La Biblia significa diferentes cosas para mucha gente, pero especialmente para los cristianos fundamentalistas es la palabra de Dios, para otros, la Biblia es un documento histórico y fuente de controversias; Mientras que para otras personas, la Biblia es un conjunto de reglas y normas enredadas y contradictorias, relevantes en su mayor parte solo para unas culturas hace tiempo desaparecidas en lugares muy lejanos. ¿Dónde está la verdad en todo esto? Para realmente entender la Biblia y su mensaje para la generación actual, es necesario entender quien la escribió, porque la escribió, y el contexto cultural en el cual está inmersa.
El arqueólogo Israel Finkelstein, director del Instituto de Arqueología de la Universidad de Tel Aviv, ha buscado evidencias que arrojen luz sobre los eventos narrados en el Pentateuco (los cinco primeros libros de la Biblia: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio), por lo que ahora tenemos una idea más clara sobre los orígenes del pueblo de Israel y los escritos que dieron origen al monoteísmo.
Basado en la evidencia arqueológica Finkelstein llegó a la conclusión que la saga histórica relatada en el Pentateuco de los cristianos y la Torá de los judíos es un brillante producto de la imaginación humana, que muchos de sus episodios nunca existieron y que su origen no responde a ninguna revelación divina.
El Pentateuco es una compilación que se inició durante la monarquía de Josías, rey de Judá, en el siglo VII a.C. En aquella época habían dos reinos Israelitas, el del norte cayó bajo poder asirio y el del sur. El eje de la construcción del Pentateuco.
El objetivo de la elaboración del Pentateuco en Judá (el reino israelita del Sur) fue el de crear una nación unificada, cimentada en una nueva religión. El plan que dio origen al monoteísmo tenía como finalidad constituir un solo pueblo judío, guiado por un solo Dios, gobernado por un solo rey, con una sola capital, Jerusalén, y un solo templo, el de Salomón.
A finales del siglo VIII A.E.C, el alfabeto hebreo apareció, y después de siglos de tradición oral, la tradición escrita prolifera por primera vez, y culturalmente lo modifica todo. La expansión de la alfabetización y los eventos geopolíticos del período lo cambiaron todo. La rebelión israelita (en el reino israelita del Norte) contra los asirios causó medidas represivas en el norte, y con ellas, ondas de refugiados se dirigieron hacía el sur. Con la llegada de olas de refugiados, Jerusalén pasó rápidamente de una minúscula e insignificante villa rural a ser una ciudad importante, con su propia influencia religiosa.
Los recién llegados del Norte trajeron sus dioses comandados por el dios “El”, y los israelitas del Sur (reino de Judá), con su dios único Yahvé, se vieron forzados a reconciliar sus diferencias religiosas. En esa época los mitos del Viejo Testamento se fijaron en la forma que llegaron hasta nosotros: La historia de Abraham y su familia viajando y negociando mercaderías árabes con el uso de camellos; el mito del Éxodo, las historias de la conquista de Canaán, narrando la derrota de Goliat por David, basada en verdad en los resentimientos forzados por los egipcios; de Salomón y su gran fortuna y su inmenso templo en Jerusalén.
Todos estos mitos resultaron de alteraciones significativas de hechos ocurridos. Pero al consignarlos en forma escrita, se fijaron, y desde esa época llegaron hasta nosotros prácticamente inalterados. A partir de ese momento por primera vez, los registros bíblicos comienzan a corroborar los registros arqueológicos.
Finkelstein afirma que las investigaciones apuntan que las historias de la creación del hombre, la vida del patriarca Abraham y su familia -fundadores de la nación judía-, el éxodo de Egipto, la instalación en la tierra prometida y la época de los Reyes fueron relatos creados para servir al proyecto del rey Josías de reconciliar a los dos reinos israelitas (Israel y Judá) e imponerse frente a los grandes imperios regionales: Asiria, Egipto y Mesopotamia.
La siguiente es una entrevista concedida por el arqueólogo a la periodista Luisa Corradini en Israel. [1]
—Durante más de veinte siglos, los hombres creyeron que Dios había dictado las Escrituras a un cierto número de sabios, profetas y grandes sacerdotes israelitas.
