándole frutas, incienso, velas, incienso, etc., a la usanza hindú. Con seguridad muchas personas se detendrían curiosas a mirar el rito, aunque cuadras atrás hayan pasado por un templo católico y hayan elevado oraciones y puesto ofrendas a la imagen del nazareno o a la de la virgen. ¿Qué tienen de diferentes ambos rituales en el fondo? La única diferencia es la aceptación cultural. Al entender la religión como fenómeno sociocultural puede decirse que no hay una “religión verdadera” sino un contexto donde tus creencias religiosas se toman como verdaderas.

La segunda razón por la que no creo en Ganesha ni en Jesús es que no hay evidencias. Los cristianos e hinduistas podrán pedirme que muestre evidencias que sus respectivas deidades no existen. Pero debo decirles que son ellos, los creyentes, los que están en la obligación de presentar pruebas incontrovertibles, de la existencia de sus dioses. Si alguien dice que hay unicornios, es esta persona la que debe presentar las pruebas de sus afirmaciones. Cuando presente las evidencias de los unicornios creeré en ellos, mientras tanto me mantendré incrédulo. Esto no es arrogancia, ni terquedad. Lo mismo es aplicable para Ganesha y Jesús.

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Ahora que si alguien desea crear una nueva religión basada en un unicornio omnisapiente y misericordioso es libre de hacerlo. Pero no por ello debo tomarlo en serio. Luego, si esta doctrina, llamémosla unicornianismo, se hace popular y trascendiera por siglos, sigue siendo tan poco sólida como cuando fue fundada. Vale lo mismo para el cristianismo, el hinduismo, el islam y la cienciología.

Podríamos pensar que los creyentes en Ganesha o Jesús tienen buenas razones para creer en sus deidades, pero no hay tales. Ninguno de los seguidores de Ganesha, Jesús o Jehová ha visto a sus deidades. Aún así, curiosamente, hay un grupo cristiano que se autodenominan Testigos de Jehová. ¿Con solo creer como cierta la Biblia, hace a los “Testigos de Jehová” testigos de la existencia del dios del Antiguo Testamento? En este caso los que tomaran como cierto el Majá Ganesha se harían testigos de la existencia de Ganesha o los que creyesen como cierto La Odisea serian Testigos de la existencia de Atenea. ¿Notan la subjetividad de las religiones?

La católica sor Teresa de Jesús o la adventista Elena G. de White afirmaron haber visto a Jesús en visiones. Con seguridad las tuvieron, pero a la luz de la neurología actual es fácil explicar sus visiones como epilepsia de lóbulo temporal. Otros creyentes han logrado ver a sus deidades bajo el uso ritual de la ayahuasca, el peyote o el hongo Amanita muscaria, pero todas estas experiencias también se pueden explicar desde la neurología.

Aquellos creyentes que no han visto sus deidades por una epilepsia de lóbulo temporal u otro mal neurológico, o el efecto de sustancias químicas sobre las neuronas se quedan con tan solo la fe, la tradición, su adoctrinamiento y sus sensaciones interiores como razones para creer. Pero no son buenas razones.

El ateo no acepta las sensaciones interiores de los seguidores de Jesús o de Ganesha, ya que los creyentes de todos los credos las han tenido. Con seguridad los adoradores de Amón-Ra y de Horus en el antiguo Egipto tenían la sensación interior de la existencia de sus dioses y que sus plegarias eran escuchadas.

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La tercera razón por la que no creo en Ganesha ni en Jesús es porque las historias que se tejen a su alrededor son demasiado míticas, primitivas, triviales y, voy a decirlo, tontas.

Según los hinduistas, Ganesha (también llamado Vinayaka) primogénito del dios Shiva y de la diosa Parvati, recibió su cabeza de elefante de una forma curiosa. Estando el dios Shiva en una guerra, Parvati le fue infiel a su divino esposo con un guardia, quedando encinta de Ganesha. Shiva, al regresar de la guerra se enfadó por la infidelidad y decapitó al joven Ganesha. A consecuencia de este acto, Parvati quedó sumamente entristecida, lo que afectó a su esposo. Shiva, ya un poco más sensato -pues que culpa ha de tener la criatura de las andadas de su madre- decidió darle la cabeza del primer ser que pasara, y sucede que el primer ser en pasar delante de la puerta fue un elefante.

Esta es una pintoresca historia, para ser contada a los niños en la escuela, motivar su redacción y para que hagan dibujos. Muy pocos de nosotros tomaríamos esta historia como un hecho histórico. Pero no es así para los hinduistas. Ellos, desde pequeños -volvemos al entorno cultural- fueron adoctrinados que este relato fue real. Algo similar pasa aquí cuando a los pequeños, en cada novena o culto en la iglesia, les cuentan el relato del nacimiento virginal de Jesús, y en semana santa que Jesús murió por nuestros pecados, como si fueran hechos verdaderos.

