Carta sobre el alma

Hola Agnes, soy Marisa.

Verás Agnes, hace unos días mientras nos despedíamos una pregunta quedó en el aire. ¿El alma, qué es el alma? preguntaste, ¿Lo recuerdas? No, entonces no tuve tiempo de responderte lo que pienso del alma, por eso te escribo esta carta, para decirte cuales son mis ideas sobre ella.

Perdóname si me muestro un tanto escéptica sobre su existencia, pero me parece que es una de las inmensas mentiras, que en su ignorancia ha inventado el hombre. Una idea sobre la que se han montado todo tipo de creencias. No, no creo que fuera una mentira intencionada, simplemente que al no saber catalogar todos los fenómenos que acompañan nuestra existencia, a alguien se le ocurrió llamar alma a ese conjunto de fenómenos. El cuerpo físico era fácil de ver, de palpar, de captar. Pero había una serie de fenómenos extraños que no eran fáciles de entender; pensamientos, sentimientos, razón, intuición, imaginación. Una serie de capacidades que nos distinguía de las demás especies y que en nuestro orgullo y prepotencia nos hizo sentirnos superiores a ellas. Ese sentimiento de superioridad fue lo que nos llevó a dotarnos de alma. Ni nos convenía, ni nos interesaba considerarnos solo animales con una evolución y unas capacidades distintas. No era suficiente para nuestro orgullo de humanos, necesitábamos algo que justificara nuestro dominio sobre el resto de las especies, algo que nos hiciera no sólo distintos, sino también superiores. Y con nuestra imaginación creamos el alma.

También sobre ella alguien concibió la idea de que era eterna, que salia de las manos de Dios, y a sus manos volvía después de la muerte. Ni nos interesaba ni nos interesa, pensar que una vez muertos desaparecemos en un proceso mas bien repugnante como el resto de los animales, como el resto de los seres vivos. Otros, con no menos fantasía, imaginaron que se reencarnaba, que el alma vivía sucesivas encarnaciones, usando distintos cuerpos hasta llegar a una vida perfecta, y ya libre de reencarnaciones.

Son muy variados los usos que unos y otros hacen de lo que habitualmente llamamos alma. Lo triste es que muchos de esos usos no sirven mas que para encadenarnos. Nuestra alma inmortal no nos sirve mas que para que otros nos imbuyan y dominen con las creencias que a ellos les interesan. Hemos de ser “buenos” para que nuestra alma se perfeccione y llegue finalmente a Dios, o para romper el ciclo de reencarnaciones que nos permita gozar de la paz eterna en vez de estar rodeados de las miserias de la vida terrenal. ¿Pero qué significa ser buenos Agnes? Quizá solo signifique que hagamos lo que unos hombres, que se autoproclaman portavoces e interpretes de no se sabe bien que, dicen que esta bien, y evitemos lo que esos mismos hombres dicen que esta mal.

¿Comprendes Agnes? El alma, eso que nos distinguía y nos hacia superiores al resto de las especies, fue finalmente la cadena con que los poderosos nos ataron a las ideas y creencias que les interesaban. A través de ella y de su duracion eterna encontraron el camino para dominarnos como ellos querian. No tardaron en darse cuenta algunos hombres de que el alma inmortal era demasiado libre, no se ajustaba a sus intereses, había que someterla y dominarla.

Pero no era tarea fácil, un alma libre puede encontrar tantos conceptos del bien y del mal como quieran. Incluso puede ir cambiando de concepto del bien y del mal con el paso del tiempo, según sus intereses, según sus vivencias. Cada hombre tenía y tiene sus propios conceptos del bien y del mal. La mayoría de las veces no hay manera de saber por que una cosa es mejor que otra, por que una idea es mejor que otra. De esta manera los hombres nos fuimos agrupando por afinidad de ideas, por grupos de creencias más o menos afines, pero aun así no era tarea fácil, quien hoy pensaba como tú y era afín a tus ideas, mañana podía dejar de creer en ellas, incluso combatirlas. Y así se fue imponiendo la necesidad de crear los administradores de almas y creencias, los dioses.

Los grupos humanos que compartían las mismas creencias se sentían solidarios, fuertes, poderosos. Era un camino casi perfecto para dominar y someter no sólo a los animales, sino también a otros grupos humanos, arrebatarles su territorio, someterlos, obligarles a hacer el trabajo que nadie quería hacer por fatigoso y humillante. Necesitamos sentir la pertenencia al grupo, que nuestras ideas son aceptadas, compartidas y respetadas por los demás. Y si no pueden ser compartidas, aceptadas y respetadas, siempre pueden ser impuestas por la fuerza.

Pero aun así, las ideas y las creencias eran, son demasiado volátiles, es suficiente una conversación, un argumento nuevo o distinto para sembrar la duda, para hacer que una persona que antes creía lo mismo que tú deje de hacerlo, o incluso llegue a creer lo contrario. ¿Qué podemos hacer para evitarlo? Es relativamente fácil Agnes, creamos administradores de conciencias, de creencias, de almas, creamos dioses. Seres superiores y únicos, tan eternos como nuestras almas para que pueda entenderse directamente con ellas, seres perfectos, revestidos de una autoridad moral ilimitada y les hacemos decir lo que a nosotros nos interesa, que sean ellos los que dicten las normas y los conceptos del bien y del mal que a nosotros nos convienen. Serán ellos los que fijen nuestros conceptos del bien y del mal, serán ellos los que a través nuestra impondrán nuestras ideas. Es fácil desconfiar de las ideas de los hombres pero es difícil desafiarlas cuando los hombres dicen hablar en nombre de dios, o de los dioses.