—Así es. Para las autoridades religiosas, judías y cristianas, Moisés era el autor del Pentateuco. Según el Deuteronomio, el profeta lo escribió poco antes de su muerte, en el monte Nebo. Los libros de Josué, de los Jueces y de Samuel eran archivos sagrados, obtenidos y conservados por el profeta Samuel en el santuario de Silo, y los libros de los Reyes venían de la pluma del profeta Jeremías. Así también, David era el autor de los Salmos y Salomón, el de los Proverbios y el del Cantar de los Cantares.
—Y sin embargo?
—Desde el siglo XVII, los expertos comenzaron a preguntarse quién había escrito la Biblia. Moisés fue la primera víctima de los avances de la investigación científica, que planteó cantidad de contradicciones. ¿Cómo es posible -preguntaron los especialistas- que haya sido el autor del Pentateuco cuando el Deuteronomio, el último de los cinco libros, describe el momento y las circunstancias de su propia muerte?
—Usted afirma que el Pentateuco fue escrito en una época mucho más reciente.
—La arqueología moderna nos permite asegurar que el núcleo histórico del Pentateuco y de la historia deuteronómica fue compuesto durante el siglo VII antes de Cristo. El Pentateuco fue una creación de la monarquía tardía del reino de Judá, destinada a propagar la ideología y las necesidades de ese reino. Creo que la historia deuteronómica fue compilada, durante el reino de Josías, a fin de servir de fundamento ideológico a ambiciones políticas y reformas religiosas particulares.
—Según la Biblia, primero fue el viaje del patriarca Abraham de la Mesopotamia a Canaán. El relato bíblico abunda en informaciones cronológicas precisas.
—Es verdad. La Biblia libra una cantidad de informaciones que deberían permitir saber cuándo vivieron los patriarcas. En ese relato, la historia de los comienzos de Israel se desarrolla en secuencias bien ordenadas: los Patriarcas, el Exodo, la travesía del desierto, la conquista de Canaán, el reino de los Jueces, el establecimiento de la monarquía. Haciendo cálculos, Abraham debería de haber partido hacia Canaán unos 2100 años antes de Cristo.
—¿Y no es así?
—No. En dos siglos de investigación científica, la búsqueda de los patriarcas nunca dio resultados positivos. La supuesta migración hacia el Oeste de tribus provenientes de la Mesopotamia, con destino a Canaán, se reveló ilusoria. La arqueología ha probado que en esa época no se produjo ningún movimiento masivo de población. El texto bíblico da indicios que permiten precisar el momento de la composición final del libro de los Patriarcas. Por ejemplo, la historia de los patriarcas está llena de camellos [2]. Sin embargo, la arqueología revela que el dromedario sólo fue domesticado cuando se acababa el segundo milenio anterior a la era cristiana y que comenzó a ser utilizado como animal de carga en Medio Oriente mucho después del año 1000 a.C. La historia de José dice que la caravana de camellos transporta “goma tragacanto, bálsamo y láudano”. Esa inscripción corresponde al comercio realizado por los mercaderes árabes bajo control del imperio asirio en los siglos VIII y VII a.C. [3] Otro hecho anacrónico es la primera aparición de los filisteos en el relato, cuando Isaac encuentra a Abimelech, rey de los filisteos [4]. Esos filisteos -grupo migratorio proveniente del mar Egeo o de Asia Menor- se establecieron en la llanura litoral de Canaán a partir de 1200 a.C. Esos y otros detalles prueban que esos textos fueron escritos entre los siglos VIII y VII a.C.
—El heroísmo de Moisés frente a la tiranía del faraón, las diez plagas de Egipto y el éxodo masivo de israelitas hacia Canaán son algunos de los episodios más dramáticos de la Biblia. ¿También eso es leyenda?
