Los seguidores del Maestro

…Y estando los discípulos de la Orden del Señor congregados en la plaza junto a un fuego de hojarasca, hete aquí que la brisa pareció aquietarse de repente, y entonces como de la bruma iluminada apareció Él mismo en toda su radiante figura. Llevaba larga barba blanca hasta las rodillas y una túnica blanquísima y sandalias de oro, parecía un anciano, pero su vejez era de milenaria sabiduría bajo la calva venerable, el semblante arrugado y el aura triangular con el ojo único. Y los discípulos cayeron de hinojos y lo adoraron.

Entonces Él dijo: “Haréis mi mandato si queréis ser salvos, porque desdichado aquel hombre que no sigue los dictados de su Creador”. Y todos asintieron. Habló nuevamente el Señor: “Caminaréis a mi alrededor a cuatro patas, y daréis siete vueltas, no seis porque no habréis cumplido mi voluntad, ni tampoco ocho porque de ese modo demostraríais soberbia. Sean siete y sólo siete y nada más que siete”. Y los discípulos se pusieron a cuatro patas y comenzaron a dar las vueltas en torno a la majestuosa figura contando en voz alta para no faltar a la voluntad del Señor. “Habéis cumplido” -dijo al terminar la ordalía- “El Reino De Dios ahora está más cercano para vosotros”. Y los discípulos, con las rodillas desolladas sonrieron.

Ahora hundiréis los dedos en la tierra, donde los animales y los hombres hacen sus necesidades y os embadurnaréis por completo la cara y el pecho, si queréis ser gratos a los ojos de Dios” -dijo el anciano. Ya los discípulos buscaban la blanda tierra donde rato antes habían orinado y se cubrían con ella la frente, las blancas mejillas y el peludo pecho, cuando el impío Julián, no pudiendo sujetar la maldad de su corazón, interpeló al Señor: “Oh, Señor, no dudamos de tu Gloria y tu Misericordia Infinita, pero ¿por qué debemos humillarnos de este modo tan bajo?”. Entonces el Patriarca Divino frunció el ceño. El cielo pareció cubrirse en un momento de nubes negras preñadas de la furia del trueno y la destrucción del rayo. Y dijo el Señor: “¡Maldito seas tú y toda tu descendencia! ¡Yo te maldigo en nombre del Gran Espíritu, y tu alma conocerá el Dolor y el Fuego, y morará eternamente allí donde hay llanto y rechinar de dientes! ¡Vete! ¡Aléjate de mi vista!” Y el miserable Julián se apartó cabizbajo del corro de los discípulos, llorando su destino, mientras sus compañeros se decían unos a otros: “En verdad el Señor ha hablado. ¡Grande es la ira y la sabiduría del que viene de los Cielos!”.

Entonces volvió a tomar la palabra el anciano: “Ahora, si queréis con el corazón agradar a vuestro Dios, os bajaréis los pantalones y mostraréis vuestro culo al aire a quien quiera verlo, y suplicaréis a los transeúntes que os peguen tantas patadas como gusten, y daréis las gracias por todas y cada una que os peguen, y de este modo demostraréis vuestro apostolado, y diréis que cada patada la recibís en nombre del Señor”. Entonces los discípulos desnudaron sus posaderas y corrieron a las inmediaciones rogando a los que pasaban que imprimiesen en sus nalgas el dibujo de sus ásperas suelas. Y algunos huían aterrorizados, pero otros de buena gana ensayaron verdaderos tiros libres en las desguarnecidas regiones traseras. Y a cada ejecución, gritaban los discípulos “¡Gracias te sean dadas en nombre del Señor!”.

Y volvieron al corro, y se postraron de rodillas, puesto que sentarse habría sido mucho mayor mal, y bebieron como si de miel se tratase las palabras de Dios. Y con sonrisa beatífica, él dijo: “Tened por cierto que hoy habéis ganado el Paraíso”. Y todos sintieron una gran paz en su pecho. “Ha llegado la hora de que os deje” -sentenció entonces el Divino.

Viendo que se marchaba sin más, los discípulos prorrumpieron en gemidos de protesta, y arrancándose los cabellos, se animaron a hablarle: “Señor, Señor, ¿por qué te vas? ¿Es que no hemos satisfecho del todo tus demandas? ¿Por qué nos privas así de la luz de Tu Presencia? ¿Adónde vas, Señor, adónde vas? ¿Y qué debemos hacer nosotros ahora?”

Entonces el viejo se volvió un momento y dijo: “¿Vosotros?: vosotros haced lo que queráis. Yo me voy al desfile de carnaval, que para eso me he disfrazado”.

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