Psicología. Para el equipo de investigadores, tres conductas humanas esenciales contribuyen en una relación positiva entre enamorados: la sexual, la afectiva y la de cuidado
El amor. No existe otro concepto que provoque lo mismo. Sólo tenemos que detenernos a pensar un poco y volarán por nuestros cerebros todas esas ideas en que la gente ha incurrido por amor: desde las canciones más horrorosas hasta las más sublimes; desde los crímenes más contritos hasta los más planeados y, por el medio, pasea una constante marea de situaciones que van desde las más interesantes ventas hasta la publicidad menos buscada. Y todo por amor.
Para la ciencia, el amor evoluciona debido a la reproducción. Hacer, tener y criar bebitos es la cruel historia detrás de todo lo que nos ocurre a los humanos; ni los dioses están antes que los bebés. Hemos evolucionado y nos hemos mejorado con la misión de reproducir genes y aunque ese pasado se transforma en un presente con relevancias más allá de los niñitos, el mundo aún gira alrededor de los pequeñines. Por ello, el amor es lo que es hoy: un verdadero lío. De hecho, la psicología en general, al igual que las pseudociencias, se mueve en ese mundo inacabable del enamorado, proveyéndolo con más preguntas y soluciones que pocos buscan; al final, la mayoría deja que el amor rija su vida.
El profesor de psicología y sexualidad en la Universidad del País Vasco, Javier Gómez Zapiain, quiso introducirse un poco más en este caóticamente dulce mundo de las parejas con un estudio sobre las personalidades, la sexualidad y el amor. El profesor estudió el nivel de conflicto que existe en el deseo sexual de las personas, el grado de satisfacción con su vida sexual y otros factores relacionados con la conducta y el cuidado sexual. Los investigadores estudiaron a 211 personas y parejas en el país (recuerden lo que hemos escrito sobre los límites en cuanto a los voluntarios en este tipo de estudios). “El objetivo es analizar la relación entre tres conductas humanas esenciales: la sexual, la afectiva y la de cuidado. Hemos intentado obtener evidencia empírica de que la armonía entre estos tres sistemas contribuye a la calidad de la relación de la pareja”, explica Gómez Zapiain.
Amorosa variabilidad
Ciertamente, las variables sobre el amor son numerosas. Para muchos, ni siquiera ser feliz tiene que ver con el amor, para otros no hay felicidad sin amor. Por ello, hay que estar conscientes de que el grupo se ha centrado en esas personas que buscan encajar bien en una relación. Para el equipo, los que tienen problemas de ansiedad y de ambivalencia tienden a ser más compulsivos en el cuidado mientras que la gente que prefiere evitar a otros necesita sentirse controladora y exhibir un conflicto mayor en su vida sexual.
“La gente ansiosa reacciona aferrándose a la pareja y los cuidan de forma compulsiva. La filosofía que prevalece es la siguiente: es mejor no tener, que tener y perder. Esta gente suele tener más problemas en el área de la intimidad”, explica el investigador. “De nuestros voluntarios, 116 eran mujeres y 95 hombres entre los 20 y los 65 años. El 44.3% era soltero, 46.7% casado, 4.9% en una relación y el 4.1% estaba divorciado. La mayoría se describe heterosexual, 5.6% homosexual y 5.6% bisexual. Todos, bueno casi todos, el 89.5% describía haber estado en una relación a largo plazo. Era muy importante para nosotros que los participantes ya hayan establecido una larga relación”, explica.
Si eres ansioso, aléjate del que vive de la evasión
Para muchos conocedores del mundo del amor, lo importante para una pareja es entender con qué tipo de amor provee ya que la combinación de distintos estilos de afección puede explicar el grado de conflicto que existirá en la pareja.
“Cada persona debe tener la capacidad de apoyar al otro cuando no se siente bien. Similarmente, deben lograr ponerse en lo que nosotros llamamos ‘una posición de dependencia’; en otras palabras, deben reconocer su propia necesidad de apoyo y expresarla en tiempo de ansiedad”, explica.
La combinación más explosiva entre parejas, de acuerdo a estos estudios, ocurre cuando uno es ansioso y el otro prefiere evitar. Es una combinación cuyas posibilidades caen sobre un terapeuta o las personas simplemente la terminan si pueden.
“Un individuo que es psicológicamente saludable puede cambiar flexiblemente de una posición a otra. La gente, de hecho, que se ve segura sobre lo que hace y lo que quiere, puede manejar situaciones de cambios emocionales; no obstante, los tipos inseguros, que incluyen a los ansiosos, los ambivalentes y los de evitación, son claramente incapaces de aceptar cambios emocionales saludables”, explica.
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