—Según la Biblia, los descendientes del patriarca Jacob permanecieron 430 años en Egipto antes de iniciar el éxodo hacia la Tierra Prometida, guiados por Moisés, a mediados del siglo XV a.C. Otra posibilidad es que ese viaje se haya producido dos siglos después. Los textos sagrados afirman que 600.000 hebreos cruzaron el Mar Rojo y que erraron durante 40 años por el desierto antes de llegar al monte Sinaí, donde Moisés selló la alianza de su pueblo con Dios. Sin embargo, los archivos egipcios, que consignaban todos los acontecimientos administrativos del reino faraónico, no conservaron ningún rastro de una presencia judía durante más de cuatro siglos en su territorio. Tampoco existían, en esas fechas, muchos sitios mencionados en el relato. Las ciudades de Pitom y Ramsés, que habrían sido construidas por los hebreos esclavos antes de partir, no existían en el siglo XV a.C. En cuanto al Éxodo, desde el punto de vista científico no resiste el análisis.
—¿Por qué?
—Porque, desde el siglo XVI a.C., Egipto había construido en toda la región una serie de fuertes militares, perfectamente administrados y equipados. Nada, desde el litoral oriental del Nilo hasta el más alejado de los pueblos de Canaán, escapaba a su control. Casi dos millones de israelitas que hubieran huido por el desierto durante 40 años tendrían que haber llamado la atención de esas tropas. Sin embargo, ni una estela de la época hace referencia a esa gente. Tampoco existieron las grandes batallas mencionadas en los textos sagrados. La orgullosa Jericó, cuyos muros se desplomaron con el sonar de las trompetas de los hebreos, era entonces un pobre caserío. Tampoco existían otros sitios célebres, como Bersheba o Edom. No había ningún rey en Edom para enfrentar a los israelitas. Esos sitios existieron, pero mucho tiempo después del Exodo, mucho después de la emergencia del reino de Judá. Ni siquiera hay rastros dejados por esa gente en su peregrinación de 40 años. Hemos sido capaces de hallar rastros de minúsculos caseríos de 40 o 50 personas. A menos que esa multitud nunca se haya detenido a dormir, comer o descansar: no existe el menor indicio de su paso por el desierto.
—En resumen, los hebreos nunca conquistaron Palestina.
—Nunca. Porque ya estaban allí. Los primeros israelitas eran pastores nómadas de Canaán que se instalaron en las regiones montañosas en el siglo XII a.C. Allí, unas 250 comunidades muy reducidas vivieron de la agricultura, aisladas unas de otras, sin administración ni organización política. Todas las excavaciones en la región exhumaron vestigios de poblados con silos para cereales, pero también de corrales rudimentarios. Esto nos lleva a pensar que esos individuos habían sido nómadas que se convirtieron en agricultores. Pero ésa fue la tercera ola de instalación sedentaria registrada en la región desde el 3500 a.C. Esos pobladores pasaban alternativamente del sedentarismo al nomadismo pastoral con mucha facilidad.
—¿Por qué?
—Ese tipo de fluctuación era muy frecuente en Medio Oriente. Los pueblos autóctonos siempre supieron operar una rápida transición de la actividad agrícola a la pastoral en función de las condiciones políticas, económicas o climáticas. En este caso, en épocas de nomadismo, esos grupos intercambiaban la carne de sus manadas por cereales con las ricas ciudades cananeas del litoral. Pero cuando éstas eran víctimas de invasiones, crisis económicas o sequías, esos pastores se veían forzados a procurarse los granos necesarios para su subsistencia y se instalaban a cultivar en las colinas. Ese proceso es el opuesto al que relata la Biblia: la emergencia de Israel fue el resultado, no la causa, del derrumbe de la cultura cananea.
—Pero entonces, si esos primeros israelitas eran también originarios de Canaán, ¿cómo identificarlos?
—Los pueblos disponen de todo tipo de medios para afirmar su etnicidad: la lengua, la religión, la indumentaria, los ritos funerarios, los tabúes alimentarios. En este caso, la cultura material no propone ningún indicio revelador en cuanto a dialectos, ritos religiosos, formas de vestirse o de enterrar a los muertos. Hay un detalle muy interesante sobre sus costumbres alimentarias: nunca, en ningún poblado israelita, fueron exhumados huesos de cerdo. En esa época, los primeros israelitas eran el único pueblo de esa región que no comía cerdo.
—¿Cuál es la razón?