Una mente escéptica preguntaría ¿Cómo podría empalmarse la anatomía de la cabeza de un elefante con una anatomía humana, músculo por músculo, nervio por nervio, vena por vena? ¿Y si lo que se le trasplantó fue la cabeza, cómo es que Ganesha no perdió la memoria o sus recuerdos al tener otro cerebro? ¿O más bien no sería que el elefante recibió un nuevo cuerpo, en lugar de Ganesha una cabeza, ya que la mente es resultado de la función del cerebro? Pero de seguro un sacerdote hindú daría una respuesta que elimina todo cuestionamiento: Shiva es todopoderoso el sabe como hacerlo, o son cosas de los dioses. ¿Le resultan familiares estas respuestas? Pues si, cuando los ateos cuestionamos los relatos bíblicos y presentamos objeciones racionales, que los autores de la Biblia nunca enfrentaron porque vivieron en una época sin ciencia, los cristianos responden: Dios es todopoderoso, o son cosas de mi Dios.

En el caso de Jesús, no pude decirse que es tan inexistente como Ganesha o los unicornios. Jesús con su mensaje de revocar la ley del talión, esa del “ojo por ojo, diente por diente”, se convirtió en un humanista, un pacifista que en medio de los sofocantes tiempos del imperio romano, le hace merecedor de una mención importante. Pero de ahí a decir que multiplicó los panes, que caminó sobre las aguas, que resucitó, que ascendió a los cielos y que murió por mis pecados, hay un trecho inmenso. Es igual de monumental a creerse como cierta la cirugía que unió la cabeza de un elefante al cuerpo de Ganesha.

Para el caso de la historia de la vida de Jesús tengo que decir que esta fue escrita muchos años después de su muerte por personas que no fueron testigos oculares, y que de los varios evangelios disponibles la Iglesia Católica decidió arbitrariamente, ya pasados varias décadas, que evangelios creer como ciertos y cuales no. Esto me permiten calificar los evangelios como poco confiables.

Los cristianos no solo le adjudican a Jesús innumerables milagros que no están documentados por fuente histórica alguna, sino que lo hacen dios, o parte de un dios trino, que extrañamente no son tres dioses sino uno solo. Además ponen a Jesús como creador del universo, y como receptor de las plegarias de miles personas, modificando extraordinariamente la vida de este personaje. Tremendo salto sin una pizca de evidencia.

La historia de la hazaña redentora de Jesús es tan absurda como la de la forma como Ganesha obtuvo su cabeza de elefante. Dicen los cristianos que Jesús tuvo que morir para que fuéramos salvos. ¿Pero, quien determinó que la redención debería ser de esta forma? Bueno, el propio dios trino del que Jesús hace parte. Esto para limpiar el pecado cometido por Adán y Eva. Pero ocurre que Adán y Eva no existieron. Son personajes de otro mito, de un mito creacionista, al mismo nivel que la historia chibcha de Bachué y su hijo. ¿Ósea qué Jesús decidió venir a la Tierra a sabiendas que seria torturado y muerto por un pecado cometido por personajes de un mito?, ¿No bastaría simplemente en que cada pecador se arrepintiera y enmendara su error? Añadamos a lo anterior que el pecado original fue provocado por una serpiente parlante. Serpientes que hablan, un dios con cabeza de elefante. ¿Qué sensatez hay en todo esto?

La cuarta razón por la que no creo en Ganesha, Jesús y otras deidades es porque estos dioses fueron creados para llenar el vacio explicativo en tiempos primitivos. Todos los pueblos han creado historias fantásticas para explicarse el origen del mundo y de la humanidad. Estos mitos ya no son necesarios porque tenemos una herramienta mucho más precisa para conocer el mundo: la ciencia.

Gracias a la ciencia podemos saber que somos producto de un proceso evolutivo. No provenimos de la diosa Bachué que surgió de las aguas de la laguna de Iguaque con un niño en sus brazos, ni del maíz a causa de los dioses mayas, ni fuimos hechos del barro por Jehová, como narra el mito hebreo. La reticencia a la evolución biológica, por parte de muchos cristianos es fruto del adoctrinamiento religioso. “No la aceptamos porque contradice la Biblia”, dicen. También por una mala comprensión de la ciencia -“la evolución dice que todo surgió de la nada”, o “es afirmar que un mono bajo de los árboles y se hizo humano”, o por una combinación de ambos, analfabetismo científico y adoctrinamiento bíblico.

