“Y el Señor Dios formó pues al hombre del barro de la tierra, y sopló en sus narices el soplo de vida y el hombre se volvió un ser viviente. Y el señor Dios había plantado un jardín en Edén, al lado del oriente…
—Génesis 2:7-8
“Pero (y oh! que grande sería) si pudiéramos concebir en algún laguito cálido, con todo tipo de amoníaco, sales fosfóricas, luz, calor y electricidad, etc., presentes que se formará químicamente pronto un complejo de proteínas para sufrir cambios aún más complejos…”
—Charles Darwin, Carta de 1871

- Parte 1: Abordando el problema 
- Parte 2: Polvo estelar en la Sopa Primordial 
- Parte 3: Las primeras células 
El ensayo original está disponible en “American Atheist Magazine” número de febrero, marzo y abril de 1989.
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