—No lo sabemos. Quizá los protoisraelitas dejaron de comer cerdo porque sus adversarios lo hacían en profusión y ellos querían ser diferentes. El monoteísmo, los relatos del Exodo y la alianza establecida por los hebreos con Dios hicieron su aparición mucho más tarde en la historia, 500 años después. Cuando los judíos actuales observan esa prohibición, no hacen más que perpetuar la práctica más antigua de la cultura de su pueblo verificada por la arqueología.
—En el siglo X a.C. las tribus de Israel formaron una monarquía unificada -el reino de Judá- bajo la égida del rey David. David y su hijo, Salomón, servirán de modelo a las monarquías de Occidente. ¿Tampoco ellos fueron lo que siempre se creyó?
—Tampoco en este caso la arqueología ha sido capaz de encontrar pruebas del imperio que nos legó la Biblia: ni en los archivos egipcios ni en el subsuelo palestino. David, sucesor del primer rey, Saúl, probablemente existió entre 1010 y 970 a.C. Una única estela encontrada en el santuario de Tel Dan, en el norte de Palestina, menciona “la casa de David”. Pero nada prueba que se haya tratado del conquistador que evocan las Escrituras, capaz de derrotar a Goliat. Es improbable que David haya sido capaz de conquistas militares a más de un día de marcha de Judá. La Jerusalén de entonces, escogida por el soberano como su capital, era un pequeño poblado, rodeado de aldeas poco habitadas. ¿Dónde el más carismático de los reyes hubiera podido reclutar los soldados y reunir el armamento necesarios para conquistar y conservar un imperio que se extendía desde el Mar Rojo, al Sur, hasta Siria, al Norte? Salomón, constructor del Templo y del palacio de Samaria, probablemente tampoco haya sido el personaje glorioso que nos legó la Biblia.
—¿Y de dónde salieron sus fabulosos establos para 400.000 caballos, cuyos vestigios sí se han encontrado?
—Fueron criaderos instalados en el Sur por el reino de Israel varios decenios más tarde. A la muerte de Salomón, alrededor del 933 a.C., las tribus del norte de Palestina se separaron del reino unificado de Judá y constituyeron el reino de Israel. Un reino que, contrariamente a lo que afirma la Biblia, se desarrolló rápido, económica y políticamente. Los textos sagrados nos describen las tribus del Norte como bandas de fracasados y pusilánimes, inclinados al pecado y a la idolatría. Sin embargo, la arqueología nos da buenas razones para creer que, de las dos entidades existentes, la meridional (Judá) fue siempre más pobre, menos poblada, más rústica y menos influyente. Hasta el día en que alcanzó una prosperidad espectacular. Esto se produjo después de la caída del reino nórdico de Israel, ocupado por el poderoso imperio asirio, que no sólo deportó hacia Babilonia a los israelitas, sino que además instaló a su propia gente en esas fértiles tierras.
—¿Fue, entonces, durante el reino de Josías en Judá cuando surgió la idea de ese texto que se transformaría en fundamento de nuestra civilización occidental y origen del monoteísmo?
—Hacia fines del siglo VII a.C. hubo en Judá un fermento espiritual sin precedente y una intensa agitación política. Una coalición heteróclita de funcionarios de la corte sería responsable de la confección de una saga épica compuesta por una colección de relatos históricos, recuerdos, leyendas, cuentos populares, anécdotas, predicciones y poemas antiguos. Esa obra maestra de la literatura -mitad composición original, mitad adaptación de versiones anteriores- pasó por ajustes y mejoras antes de servir de fundamento espiritual a los descendientes del pueblo de Judá y a innumerables comunidades en todo el mundo.
El Génesis del libro del Génesis [5]
Por: Scott Bidstrup
Los estudiosos determinaron que las raíces de muchas de las historias del Viejo Testamento son mitos paganos de antiguas culturas de Mesopotamia.
En el Creciente fértil, las aguas de los ríos Tigris y Eufrates, en el Irak de hoy, dieron nacimiento a algunas de las primeras civilizaciones. En este comienzo del florecimiento de la civilización, muchos mitos religiosos proliferaban intentando explicar lo que en aquella época era inexplicable. De este contexto, nos llegaron los trabajos literarios completos más antiguos que disponemos, datados en por lo menos 7000 años.
