¡Mamá, mamá, creo que Satán me ha poseído!

Bajo el punto de vista religioso, hicimos lo correcto.

—Daniel Corogeanu, explicando la muerte de una monja de 23 años crucificada durante un exorcismo.

Si Satanás existiera estaría reventado. El bicho rojo trabaja más que la oposición y, aparentemente, tiene más éxito. De hecho, son muchos los curas y pastores que afirman haberlo perseguido y erradicado del cuerpo de algún enfermo diariamente y durante años. Yo, realmente, nunca he sido testigo de un ritual exorcista, sólo los he visto por televisión; aunque sí he observado el despojo de demonios de una casa o de alguna habitación. Hubo una vez en mi vida que pensaba que el diablo existía y le temía tanto como a dios. De hecho, ambos están conectados en el mundo cristiano y muchos de los rituales de los que he sido testigo tienen que ver con esta conexión.

Las creencias cristianas enseñan que existe un Dios, un Diablo y muchos demonios, que hay un cielo y un infierno. De esta situación básica nace un sinnúmero de ritos que, como dice Lee Traynor en la revista Skeptic, pueden ser explicados simplemente con una pequeña dosis de razón. Buscar la explicación más racional a cualquier aspecto de la conducta humana y lo que ocurre en su medio es lo más factible. Antes de ofrecer una aclaración sin pruebas ni lógica, se descubre la explicación más adecuada. Pensar que espíritus de demonios viven entre nosotros y pueden tomar posesión de un cuerpo es lo mismo que afirmar que cada vez que un niño desaparece realmente se ha ido a Hogwarts. La gran diferencia no está en la fantasía sino en el tiempo que el rito tiene entre la especie y la cantidad de personas que lo creen verdad.

Los católicos mantienen un ensayo de 27 páginas que describe cómo realizar un exorcismo. De hecho, a Anneliese Michel (luego representada como Emily Rose por Hollywood) le hicieron el ritual 67 veces antes de que la pobre mujer, con neuronas perturbadas desde los 16 años, muriera pesando 69 libras. Las iglesias protestantes también creen en las posesiones satánicas y recurren al exorcismo para librarse de ellas. De hecho, existen de 500 a 600 ministerios de exorcismos evangélicos sólo en Estados Unidos. De acuerdo con el Diccionario del Escéptico, en un documental pasado en el 2001 por el canal estadounidense NBC, varias personas intentaban sacar los demonios de un hombre de 50 años con una historia médica de depresión y de deambular desde temprana edad. El reverendo Brian Connors dijo entonces para las cámaras que “lidiar con el demonio en lo inanimado es el componente más pasado por alto en el mandato de la Biblia”. Este mismo señor considera que en la regurgitación del deprimido se encuentran los demonios expulsados después de un exorcismo. Pasmoso, ¿no?, ‘diablos en el vómito’, más bien parece el titular de una canción Heavy Metal.

El ejemplo de Traynor es bastante parecido al exorcismo del hombre, sin embargo, al estar realizado por una iglesia en California, la recolección de dinero “era parte básica de todo”, explica el escritor en Skeptic. Para Traynor, el exorcismo se revelaba en los fieles de la iglesia, en la conducta de los acólitos que rezaban agarrando fuertemente y al azar las cabezas de los participantes, incluyendo al mismo Traynor, en la conducta errática y peculiar del pastor. La debilidad, vulnerabilidad y condición de cada cual, sus actos y respuestas influían en cuál participante era finalmente poseído.

No hay que recurrir a demonios; así como los muertos no se hacen entender, así como los psíquicos requieren de mentiras y yerran todo el tiempo, así como la homeopatía y el rezo sólo presentan resultados equivalentes al placebo, de la misma forma funciona un exorcismo. Se vale de la manipulación, la debilidad, los problemas y los deseos del exorcizado y su familia; descansa en la creencia de un rito antiguo que está más vivo de lo que aparenta.

