¿Llegará el día en que un simio te diga “hola”?
Para la mayoría de las personas lo que nos hace humanos es un alma inmaterial, pero los neurólogos han aguado la fiesta y nos dicen que nuestros atributos especiales como el habla, la capacidad de preveer para el futuro, la inteligencia, la imaginación. el razonamiento matemático, la conciencia, y hasta las ideas religiosas son fruto de nuestro complejo, pero material cerebro.
Eduardo Punset afirma en su obra “El alma está en el cerebro”:
“Nuestra mente es lo que somos. Recuerdos, emociones y experiencias se acumulan en el cerebro fijándose en las uniones electroquímicas entre los millones de neuronas que contiene. Alma o psique cabe en el poco más de kilo y medio de tejido cerebral, el mismo que el filósofo Henry More describía como «esa desestructurada, gelatinosa e inútil sustancia»”
El neurólogo Rodolfo Llinás igualmente manifestó: “El alma no está en el cerebro, ES el cerebro”. Pero estas revelaciones de la neurología tienen una implicación que golpean a la religión. Simplemente no hay cielo. Bien lo decía hace poco Stephen Hawking: “Yo considero al cerebro como una computadora que dejará de funcionar cuando fallen sus componentes. No hay paraíso o vida después de la muerte para las computadoras que dejan de funcionar, ese es un cuento de hadas de gente que le tiene miedo a la oscuridad”.
Bueno, ¿y qué pasaría si esas capacidades cerebrales le fueran conferidas a nuestros parientes más cercanos, los simios? Por una parte, demostraría que el alma no existe, pero por otra pondría en el planeta unos seres con características mentales similares a nosotros. Algo que la ficción explora con la película “El Planeta de los Simios”.
Aquí no se dice que se hará realidad todo lo que esta obra de ciencia ficción muestra. Sin embargo, cada año la tecnología es más capaz de hacer investigaciones que transfieren genes de una especie a otra, y sin duda conocer el efecto de los genes por medio de transferencia es una forma de hacerlo. ¿Será ético hacerlo si en el proceso se crea un chimpancé que hable?
La línea divisoria entre humanos y simios es muy tenue: ¿hasta dónde debe experimentarse con animales para entender mejor el organismo humano y avanzar en los tratamientos de enfermedades?
Noticia de la BBC Mundo (fragmento)
El informe establece tres áreas particularmente “delicadas” en la investigación con animales: la cognitiva, la de reproducción y la creación de características visuales que se perciban como singularmente humanas.
“Una cuestión fundamental es si poblar el cerebro de un animal con células humanas puede resultar en la producción de un animal con una capacidad cognitiva humana, por ejemplo la conciencia”, afirman los autores.
El profesor Martin Bobrow, principal autor del informe, sugiere establecer lo que llama la “prueba del gran simio”: si un mono modificado con material humano comienza a adquirir capacidades similares a las de un chimpancé, es momento de frenar los experimentos, dice.
Los científicos de la Academia no sugieren que alguien ya esté llevando a cabo estos experimentos. Lo que dicen es que se debe llevar a cabo una discusión ética y regulatoria ahora, antes de que empiecen a planearse esos estudios inusuales.
El área de la reproducción también es delicada y recomiendan que no se permita que un embrión animal producido con óvulos o esperma humano se desarrolle después de los 14 días.
Pero quizás el campo más controvertido es el de animales con características “singularmente humanas”.
Es necesario, dicen los científicos, tomar con seriedad la posibilidad de que esto ocurra en el futuro y de que existe un temor por los experimentos “tipo Frankestein con animales humanizados” que pueden generar monstruos.
Tal como señala uno de los autores del informe “crear características como el lenguaje o la apariencia humana, como forma facial o textura de la piel, en animales presenta temores éticos muy fuertes”.
“Porque una cosa es que llegues a tu casa y tu loro te diga: ¡hola niño bonito! Pero si llegas a tu casa y tu mono te saluda así, eso es algo muy distinto”.
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