El Épico poema de Gilgamesh es una narrativa voluminosa de la mitología heroica que incorpora muchos de los mitos religiosos de Mesopotamia, y es la obra literaria completa más antigua que sobrevivió.
Muchas de las historias de ese poema épico fueron eventualmente incorporadas en el libro de Génesis. Algunas de las historias prestadas del libro de Gilgamesh son la creación del hombre en un jardín paradisíaco, y la introducción del mal en un mundo inocente, y la historia de un gran diluvio causado por la perversidad del hombre.
En esa civilización de la rivera de Mesopotamia, conocida hoy por nosotros como el Imperio Caldeo, alianzas tribales anteriores a la formación del imperio continuaron existiendo y prosperando. Algunos se aliaron con el palacio, muchos se opusieron, pero todas las tribus conservaron elementos de las culturas de la preconquista.
Los patriarcas aparecen por primera vez en nuestra historia con el viaje de uno de ellos: Abraham, quien llevó a los miembros de su tribu de la ciudad de Ur, al este del Mediterráneo, a la tierra prometida de Canaán, cerca del siglo XIX o XVIII a.C. o así cuenta la historia.
El problema es que no tenemos ninguna evidencia histórica (arqueológica) convincente que corrobore la historia de Abraham, además existe mucha evidencia que le es contradictoria.
La tierra donde Abraham supuestamente se estableció, las tierras altas del sur de Palestina (Al sur de Jerusalén, antes el Valle de Berseba) contiene evidencias arqueológicas escasas de este período. El registro arqueológico deja claro que la densidad demográfica de esa región era extremamente baja - no más de unos centenares de habitantes, pastores nómadas, como los beduinos que viven en los tiempos actuales.
Sabemos a través de pruebas arqueológicas inequívocas que los pueblos conocidos como los filisteos no aparecieron en la región antes del siglo XII a.C., y la ciudad de Gerar en la que Isaac, el hijo de Abraham, se encontró con Abimeleq, Rey de los Filisteos (Génesis 26:1) era de hecho una minúscula villa rural insignificante antes del siglo VIII a.C. ¡Gerar no podría haber sido la capital de un rey regional cuyo pueblo aún no existía!
Este no es el único problema enfrentado para la narrativa de la Era de los Profetas. El camello también es un gran problema. Sabemos a través de evidencias arqueológicas que los camelos no habían sido domesticados antes del final del segundo milenio A.E.C, y los camellos que no eran ampliamente usados como animales de carga antes del año 1000 A.E.C, bien después de la Era de los Patriarcas.
Además existe el problema de la carga llevada por los camelos: goma, bálsamo y mirra, que eran productos Árabes, y el comercio con Arabia sólo comenzó a partir de la hegemonía asiría en la región, teniendo inicio en el siglo VIII a.C.
Otro problema es el matrimonio de Jacob con Lea, y su relación con su tío Labán, todos descritos como arameos, pues este grupo étnico no aparece en el registro arqueológico antes de 1100 a.C., y no llegó a ser un grupo significativo antes del siglo XIX a.C.
Remontándonos hace más de 3850 años Canaán era una región politeísta. En ella debió haber existido influencias del oriente, porque los arqueólogos tienen pruebas de adoración de sus dioses y diosas. La jerarquía de dioses e diosas que incluyen a Baal, el dios de las tempestades, que tornaba fértil la tierra, Lotán, el dragón de siete cabezas, conocido en el Viejo Testamento como Leviatán y también Yam Nahar, el dios de los mares y ríos, y otros panteones y jerarquías de dioses y diosas. Por encima de todos estos dioses estaba “EL”, o Rey de los dioses, regente del panteón.
Cerca del 1200 a.C. Egipto reinaba sobre la región hoy conocida como Palestina. Esto se sabe por los registros egipcios, que hablan sobre los tributos reunidos de las diferentes villas y ciudades de Canaán, sino además por las evidencias arqueológicas halladas dentro de la propia región, que mostraba claramente una cantidad de asentamientos, como lo son las bases militares egipcias.