Traynor nos dice que el demonio surge de la religión pero que ha tomado vida propia con la Nueva Era, la teología popular y las leyendas urbanas. De hecho, después de publicada la novela y realizado el filme “El exorcista”, la demanda por exorcismos creció tanto que hubo que entrenar a padres exorcistas para cubrirla.

Justamente, un estudio realizado por las universidades de Washington, Seton Hall, Connecticut y UW demostró que un quinto de las personas voluntarias cambiaba de pensar sobre la posesión luego de un poco de sugestión.

“Si es posible cambiar el pensamiento de una parte de este grupo de personas tan sólo con unas historias sobre exorcismo imaginen lo que ocurre cuando una película como El exorcista es mostrada. De hecho, muchas leyendas urbanas se crean a raíz de películas y libros”, explica una de las autoras del estudio Elizabeth Loftus, psicóloga experta en la memoria de Washington.

Los investigadores condujeron entonces tres experimentos. En el primero, los participantes llenaron un cuestionario donde se les preguntaba sobre la posibilidad de un evento y sus experiencias personales; estos voluntarios fueron luego divididos en tres grupos: al primero se le pasó una variedad de artículos donde se incluían algunos que trababan sobre exorcismos y afirmaban que eran eventos populares en Italia, aún en niños. Al segundo grupo se le pasó artículos que decían lo mismo pero sobre ahogarse o personas que se asfixian. Al tercer grupo no se le dio nada, no fue expuesto a ningún tipo de manipulación y fue usado como control.

Pues bien, después de una semana, los dos primeros grupos llenaron cuestionarios sobre sus miedos, como la fobia a una araña. Luego, los investigadores les decían, con la cara muy seria, que sus perfiles sugerían que era posible que hayan sido víctimas o fueron testigos de una posesión o que por poco se ahogan de pequeños o vieron a alguien asfixiándose, dependiendo del grupo. Pasada otra semana, los tres grupos llenaron de nuevo los cuestionarios que se administraron al inicio de todo. Descubrieron que la manipulación no sólo aumentaba sentimientos de realidad sobre un evento convincente, como ahogarse, sino que también incrementa la realidad de que fenómenos improbables ocurran, como las posesiones demoníacas.

“No sólo pensaban que habían sido testigos de alguien ahogándose o de una posesión, sino que el 18% creía que ellos mismos lo habían experimentado”, dice Loftus.

Ciertamente, la manipulación funciona en muchos. Hace algo más de una década un fenómeno comenzó a ocurrir en juicios estadounidenses, una idea que luego se mezcló por muchas partes del mundo: se trataba de las ‘memorias reprimidas’. Una cantidad de psicólogos y otra mayor de pacientes, aseguraba resonar memorias de abusos que habían experimentado los pacientes cuando niños, muchos de ellos llevaron a otras personas a juicios demandándolos por ello y poniendo en peligro a todo aquel con una demanda verdadera. La manipulación era la madre de aquel extraño fenómeno.

“Los exorcistas claramente disfrutan de su trabajo y los satisface grandemente el hecho de poder ayudar a otros de esta manera tan poderosa. Estoy seguro de que muchos evangélicos que vieron el programa en NBC se preguntaban dónde firmar para convertirse en asistentes de los exorcistas”, escribe Robert Todd Carroll en el diccionario del Escéptico.

Para Carroll, los exorcismos ocurren en los lugares menos pensados. “Se les llama exorcismos simples, como bautizar niños y bendecir casas y negocios”. Estas acciones están basadas en sacar al demonio (la mala suerte para los japoneses) de la persona, del lugar o la cosa; todos los bebés de familias cristianas nacen con el pecado original, una maldad demoníaca que se borra con el bautismo. Cuando era adolescente, una habitación fue exorcizada después del juego de la Ouija, se pensaba que espíritus demoníacos habían salido del juego y permanecían dentro del salón sin ninguna razón coherente. El demonio, su posesión y exorcismo son trofeos de muchas creencias y son usados por el mundo en millares de antojos.

“Terapeutas han secularizado el exorcismo y practican una terapia en las que despejan a las personas de ‘entidades’ que, de acuerdo con ellos, son las causantes de sus males”, explica Carroll.

