Profecía, Pecado de frivolidad, Momento de decisión

Profecía

por Sergio Gaut vel Hartman

María se despierta en medio de la noche; ha tenido una horrible pesadilla en la que un ángel le comunicó que está embarazada, aunque ella sabe que no ha sido tocada por hombre alguno. Mira a su esposo que duerme en la estera vecina, un pobre carpintero que sólo la ha tomado por esposa para poder predicar en el templo. Tiene por él un gran respeto y no está arrepentida; sonríe: la historia se repite. ¿No dicen las viejas, acaso, que la madre del carpintero lo concibió del mismo modo, sin necesidad de simiente? Nunca creyó esas patrañas. Se levanta con la intención de ir a buscar agua para lavarse y se siente atravesada por el miedo cuando una sombra inmensa bloquea la puerta. —Vamos a ayudarle a la profecía, María —dice sonriendo el ángel. Y abre las alas para abrazar a la mujer.

Pecado de frivolidad

Cuando la hermana Teresa vio los frasquitos de champú y acondicionador para el cabello que el hotel ponía a su disposición, lamentó haber renunciado a su vocación para abrazar la carrera religiosa. Por ser una Esclava de María, le estaba vedado usar productos de belleza y sólo muy ocasionalmente, cuando la Orden la enviaba a un congreso, tenía la ocasión de ponerse en contacto con aquella frivolidad en estado puro. Llegado este punto, sabía que el pecado era inevitable y que a la noche, antes de irse a dormir, se maquillaría como una bataclana para mirarse cien veces al espejo, antes de barrer con todo rastro de cosméticos. Sin embargo, lo que más lamentaba, era tener que confesarse el padre Germán, y ser amonestada por el viejo mariquita, que hubiera dado su mano derecha por una caja llena de productos de Revlon, Max Factor o Artez Westerley.

Momento de decisión

Si la virgen María se le aparece a una come ostias, una tardecita de otoño, en una cueva de los Almogardeves y le dice: “Te voy a revelar tres profecías apocalípticas”, uno piensa, vaya con la vieja, y santo asunto, que se arregle el papa de Roma. Pero si la mentada se le apersona al campeón mundial de ajedrez, un ruso más ateo que Buñuel, justo cuando se disputa la partida decisiva del match por el título, y la muy pícara espeta: —El caballo a ce cinco, que si no el indio te liquida con una combinación que empieza con dama a efe siete y sigue con torre efe seis, ¿entendés? —y después desaparece con un plop de chicle globo… ¿Qué hace el tipo, juega el caballo o no lo juega? Y lo peor de todo, ¿qué hace si resulta una buena jugada y gana el match?


Sergio Gaut vel Hartman

Sergio Gaut vel Hartman (1947) es un escritor y editor argentino de ciencia ficción. A inicios de la década de 1970 escribió media docena de relatos para la revista española Nueva Dimensión. Entre esa década y la siguiente, publicó un libro de cuentos, Cuerpos descartables, y un cierto número de relatos en revistas y antologías; uno de los más conocidos, “Náufrago de sí mismo” apareció en la antología El cuento argentino de ciencia ficción que compiló Pablo Capanna para Editorial Nuevo Siglo. Su novela El juego del tiempo quedó finalista del Premio Minotauro 2005.

Algunos de sus cuentos han sido traducidos al inglés, italiano y árabe. Tiene muchos textos publicados en revistas internacionales del género.


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