Teniendo en consideración los documentos históricos egipcios, así como los hallazgos hechos por la arqueología como también por la riqueza de documentos egipcios de la época del éxodo, se llegó a la conclusión que no hay ninguna evidencia que el éxodo ocurriera de la manera como la Biblia lo describe.
En esa época, la región que se volvería la tierra de Israel, ocupaba las tierras altas entre la planicie costera y el valle del río Jordán, tenía una baja densidad demográfica y estaba cubierta de bosques de almácigos (Pistaza atlántica) y otros árboles. La tierra estaba habitada por uno entre dos posibles pueblos (no se sabe a ciencia cierta cual): los apirus o los shoshus. Se sabe que los apirus eran originariamente nómadas itinerantes, que habitaban las cercanías de las sociedades de las tierras bajas, que podían haberse refugiado en las tierras altas, o los shoshus, un grupo más cohesionado y bien definido.
La asociación lingüística entre apiru (a veces escrito hapiru) con la palabra “hebreo”, por mucho tiempo (en la opinión de los expertos) ha sido considerado como una fuerte evidencia que este fue el pueblo que dio origen a los hebreos, pero ahora sabemos que la asociación no es tan simple. El nombre puede haber venido de esa fuente, mas el pueblo probablemente no.
De cualquier forma, las tierras altas al norte de Palestina, sede del Reino de Israel tenía un clima muy variable. La productividad rural, y las posibilidades de comercio con las tierras bajas, estaban sujetas a las condiciones climáticas, lo que significa que en la población era frecuente la escasez de alimentos, lo que provocaba considerables crisis.
Cuando una cosecha fracasaba y el comercio se hacía imposible, le era común al pueblo escapar de la región a lugares propicios donde la agricultura era más estable. El lugar más próximo era la Delta del río Nilo en Egipto. Por lo tanto, muchos de los “hebreos” (culturalmente indistintos de los cananeos en esa época) escaparon repetidas veces para la Delta del Nilo.
Siempre que una crisis considerable acontecía en Judá, Israel o Canaán, los refugiados se dirigían a Egipto. El acontecimiento era tan común, y los refugiados tan numerosos, que acabaron convirtiéndose en una minoría representativa e influyente en Egipto, donde eran conocidos como los hicsos, y esto está claramente demostrado en los registros arqueológicos.
La historia de la expulsión de los hicsos, de acuerdo con los registros egipcios y las evidencias arqueológicas, es lo que más se aproxima al éxodo descrito en la Biblia.
Sin embargo, tenemos un problema con las fechas. La Biblia dice que el Éxodo ocurrió cerca del año 1200 a.C. mientras que la historia de los hicsos ocurrió en el año 1570 a.C. Es muy probable que cada vez que era recontada la historia de los hicsos eventualmente se convirtió en el mito del Éxodo, a través de un proceso de constantes revisiones - otro ejemplo de la historia siendo reescrita a fin de enaltecer al historiador y a su pueblo, en lugar de registrar la cruda verdad.
Los hicsos se tornaron cada vez más influyentes hasta que por fin tomaron el control de Egipto, el cual gobernaron con considerable crueldad y tiranía durante la Quinta Dinastía, a partir del año 1670 a.C. Sin embargo, llegó un punto en el que los egipcios no aguantaron más, y se revelaron contra los hicsos y los expulsaron un siglo más tarde en 1570 a.C. Pero no solo fueron expulsados, sino que los egipcios los forzaron enérgicamente a volver a Canaán, en realidad más allá de Canaán, hasta la frontera Siria, saqueando y quemando las ciudades cananeas por el camino.
Algún tiempo después, la capital de los hicsos en Egipto, Avaris, en la Delta este del Nilo, fue totalmente destruida por el Faraón Ahmose, quien persiguió los últimos remanentes de los hicsos hasta Canaán y hasta el mismo sitio de Sharuhen, la principal ciudadela Cananea, destruyéndola y acabando con su influencia local.
