El libro sagrado de los musulmanes, el Corán, narra una anécdota interesante:
“Sulaimán heredó a Dawud [1] y dijo: “¡Hombres! Se nos ha enseñado el lenguaje de los pájaros y se nos ha dado de todo. ¡Es un favor manifiesto!” Las tropas de Sulaimán, compuestas de genios, de hombres y pájaros, fueron agrupadas ante él y formadas. Hasta que, llegados al Valle de las Hormigas, una hormiga dijo: “¡Hormigas! ¡Entrad en vuestras viviendas, no sea que Sulaimán y sus tropas os aplasten sin darse cuenta!”
Sonrió al oír lo que ella decía y dijo: “¡Señor! ¡Permíteme que Te agradezca la gracia que nos has dispensado, a mí y a mis padres! ¡Haz que haga obras buenas que Te plazcan! ¡Haz que entre a formar parte, por Tu misericordia, de Tus siervos justos!” Pasó revista a los pájaros y dijo: “¿Cómo es que no veo a la abubilla? ¿O es que está ausente? He de castigarla severamente o degollarla, a menos que me presente, sin falta, una excusa satisfactoria”.
No tardó en regresar y dijo: “Sé algo que tú no sabes, y te traigo de los Saba una noticia segura. He encontrado que reina sobre ellos una mujer, a quien se ha dado de todo y que posee un trono augusto. He encontrado que ella y su pueblo se postran ante el sol, no ante Alá. El Demonio les ha engalanado sus obras y, habiéndoles apartado del camino, no siguen la buena dirección, de modo que no se prosternan ante Alá, Que pone de manifiesto lo que está escondido en los cielos y en la tierra, y sabe lo que ocultáis y lo que manifestáis. Alá, fuera del Cual no hay otro dios, es el Señor del Trono augusto”. Dijo él: “Vamos a ver si dices verdad o mientes. Lleva este escrito mío y échaselo. Luego, mantente aparte y mira qué responden”. (Sura 27,16-28)
Cualquier persona razonable reconoce inmediatamente en este texto una fábula, un cuento de hadas. ¿Por qué? Porque incluye todos los elementos típicos. Le ruego paciencia al lector mientras explico algo que resulta evidente para cualquier persona racional:
El texto adjudica a los pájaros, por ejemplo las abubillas, un lenguaje tan sofisticado como el humano, tanto, que le permite expresar conceptos como “noticia”, “reina”, “trono”, “augusto”, “postrarse”, o “Dios”. Cualquier persona razonable sabe que ningún pájaro tiene una capacidad mental suficiente para albergar tales ideas.
Adjudica a las hormigas un lenguaje igual de complejo: éstas comprenden ideas como “tropa”, “darse cuenta”, e incluso, saben el nombre de un ser humano. Toda persona razonable sabe que una hormiga es prácticamente un robot automático, sin plasticidad mental, que responde por instinto, y que no tiene capacidad semántica en el cerebro.
Incluye seres mágicos. Según él, los genios (djinn) hacían parte de los ejércitos de Sulaimán. Con “genio” no se refiere aquí a persona de cociente intelectual alto: se refiere a estos seres mágicos que según el folklore oriental podían vivir en lámparas de aceite (como el Genio de Aladino). Toda persona razonable sabe que los genios como el de Aladino, pertenecen al mundo de las hadas: son seres del imaginario infantil.
No se da un sólo indicio de que el hablar de los animales sea un milagro. El relato simplemente acepta que los animales pueden pensar y hablar en su propio lenguaje, y que el protagonista Sulaimán era capaz de traducirlos.
El cuento llega a niveles tan cómicos como presentar un ejército de pájaros en formación marcial… Al parecer, Sulaimán no hubiera tenido ningún inconveniente en filar 20 gallinas para una foto…
Es obvio. Tal relato nunca ocurrió. Los animales no hablan, no tienen capacidad semántica suficiente para albergar conceptos complejos, y los genios mágicos no existen; son seres de fantasía. Esta historieta del Corán, así les duela a los musulmanes; es un cuento de hadas. No importa cuánto esfuerzo hagan los creacionistas islámicos para defender “científicamente” la existencia de un lenguaje complejo en las hormigas y en las aves: este texto es una fábula. Cualquier persona razonable, creyente o atea, se da cuenta de ello.
Cuando los creyentes cristianos ríen justificadamente ante la ingenuidad y la simpleza de esta fábula, que millones de musulmanes consideran palabra inerrante de su divinidad, no deberían olvidar otro cuento de hadas de otro libro clásico. Dice así:
“Se levantó Balaam de madrugada, aparejó su asna y se fue con los jefes de Moab. Cuando iba, se encendió la ira de Yahveh y el Angel de Yahveh se puso en el camino para estorbarle. Él montaba la burra y sus dos muchachos iban con él. La burra vio al Angel de Yahveh plantado en el camino, la espada desenvainada en la mano. La burra se apartó del camino y se fue a campo traviesa. Balaam pegó a la burra para hacerla volver al camino. Pero el Angel de Yahveh se puso en un sendero entre las viñas, con una pared a un lado y otra a otro. Al ver la burra al Angel de Yahveh, se arrimó a la pared y raspó el pie de Balaam contra la pared.
