Estudio. De acuerdo con un experimento realizado por un equipo de científicos de la Universidad de Harvard, el dolor no es el mismo siempre aunque tenga la misma intensidad, si la persona piensa que recibe dolor intencional, lo sentirá más fuerte.
La intención del otro nos duele. Así lo ha demostrado un nuevo estudio que viene a desvelar, una vez más, que los humanos somos una especie gobernada y guiada por el trato social y el comportamiento del grupo al que pertenecemos nos afecta de una forma u otra.
El nuevo experimento explica ciertas conductas que muchas veces no entendemos. Hace unos días publicamos aquí en Ciencia un artículo sobre la reciprocidad que seguía en los grupos sociales el efecto de las conductas negativas y positivas en la sociedad. Ambos comportamientos afectan esta cadena social humana, en distintos grados y, el nuevo experimento, comprueba ahora que la intención de otras personas puede hacer de nuestras vidas una real tortura. Algo que ya conocíamos emocionalmente y que ahora los científicos han comprobado de verdad.
Los científicos de la Universidad de Harvard han publicado los resultados del estudio en el diario científico Ciencia de la Psicología.
“Hace mucho que sabemos que la percepción que tenemos de lo que ocurre a nuestro alrededor altera nuestro sentido del dolor. Por supuesto, no todos poseemos el mismo umbral al dolor, de hecho, las mujeres parecen estar mejor preparadas a la hora de aguantarlo, no obstante, en esta ocasión, lo que hemos comprobado que hay una parte completamente perceptiva, no fisiológica, en nuestra experiencia del dolor. Por eso es tan complejo comprender el cerebro, porque existen sistemas conscientes y subconscientes que combinan lo fisiológico con lo que percibimos y las cosas ya no son tan simples como un pellizco”, explica Kurt Gray, estudiante de maestría en Harvard y asistente en el estudio.
Ciertamente, los investigadores se aseguraron de que los voluntarios supieran, cada vez, si alguien estaba infligiendo el dolor intencionalmente y, en cada ocasión, la persona sentía que el dolor era mayor. “Nos aseguramos de que no existieran variables distintas para cada grupo, que el elemento sorpresa fuera el mismo para todos, de esta forma nos dimos cuenta que las personas que pensaban que otros infligían dolor intencional contra ellos, percibían este dolor como mucho mayor de lo que era”, explicó Daniel Wegner, psicólogo de Harvard y líder del experimento.
No debe sorprendernos entonces que cuando nos enteramos de que alguien nos hirió intencionalmente nos indigna mucho más que entender que el asunto fue más bien intencional
Un significado evolutivo del resultado
Los biólogos de la evolución buscan y estudian características fisiológicas en los animales para comprender sus orígenes evolutivos. De la misma forma, la psicología y la sociología, examinan la conducta animal para descubrir por qué desarrollamos tales comportamientos y cuáles son sus ventajas, no sólo para el individuo sino, y hasta más importante en ocasiones, para el grupo al que pertenece. “Es lógico que sintamos más dolor cuando alguien lo hace intencionalmente, es un mecanismo de defensa para ponernos en guardia, si el dolor que sentimos ocurre por accidente, no tenemos que preocuparnos al respecto, el riesgo de que se repita es mínimo. Sin embargo, si alguien no está hiriendo intencionalmente, es preciso que reconozcamos este dolor con más ahínco porque es mucho más posible que se repita una y otra vez si no le ponemos fin al problema”, expresó Vreeman. Por ello, cada vez que los voluntarios sentían un choque intencional, el dolor era tan fuerte como el primero.
Un choque eléctrico para ti
Los investigadores dividieron a los 48 voluntarios en pares. En cada par había un voluntario que recibiría un estímulo que la otra persona ordenaría. En el grupo intencional, los participantes recibían un choque eléctrico cuando sus compañeros los ordenaban, sin embargo, en el grupo no intencional o accidental, los voluntarios sólo recibían el choque eléctrico cuando sus compañeros ordenaban el estímulo auditivo, que era escuchar un tono. Los voluntarios siempre sabían la intención del compañero, por ello, en el segundo grupo, cada vez que recibían un choque lo miraban como algo accidental, sus compañeros no querían eso pues habían ordenado el tono. Pero los otros sabían que cada vez que recibían la electricidad era intencional, el otro así lo había ordenado. Los choques todos tenían la misma intensidad, sin embargo, los voluntarios que sabían era intencional decían sentir el dolor cada vez más fuerte, con el pinchazo de la intención del otro.
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