Al menos algún historiador alega que los hicsos (un milenio después de tales hechos) se establecieron en Jerusalén y construyeron un templo allí, sin embargo, el registro arqueológico no comprueba ningún templo, ni un gran número de refugiados en Jerusalén en ese período.
El registro arqueológico también deja claro que nunca hubo “una peregrinación de 40 años por el desierto”. Amplias pesquisas arqueológicas realizadas en el desierto del Sinaí jamás demostraron la existencia de cualquier asentamiento datados en la época del Éxodo, ya sea antes, durante o después del tiempo de los faraones con el titulo de Ramsés.
Por lo menos dos lugares mencionados en el Éxodo fueron positivamente identificados y excavados cuidadosa y metódicamente, pero no se encontró ninguna evidencia de ocupación o asentamiento posterior al final de la Era de Bronce en estos lugares. Adicionalmente, el desierto del Sinaí estaba literalmente apuntillado de puestos militares (fuertes) egipcios, y en ningún punto del mismo los hebreos estarían a mas de un día de viaje de uno de ellos. Seria imposible que los hebreos permaneciesen ocultos en el Sinaí por 40 años.
La historia del Éxodo es claramente la construcción de un mito con el propósito de retratar una posible expulsión de los opresores como una fuga de oprimidos. Ya por el siglo 12 A.E.C, los hebreos asumieron una identidad destacadamente única en el registro arqueológico al punto que se ser discernibles por primera vez.
En las montañas y planicies de las tierras altas al norte de Canaán, desde el norte de Jerusalén hasta el Valle de Jezreel, los asentamientos de las tierras altas, pobres hasta esa época, comienzan a mostrar una característica distintiva con relación a otros asentamientos similares de las regiones a su alrededor. Existe muy poco para una mejor apreciación, la alfarería muestra un estilo pobre, con poca ornamentación cuyo uso principal era nada mas que servir como utensilios de cocina y manutención de objetos. Así mismo hay un factor muy claro: Los huesos de cerdos desaparecen del registro arqueológico.
La prohibición del consumo de cerdos es por lo tanto la característica de la cultura judía mejor comprobada por la evidencia arqueológica. Y eso representa el comienzo de la transformación del dios “El” en “El-ohim”, el dios de los dioses, o dios de Israel.
Actualmente conocemos ese dios de Mesopotamia como “El-ohim”, y el autor “E”, uno de los más antiguos escritores de las escrituras de esa época, presenta al dios “El” presentándose a Abraham como El Shaddai (“El” de la montaña) Él también aparece como El Elyon o El de Betel en otras escrituras apócrifas, y su nombre también se preserva en los nombres hebreos como Isra-el e Isma-el. La palabra Elohim era originalmente el plural de la palabra El.
Al sur, de Betel en el Valle de Berseba, una transformación similar empezó a darse. En este lugar de clima y geografía ásperas, con una densidad demográfica reducida, y con un mayor aislamiento geográfico, el dios cananeo Yahvé (Jehová o Yahvé) está siendo transformado por un pueblo con una cultura similar en la tierra de Judá.
El autor anónimo conocido por los expertos como “J” muestra a su dios interactuando con familiaridad y a voluntad propia con Abraham, que casualmente se le aparece al mismo Abraham en Génesis 18 presentándose como Yahvé. Sin embargo, el autor contemporáneo de “J”, es decir “E” en el norte, no acepta que dios sea tan familiar y casual, por lo que el escritor lo hace surgir como una voz, que le ordena a Abraham dejar su pueblo en Mesopotamia y fijar su residencia en Canaán.
Yahvé, en su metamorfosis de un dios pagano cananeo hacía el dios de los judíos, se torno en un dios vengativo y cruel en las manos del autor “J”. Yahvé mandó que Abraham sacrificara su primogénito, un acto que no nos sorprende dada la naturaleza de las religiones paganas de la época. Muchas de las religiones paganas (Recuerde que Yahvé comenzó como un dios pagano cananeo) consideraban el primogénito semejante a un dios. Por esa razón, eran frecuentemente sacrificados al dios que supuestamente los generó.
Entretanto en el norte, Elohim continuaba siendo un dios más sutil, que dirige los asuntos humanos por revelaciones a través de voces, oculto a la vista de los meros mortales.
