Cerebro y movimiento

Neurología. En el laboratorio de Richard A. Andersen están buscando la perfecta interfaz que comunique y conecte al cerebro humano con la máquina.

Hay ciertas noticias que no se olvidan. Cuando la física sueca desaceleró los fotones de la luz, la decodificación del genoma o cuando un primate, por primera vez, manipuló, usando nada más que sus pensamientos, el cursor de una computadora o las paletas de un videojuego de tenis. Y no tiene que ver con la telequinesis, como bien sabemos, estamos hablando de la creación de un interfaz entre la máquina y el cerebro, un aparato que nos ayude a convertir la voluntad en movimiento.

En el laboratorio de Richard A. Andersen, por ejemplo, hace mucho que están buscando la perfecta interfaz que comunique y conecte al cerebro humano con la máquina. Entre las investigaciones que se llevan a cabo allí, la búsqueda de los mecanismos específicos que el cerebro usa en el planeamiento, la acción y la toma de decisiones, es una de ellas. La idea es que una mejor comprensión de cómo funciona nuestro órgano de los pensamientos, permitirá una mejor producción de un aparato que lea y traduzca las señales neuronales y las convierta en movimientos.

Imagine usted lo que significaría eso para la persona paralizada, o para aquel que ha perdido una extremidad y que ahora puede usar una que funcione igual que la anterior: por órdenes directas de la masa blanca y gris que habita en nuestro cráneo.

Para movernos, es requerido, evidentemente, que exista un plan, que se tome una decisión y luego que se actúe. Todo este proceso puede ser reducido a señales neurológicas que los científicos pueden leer e identificar cada vez mejor.

En la investigación actual, el laboratorio se concentró en una parte específica del cerebro que se encarga precisamente de convertir estímulos sensoriales en planes de movimiento. Como cuando tomamos un paso hacia la dirección correcta luego de pensarlo y decidir; esos planes ocurren en la corteza parietal posterior (CPP).

“Hemos visto que nuestras expectativas, sobre si tendremos éxito o no en una tarea y las consecuencias de dicho éxito o fracaso, afectan directamente los niveles de esfuerzo neuronal que son usados en los circuitos de planeamiento y movimiento en la corteza humana. Son los resultados que hemos obtenido luego de un análisis profundo de imágenes de cerebros escaneados”, expresó Andersen, cuya investigación ha sido publicada en el diario científico PLoS Biology.

El análisis también incluyó el efecto de la percepción subjetiva de los participantes sobre qué tan diestros eran elaborando las tareas. “La tarea que le dimos a los participantes era compleja y debían resolverla en poco tiempo. De hecho, tenían un segundo para memorizar una secuencia de números, luego les dábamos 15 segundos para que planearan dónde iban a poner cada número y luego 10 segundos más para que completaran la tarea”, explica Igor Kagan, biólogo del laboratorio y otro de los autores de la investigación. “Hicimos que la tarea fuera dura a propósito, yo mismo no pude completarla”.

Mientras los voluntarios intentaban completar la compleja labor, los investigadores observaban sus cerebros en máquinas de resonancia magnética funcional.

El factor dinero

La participación en la labor también conllevaba pérdidas o ganancias monetarias. Éstas variaban con cada sesión pero todas estaban ligadas al desempeño del voluntario, es decir, en algunas sesiones si hacían bien la labor podrían ganar cinco dólares y si lo hacían mal perdían uno, pero en otras era al revés. Sin embargo, los voluntarios conocían la cantidad que perderían o ganarían previo a participar en cada nueva sesión.

Otro factor creaba una nueva variable. Antes de recibir sus ganancias o pérdidas, los voluntarios llenaban un cuestionario donde ellos decían cómo pensaban les había ido.

¿No te ha pasado que sales de un examen creyendo que te fue muy bien y luego suspendes la materia? ¿O quizás al revés? Pues bien, los investigadores valoraron que no somos muy buenos en nuestras evaluaciones subjetivas ya que los cuestionarios no tenían ninguna relación con los resultados de las pruebas. Individuos que pensaron les había ido bien sacaron bajas calificaciones y viceversa.

Lo curioso viene ahora, es para que nos demos cuenta de la importancia que tiene el pensamiento subjetivo en nuestro desempeño. Los investigadores notaron que el patrón de actividad en el CPP estaba vinculado a la percepción subjetiva que tenía el voluntario y no a su desempeño real, más aún, también estaba relacionado a las pérdidas o las ganancias que esperaban obtener.

El vaso medio lleno o medio vacío

Según Andersen, el desempeño de la persona en el trabajo dependía de su planteamiento personal. “Los sujetos optimistas, es decir, que pensaban que estaban haciendo un buen trabajo, eran los que más energía ponían en ello y eso se notaba en el aumento intenso de actividad en el CPP al pensar que podrían también obtener una ganancia por hacer un buen trabajo”, explicaba Andersen.

Por el contrario, los voluntarios que pensaban que lo habían hecho mal, los pesimistas, les llama Andersen, yo los llamo realistas, mostraban una actividad mayor en dicha región sólo cuando sabían que iban a perder más dinero. “Es como si trabajasen más duro para evitar pérdidas sin que les importe mucho las ganancias potenciales. Lo que nos dice este estudio es que el proceso de planeamiento y acción es influenciado por la idea subjetiva, y la mayoría de las veces incorrecta, de qué tan bien nos está yendo y qué perderemos o ganaremos. Estos resultados también sugieren que las áreas involucradas en planear y actuar también tienen que ver con la toma de decisiones. Estos procesos toman en cuenta mecanismos cognoscitivos de alto orden al igual que nuestra percepción subjetiva cuando decidimos sobre acciones que vamos a tomar”.

Una de las cosas que el equipo continúa comprendiendo en el laboratorio es que las señales neuronales son inagotables, poseen caminos muy variados y va a ser un laborioso trabajo realizar un interfaz que las lea y las traduzca en acción, pero no estamos muy lejos de perfeccionarlo.


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