A partir de ahí es fácil descalificar y someter a quien se atreva a desafiar la autoridad de esos dioses. Ya no desafiará ni nuestras ideas, ni nuestra autoridad, desafiará la autoridad de los dioses, de Dios. La descalificación está asegurada y compartida por todos los fieles de la misma creencia. El que abandona una creencia pierde el alma, pierde lo mas valioso que tiene, pierde la categoría de humano, para eso nos habíamos atribuido antes el alma como diferenciadora del resto de los animales. Incluso queda descalificado de antemano quien todavía no crea en lo mismo que nosotros, todavía no ha adquirido el alma.

Aun así Agnes, tampoco era fácil poner orden en las creencias y en las almas, cada grupo, cada tribu, cada pueblo tenia las suyas propias, y sus lideres echaban mano de ellas cada vez que lo consideraban necesario para sus intereses, para lanzar a su grupo a la batalla y a la guerra, para expandir sus territorios, para conquistar y vencer a los que tenían unos dioses distintos, a los que tenían un alma distinta, por que al parecer Agnes, el tener un alma distinta era lo mismo que no tener alma. Lo único que dota al hombre de un alma verdadera es que crea lo mismo que nosotros. Todas las demás almas y creencias son falsas.

De las luchas que nuestra especie ha generado y padecido a lo largo de su historia han sobrevivido unos pocos dioses, en realidad unos pocos administradores de ideas, de almas y de conciencias manejados por unos cuantos hombres que se declaran sus portavoces, en realidad no son más que las ideas que unos pocas personas tienen sobre el concepto del bien y del mal, unas ideas a las que llaman dioses, y los dioses no son otra cosa más que los instrumentos encargados de manipular nuestras almas y nuestras conciencias. De esa manera nuestra alma, aquello que inicialmente sirvió para hacernos diferentes y superiores al resto de las especies, es lo que ha servido finalmente para someternos y controlarnos.

Y en ese empeño seguimos Agnes. Nadie quiere, a nadie le interesa sentirse una especie más, a todos nos conviene pensar que somos superiores a ellas, a todos nos interesa creer que una vez muertos nuestra alma nos garantizará la vida eterna en algún sitio que ni siquiera sabemos donde está, ni podemos imaginar. Y contribuimos gustosos a la propagación de esa idea, cuanta felicidad nos garantiza para después de la muerte. Que bien nos sentimos estando integrados en un grupo que comparte nuestras creencias. Y cuanto más grande sea el grupo mejor Agnes, eso nos garantiza que no todos podemos estar equivocados. Si las personas inteligentes de nuestro grupo creen eso, no es posible que estemos equivocados. Nada importa que la realidad lo desmienta una y otra vez, nada importa que todos los días vivamos experiencias que nos dicen que esas creencias ni son realidad, ni tienen visos de serlo. Es mejor creer que esa felicidad que se nos niega aquí en la Tierra se verá ampliamente compensada después de la muerte. Afortunadamente nadie ha resucitado jamás para desmentir sus creencias.

Y quizá si te preguntaras donde reside el alma humana la respuesta seria la misma que la que me respondo yo, en el cerebro. Hoy tenemos pocas dudas de que toda esa amalgama de fenómenos que nos caracteriza como humanos reside en nuestro cerebro. ¿Y de qué está hecho nuestro cerebro Agnes? De materia, de los mismos átomos, de los mismos elementos, de la misma materia que compone el resto del universo. La misma materia organizada de forma distinta, organizada en determinadas estructuras y proporciones que permiten que toda esa serie de fenómenos se produzca. La misma materia que entre horribles explosiones crea, en otras partes del universo, galaxias y estrellas; en mi cerebro, en el tuyo genera ideas, pensamientos y sentimientos. No son mas que cualidades de la materia por muy inmateriales que nos parezcan.

Estoy segura Agnes que si estuvieras aquí me preguntarías si lo que quiero decir es que ¿Si los pensamientos, los sentimientos… en definitiva, el alma, no son mas que manifestaciones de la materia? Si Agnes, así lo considero. Si nuestro cerebro esta constituido de materia y nada mas que materia, ¿Qué otra cosa pueden ser?

Pero quizá Agnes, pensar eso no nos interesa, pensando así se acaba la magia, se acaba el pensar en creadores superiores que nos dicen lo que está bien y lo que está mal, quizá pensando así empieza de nuevo la búsqueda de la verdad sin mas guía que nuestro propio conocimiento. Quizá nos interese más creer lo que otros dicen, no importa si es verdadero o falso, ya es un enorme camino andado por otros en cuya autoridad nos interesa creer. Quizá sepamos que si no nos engañan unos, nos engañarán otros, y puestos a dejar que nos engañen es preferible creer que descendemos de Dios a creer que descendemos del mono. Y finalmente si llegáramos a la conclusión de que el alma eterna no existe perderíamos el enorme premio de la vida eterna, si pensamos que nuestra alma morirá al tiempo que nuestro cuerpo quizá no le encontráramos sentido a la vida.

Quizá por eso la mayoría de la gente prefiere creer que tiene alma, un alma eterna, y que un dios bueno y tan eterno como nuestra alma se ocupará de ella cuando muramos. No importa que sea mentira, no importa que sea ilógico, sólo importa mantener la esperanza, y la esperanza es lo ultimo que se pierde por que no nos interesa perderla.

Adiós Agnes, ya sabes que no existes, solo eres un personaje creado por mi mente para poder escribirte esta carta.

Marisa


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