Existe una tensión entre esos dos pueblos, ambos se identifican como descendentes de Abraham, Isaac & Jacob. Un pueblo tal vez, sin embargo con dos dioses.
El pueblo del norte, con condiciones geográficas y climáticas más amenas, eventualmente prosperaron y establecieron alianzas con sus vecinos. Sus riquezas, en el decorrer del tiempo, pasaron a exceder las del sur, al punto de convertirse en una nación autónoma: La nación de Israel.
Israel prospera tanto que se vuelve significativa en el comercio exterior - eclipsando a su vecino pobre, Judá.
El registro arqueológico muestra claramente que Israel se volvió un importante poder regional, que ciertamente atraía el interés de sus vecinos. A esa altura, la hegemonía egipcia de la región había desaparecido, y el báculo geopolítico fue ejercido por Asiria.
Eventualmente los asirios asumieron el control de la región, con dos provincias, Israel al norte & Judá al sur. Israel, bastamente más populosa y próspera que Judá; tenía como capital Meggido, Samaria y Siquem, Y Judá, tenía a Betel, en la frontera al norte, y a veces Hebrón al sur. Jerusalén, antes de esa época, era una minúscula e insignificante villa rural. Jerusalén antes de las deportaciones asirias, no era un centro cultural.
A finales del siglo VIII a.C., el alfabeto hebreo apareció, y la alfabetización se esparció entre los hebreos mas ricos. Finalmente, después de siglos de tradición oral, la tradición escrita prolifera por primera vez, y culturalmente lo modifica todo. Los mitos pasan a la forma escrita y son comparados, y los dos dioses pasaron a chocarse abiertamente uno con otro.
La expansión de la alfabetización y los eventos geopolíticos del período lo cambiaron todo. La rebelión israelita contra los asirios causó medidas represivas en el norte, y con ellas, ondas de refugiados se dirigieron hacía el sur. Con la llegada de olas de refugiados, Jerusalén pasó rápidamente de una minúscula e insignificante villa rural a ser una ciudad importante, con su propia influencia religiosa.
Los recién llegados israelitas con sus dioses comandados por el dios “El”, y los Judíos (ciudadanos de Judá), con su dios único Yahvé, son forzados a reconciliar sus diferencias religiosas.
Es también en esa época que los mitos del Viejo Testamento se fijaron en la forma que llegaron hasta nosotros: La historia de Abraham y su familia viajando y negociando mercaderías árabes con el uso de camellos; el mito del Éxodo, resultado de la expulsión de los hicsos, las historias de la conquista de Canaán, narrando la derrota de Goliat por David, basada en verdad en los resentimientos forzados por los egipcios; de Salomón y su gran fortuna y su inmenso templo en Jerusalén.
Todos estos mitos resultaron de alteraciones significativas de hechos ocurridos. Pero al consignarlos en forma escrita, se fijaron, y desde esa época llegaron hasta nosotros prácticamente inalterados. A partir de ese momento por primera vez, los registros bíblicos comienzan a corroborar los registros arqueológicos.
Notas:
El anacronismo de mencionar camellos en tiempos de Abraham se menciona en Génesis 12:16: “E hizo bien a Abram por causa de ella; y él tuvo ovejas, vacas, asnos, siervos, criadas, asnas y camellos”
En Génesis 37:25 está consignado el supuesto comercio con productos árabes: “Y se sentaron a comer pan; y alzando los ojos miraron, y he aquí una compañía de ismaelitas que venía de Galaad, y sus camellos traían aromas, bálsamo y mirra, e iban a llevarlo a Egipto.”
La cita bíblica que narra que Abraham se encontró con el rey de los filisteos en sus días es Génesis 26:1. “Después hubo hambre en la tierra, además de la primera hambre que hubo en los días de Abraham; y se fue Isaac a Abimelec rey de los filisteos, en Gerar”
“El génesis del libro del génesis” es un segmento del trabajo de Scott Bidstrup publicado en inglés como “The Bible And Christianity - The Historical Origins - A rational, secular, historical perspective on the history of Christianity and its scripture”
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