En este punto alguno podría decir, entonces, ¿de dónde salió todo? la existencia de algo en lugar de la nada demanda un creador. A lo que respondo que no todo requiere un creador, pues de ser así ¿quién creó al creador? La respuesta del creyente es similar a pagar una deuda contrayendo otra.

Con frecuencia los creyentes recurren al argumento del diseño para sustentar su creencia en la existencia de un dios. El flagelo de las bacterias o el ojo de los vertebrados son muy complejos para haber aparecido por mecanismos naturales entonces debe haber un diseñador, afirman. Este argumento genera una respuesta y un interrogante. La respuesta: La biología ha mostrado que la evolución no forma estructuras de la nada, sino que rediseña y modifica estructuras existentes. Así el ojo de los vertebrados con un cristalino, que enfoca la luz surgió de un ojo sin lente, y así podemos remontarnos paso a paso hasta una sencilla capa de células fotosensibles. Un ojo de visión difusa, pero mejor a no tener ninguno.

Y el interrogante es: ¿Si un ojo por ser complejo requiere un diseñador, cuánto más un ser capaz de organizar todo el Universo, y de escuchar millones de plegarias por minuto y conocer la vida de cada humano, además de juzgarlas? En este punto se hace evidente que la evolución gradual, tanto de la vida por selección natural, del planeta, el sistema solar y el universo, a través de cambios naturales y muchas veces graduales, es más explicativa y hace innecesaria las explicaciones que invocan a Jehová, Amón, Bachué o Brahma.

Obviamente, hay muchas cosas que la ciencia aún no conoce. Pero no por eso no me atrinchero en la fe y oculto mi ignorancia con un “Dios lo hizo así”. Es más honesto decir “aún no se sabe” a afirmar que fue hecho por un ser del cual menos evidencias hay. Durante siglos muchas cosas que se desconocían, como la naturaleza de la luz, el origen humano, o la naturaleza de la herencia biológica permanecieron esquivas al conocimiento, pero gradualmente la ciencia fue desvelando el misterio. Y en ningún caso la hipótesis de Dios fue necesaria.

El poder explicativo que la ciencia tiene, y la certeza de sus afirmaciones que se hace evidente en el desarrollo de la tecnología ha disgustado a muchos de los defensores de la creencia en dioses. La oposición a las ideas de Copérnico, Galileo, Darwin, Gamow y muchos otros son famosas.

Algunas personas me dicen: Bueno, puede que un dios personal atendiendo miles de millones de plegarias por hora, como un gran call center cósmico, sea poco probable, ¿pero, no crees que debe haber una fuerza o energía sobrenatural en el Cosmos? Pero, ¿por qué habría de ser sobrenatural esta fuerza? Si se trata de fuerzas cósmicas, acepto cuatro y no una. Estas son la fuerza de gravedad, el electromagnetismo, las interacciones fuertes y las interacciones débiles. De estas cuatro fuerzas tenemos suficientes evidencias, y se puede aprender mucho de ellas estudiando física. Pero, aceptar una fuerza sobrenatural requiere una gran evidencia la cual ninguno de sus defensores ha presentado hasta el momento.

La quinta razón por la que no creo en Ganesha, ni en Jesús es que pienso que el mundo está mejor sin que creamos en dioses. Si pusiéramos un punto rojo en un mapamundi en cada lugar donde hay un conflicto armado y violación de los derechos humanos, sin lugar a dudas muchos de estos puntos corresponden a conflictos religiosos. La mayoría de ellos en el borde de la expansión del islam: Cachemira, Filipinas, Nigeria, Somalia, Indonesia. Pero también habría muchísimos puntos rojos en países ya islamizados, como Irak, a causa de los carros bombas entre chiitas y sunitas, cuya cuenta ya perdí. Esto muestra que dentro del mismo islam no existe la paz que le quieren imponer al mundo por la fuerza.

La historia de Europa antes del laicismo también me apoya: La persecución de judíos a manos de cristianos, la masacre de hugonotes en Francia en manos de católicos, o de albigenses también a manos de católicos. Súmenle a la anterior lista la expansión del Islam en el Viejo Mundo y el avasallamiento de los pueblos indígenas de América, África y Australia por los colonos cristianos. La idea de la adoración correcta a un dios, o la del dios verdadero, ha llevado y lleva a un derramamiento de sangre cruel y cuando menos ha producido la discriminación de los hombres de ciencia, del que cree otra cosa, de las mujeres, de los homosexuales, y de los ateos.