Se les conoce como ‘terapeutas liberadores de entidades’ y aseguran que dentro de nosotros viven los espíritus de personas muertas y por eso muchas veces actuamos como actuamos y sentimos lo que percibimos. En medio de sus demostraciones publicitarias se encuentra el diálogo entre el paciente y una de las entidades que vive dentro de él y lo enferma; Askinra, la llaman, asegura que ha poseído al hombre para “causarle dolor”.

Es la modernización del viejo exorcismo en todo su esplendor, y no hay que pedirle autorización al Vaticano ni al Arzobispo del pueblo.

El psicólogo y autor D. Trull nos contó una vez que la familia García afirmaba que debía hacer sus exorcismos juntos, unidos todos los miembros como una casta de verdad. Vivían en Rhode Island cuando decidieron realizar la litúrgica acción; el señor García terminó preso debido al uso de dos crucifijos durante un exorcismo. La suegra de García había sido diagnosticada con un padecimiento mental y recetada con un tratamiento médico psiquiátrico pero la familia estuvo de acuerdo en que realmente se trataba del demonio. Durante el exorcismo, García ahondó los crucifijos de acero por la garganta de la señora tan profundamente, que le perforaron el esófago, mientras el hombre cometía este cruento acto, su esposa (la hija de la señora) y sus hijas rezaban a su lado.

“El diablo ha residido en el Vaticano y se pueden ver las consecuencias”, asegura el Padre Gabriele Amorth, de 85 años de edad, quien fue el jefe santo de exorcismos durante 25 años. “Él puede permanecer escondido o hablar en lenguajes distintos y hasta parecer comprensivo. Hay veces que se burla de mí. Pero soy un hombre feliz con su trabajo”.

Pero, ¿por qué se burlaría alguien de un hombre de 85 años que asegura haber perseguido al diablo siete veces al día por los pasados 25 años?, pregunta a modo de broma Carroll.

Ciertamente, nadie levita, dice algo interesante o gira la cabeza completamente durante los exorcismos; los hechos relevantes que tenemos son trágicos: una mujer en 1995 que es empujada a su muerte por un ministro pentecostal que intentaba exorcizar sus demonios, una señora coreana en 1997 fue pisoteada hasta morir con igual propósito, el mismo año en el Bronx, una niñita de cinco años murió cuando fue forzada a beber una mezcla de amoníaco y vinagre y luego le taparon la boca con cinta adhesiva para que no lo vomitase. Al año siguiente, una mujer sofocó a su hija de 17 años en un esfuerzo para arrancarle un demonio y en el 2001, en Nueva Zelanda, una mujer de 37 años fue estrangulada por su exorcista.

Terriblemente, en el 2004, Ray Hemphill del ministerio de la fe apostólica en Milwakee, sofocó a un niño autista de ocho años durante un exorcismo. En su juicio, el abogado apeló a la ley católica aún cuando el ministro no era católico, sostenía que esa iglesia jamás condonaría aquella conducta ya que Hemphill sólo intentaba sanar al muchacho. “El exorcismo usualmente cuenta con dos padres presentes todo el tiempo, con otros también allí para aplacar o retener, si es necesario, a la persona que está siendo exorcizada”, asegura la ley citada. De aquel juicio surgió la compleja pregunta en Estados Unidos: ¿deberían ser ilegales los exorcismos?

Para esclarecer un absurdo como ese, el dilema inicia en la clasificación de enfermo mental. Horas y páginas han sido gastadas y llenadas para saciar ese dilema, cuándo identificar a una persona como enferma mental o como poseída. Aunque la respuesta es clarísima, millones se niegan a escucharla.

No creo en demonios ni en posesiones demoníacas, todo aquel que actúe como enfermo debe ser evaluado médica o psiquiátricamente; explicarlo como un monstruo invisible que toma posesión de la persona no es admisible, someter a un paciente a un ritual para que dicho monstruo o entidad abandone su cuerpo es un fraudulento abuso y debería ser ilegal, clasificado como lo que es: una desatinada y cruel tortura puramente medieval.