El le pegó otra vez. Volvió el Angel de Yahveh a cambiar de sitio, y se puso en un paso estrecho, donde no había espacio para apartarse ni a la derecha ni a la izquierda. Vio la burra al Angel de Yahveh y se echó con Balaam encima. Balaam se enfureció y pegó a la burra con un palo. Entonces Yahveh abrió la boca de la burra, que dijo a Balaam: «¿qué te he hecho yo para que me pegues con ésta ya tres veces?» Respondió Balaam a la burra: «Porque te has burlado de mí. Ojalá tuviera una espada en la mano; ahora mismo te mataba.» Respondió la burra a Balaam: «¿No soy yo tu burra, y me has montado desde siempre hasta el dia de hoy? ¿Acaso acostumbro a portarme así contigo?» Respondió él: «No.» Entonces abrió Yahveh los ojos de Balaam, que vio al Angel de Yahveh, de pie en el camino, la espada desenvainada en la mano; y se inclinó y postró rostro en tierra. El Angel de Yahveh le dijo; «¿Por qué has pegado a tu burra con ésta ya tres veces? He sido yo el que he salido a cerrarte el paso, porque delante de mí se tuerce el camino. La burra me ha visto y se ha apartado de mí tres veces. Gracias a que se ha desviado, porque si no, para ahora te habría matado y a ella la habría dejado con vida.» ”
Números 22,21-33 BJ
Cualquier persona razonable reconoce inmediatamente en este texto una fábula, un cuento de hadas. ¿Por qué? Porque incluye todos los elementos típicos. Le ruego paciencia al lector mientras explico algo que resulta evidente para cualquier persona racional:
El texto adjudica lenguaje humano a los animales, por ejemplo las burras. Tanto que les permite expresar frases con conceptos como castigo, pertenencia, obediencia o costumbre. Cualquier persona razonable sabe que ningún semoviente tiene la capacidad mental para argumentar con tal complejidad.
La fábula considera que los animales saben hablar; su único problema es vocal. Cuando Yahvé les abre la boca, ¡pueden conversar perfectamente con un ser humano en su mismo idioma!
El cuento incluye seres mágicos. Según él, hay ángeles con espadas que pueden hacerse visibles antes burras o ante personas, discriminadamente, a voluntad. Toda persona razonable sabe que los ángeles con espadas pertenecen al mundo de la fábula: son seres del imaginario infantil.
No hay la más mínima evidencia de que sea Yahvé quien se hace pasar por la burra, a la manera de un ventrílocuo: el texto es unánime en que la burra es la que habla.
El texto muestra a una persona a la cual le habla un burro y no se inmuta. Para Balaam, una burra parlante es el pan de cada día.
Es obvio. Tal relato nunca ocurrió. Los animales no hablan, no tienen capacidad semántica suficiente para albergar conceptos complejos, y los ángeles mágicos no existen; son seres de fantasía. Esta historieta de la Biblia, así les duela a los cristianos fundamentalistas; es un cuento de hadas. No importa cuánto esfuerzo hagan los creacionistas cristianos para defender la inerrancia bíblica, es un hecho que este texto es una fábula. Cualquier persona razonable, creyente o atea se da cuenta de ello.
¿Por qué tanto cristiano fundamentalista puede percibir claramente los absurdos cuentos infantiles del Islam, pero es incapaz de aceptar la naturaleza evidentemente fabulesca de buena parte de la Biblia? Por la misma razón por la cual es tan fácil para un Musulmán ver los cuentos absurdos de la Biblia, mientras le resulta inconcebible poner en la misma categoría al Corán. Es por un doble estándar: una forma del fenómeno de “doblepensar orwelliano” que se mencionó en una columna previa [2].
Cada persona nace en una cultura con sus propias creencias irracionales y sus propios textos sagrados considerados “verdad divina”. La irracionalidad de la fe impuesta por un adoctrinamiento forzado, impide al creyente fundamentalista el criticar su propia religión. Sólo los racionalistas que logran liberarse de ese yugo epistemológico-religioso son capaces de pensar coherentemente ante cualquier tipo de relato.
El racionalista ve lo obvio: la Biblia, el Corán y todos los demás textos religiosos están repletos de cuentos de hadas y fábulas que nunca ocurrieron. Este tipo de relatos absurdos e infantiles son otra muestra más de lo insostenible de la “inerrancia bíblica” para las personas racionales.
Notas:
Hernán Toro es ingeniero electrónico, especialista en didáctica de la ciencia, docente universitario en el área de matemáticas para ingeniería. Es fundador y miembro del comité editorial de Escépticos Colombia.
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