Con frecuencia sacerdotes, pastores y rabinos nos dicen que la religión es un baluarte para los valores morales de la sociedad. Pero, ¿qué tiene creer en que Jesús no fue tan solo un humano sino qué es dios, con la práctica de la generosidad, la honradez y la responsabilidad? El argumento teísta, hecho famoso por Dostoievski, “de no existir Dios todo nos seria permitido”, se cae al analizar casos como los de Suecia, Noruega, Dinamarca o Nueva Zelanda. Estas naciones tienen un gran porcentaje de no religiosos y ateos, y no están sumidas en el caos. De hecho tienen un nivel de vida muy alto, además de ser reconocidos por su orden y civismo. De ser cierto el argumento teísta las cárceles del mundo estarían llenas de ateos y agnósticos, pero este no es el caso. De hecho los países más fuertemente religiosos, como el musulmán Iraq y el cristiano Estados Unidos muestran altos niveles de violencia.

Tengamos en cuenta que en la moral cristiana consintió la esclavitud y la persecución religiosa por siglos o que la moral católica jamás se ha pronunciado en contra de una práctica tan cruel como es el toreo. La moral islámica permite el castigo físico a las mujeres y convierte a los no musulmanes en personas de segundo rango. Pretender que la moral judeocristiana o la islámica es superior a la moral humanista secular es absurdo. Los ateos también podemos vivir una vida moral y decente sin necesidad de intoxicar nuestro intelecto con mitos de creación y redención.

La sexta razón por la que no creo en Ganesha ni en Jesús es porque el consuelo psicológico de las religiones es un consuelo engañoso.

Para los creyentes de Ganesha y de Jesús, su fe les reporta un alivio psicológico. Podría pensarse que esto es una evidencia de su existencia, pero no lo es. Es solo una explicación del por que persisten estas creencias. Pero incluso, si se analiza de forma escéptica la bondad de las deidades, estas dejarían mucho que desear. Los cristianos toman como verdaderas las palabras de la Biblia, adjudicadas a Jesús que dicen: “¿Acaso no se vende un par de pájaros por unas monedas? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae en tierra, sin el consentimiento del Padre que está en el cielo.” ¿Entonces, que podemos decir del par de bombas atómicas que cayeron sobre Hiroshima y Nagasaki?

Ya en la Grecia clásica se había planteado el dilema entre la idea de un dios bondadoso y a la vez omnipotente. Fue Epicuro de Samos quien dijo “¿Está dispuesto Dios a prevenir la maldad, pero no puede? Entonces no es omnipotente. ¿Puede hacerlo, pero no está dispuesto? Entonces es malévolo. ¿Es capaz y además está dispuesto? Entonces, ¿De dónde proviene la maldad? ¿No es él capaz ni tampoco está dispuesto? Entonces, ¿Por qué llamarlo Dios?”

La séptima razón por la que no creo en Ganesha ni en Jesús es que una creencia no debe basarse en el temor. Muchos de los adeptos al dios Jesús predican que para evitar ir al infierno uno debe creer en él. Los creyentes del misógino Alá dicen lo mismo. Los de Ganesha, afortunadamente, no amenazan con la condenación. Aparte de la falta de evidencias aportadas sobre su dios, habrá que añadirles las del infierno.

Algunos cristianos dicen ¿Y qué tal que al morir te des cuenta que Jesús existe y te condenes? Esta no es una buena razón para creer en Jesús. ¿Y qué tal, apreciado cristiano, que al morir te des cuenta que Alá es dios y te condenes por haber creído en la trinidad, en que Jesús es dios, y por no haber aceptado el Corán? ¿Y qué tal que al morir te encuentres con Anubis, el dios egipcio con cabeza de chacal, conduciendo tu espíritu para ser puesto en la balanza, y decida que no fuiste los suficientemente bueno, porque en vez de apadrinar a un niño huérfano o ayudar a las victimas de un desastre natural decidiste darle el 10% de tus ingresos a los pastores cristianos?

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Creer en Ganesha, Jesús, Alá, Bachué o los unicornios es resultado de un acto de fe y por lo tanto ajeno a la razón. Ser ateo es no creer en dioses, y no es cuestión de rebeldía. Ser ateo es cuestión de honestidad intelectual frente a la ausencia de evidencias aportadas por los creyentes. Es cuestión de racionalidad frente a los credos religiosos, que ignoran que la investigación escéptica, la búsqueda de evidencias y la promoción de valores humanistas son más útiles que el anquilosamiento en la visión, tanto del mundo como moral, de personas que vivieron en un pasado ignorante, y con menos derechos humanos. Ser ateo es tener el intelecto libre.

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