Un imperecedero pacto con Shatán

LaVey y Lucifer

En el mundo del cristiano, Dios decidió no aniquilar a Satanás. No era una medida popular en aquel espacio divino ya que el Creador mataba a todo el que deseaba; poblaciones enteras eran erradicadas de la vida en un momento, sin embargo, su contrincante en la película sobrevivió la ansiedad divina y hasta pudo comprar terreno y establecer el Infierno, un lugar muy popular para estos sectarios. La maldad se oponía a la bondad mucho mejor que la antimateria a la materia. Era perfecto.

El también llamado Lucifer existía como la representación del sexo; el diablo viola monjas, vírgenes, santeras y brujas, de hecho, se presenta como un íncubo en forma de animal macho, o súcubo, de género hembra, para así encantar al humano; “las relaciones sexuales con Satanás representan un fenómeno cultural común”, aseguraba Carl Sagan.

En 1966, Anton Szandor LaVey anunció la existencia de la Iglesia de Satanás y adoptó un nombre que no sólo sugiere la adoración del demonio sino que realmente quiere decir “adversario” en hebreo, una forma de molestar a los convencionalistas. Satanás se secularizó para algunos, muchos miembros de la Iglesia se llaman ateos porque no creen en el monstruo de los teístas pero desean dar a conocer a una compleja entidad que representa los más humanos rasgos de la especie. LaVey y sus miembros desean quitarle la sangre al diablo y vendernos un Lucifer inteligente, elegante y divertido. Por supuesto, cada admirador de LaVey tiene su versión, no sólo del autor, sino del demonio… como siempre.

En mi país, República Dominicana, las apariciones del diablo han estado en los titulares de periódicos; el rojizo engendro anuncia su manifestación en un pueblo y la gente se lo achaca al uso de la santería, es decir, a otra religión. Satanás se aparece siempre, por supuesto, en dudosas circunstancias (nunca son claros estos monstruos ni son fotografiados) y sus millares de espíritus poseen casas, objetos y personas que después hay que exorcizar sin prueba alguna de su existencia. Aparentemente, estas entidades endemoniadas se asustan y abandonan lo poseído con tan sólo agua santificada, incienso, rezos, la Biblia y cruces. Un poco como los vampiros pero sin el ajo ni la madera en el corazón.

El Satanás de la mayoría de los creyentes no se parece al de LaVey, tiene rastros, más bien, del que hablaba Santo Tomás de Aquino, una entidad que no era humana y que no puede producir semilla humana.

“El diablo tiene que transformarse en una mujer, seducir a un hombre, mantener la semilla, transformarse en un hombre y seducir a una mujer y transferir la semilla. Algo del diablo es mantenido en la semilla por lo que el niño no sale normal”. ¡Es el transexual por excelencia!, imposible leer a Tomás sin reír.

Pero la gente no es siempre poseída por los demonios, de hecho, otros hacen pactos con el gran Lucifer; uno de los más famosos ha sido Fausto que hasta lo firmó sangrientamente en aquella obra literaria que permitió el nacimiento de otras y de más leyendas urbanas. La idea es, por supuesto, obtener ganancias y pagarlo después con el alma, en la eterna estadía del infierno donde habita el prestamista número uno.

En el mundo, la idea del demonio cristiano es más intensa de acuerdo con la región, su religión y cultura. También con el tiempo. El diablo era mucho más popular en la época de la inquisición cuando los demonios eran humanos reales disfrazados de curas; en aquellos tiempos, cualquiera era acusado de pactar con el diablo, de estar poseído o de ser bruja para ser torturado malvadamente y quemado en una hoguera. Los humanos hemos dotado a Satanás de las más negativas características; sin embargo, el diablo ha muerto en muchos corazones; con la disminución del poder católico y el incremento en la información y el uso de las cortezas, esos monstruos ya no gozan de la misma popularidad de antes…a menos que una película, un libro o una anécdota nos ‘recuerde’ que una vez fuimos poseídos por Shatán cuando niños.


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